Dom 18.04.2004
turismo

SANTA CRUZ EN EL CAñADóN DEL RíO PINTURAS

Manos rupestres

La Cueva de las Manos es quizás la “galería de arte” más antigua de nuestro país. Allí se pueden ver centenares de figuras y escenas pintadas y grabadas en la piedra que constituyen el más importante sitio rupestre de la Patagonia. A continuación, un fragmento sobre el tema, extractado del libro Argentina en el Patrimonio de la Humanidad (*).

El Cañadón del río Pinturas se asemeja a un profundo surco trazado sobre el llano paisaje de la meseta patagónica. Bordeado por altos barrancos y cubierto por una alfombra verde que unifica la mirada, el recorrido de este río, a más de un centenar de kilómetros de la localidad de Perito Moreno, en la provincia de Santa Cruz, guarda en sus márgenes uno de los tesoros más valiosos sobre el poblamiento temprano de la Patagonia argentina. Incorporada por la Unesco a la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1999, la “Cueva de las Manos” contiene una significativa colección de arte rupestre prehistórico, testimonio de la cultura de las sociedades más antiguas de América del Sur.
La Cueva de las Manos se encuentra ubicada en un paraje conocido como “Estancia Alto Río Pinturas”, dentro del profundo cañadón formado por enormes farallones de rocas porfíricas y volcánicas que constituye su cauce. Entre estos paredones serpentea el curso superior del río Pinturas. Siguiendo una angosta senda, y a casi 90 metros sobre el nivel del río, se encuentra una cueva de unos quince metros de ancho en su entrada y alrededor de diez metros de altura, que penetra veinticuatro metros en la roca viva. A ambos lados de la entrada existen pequeños espacios a plena luz, parcialmente protegidos por la proyección de la visera que sobresale en la frente de la cueva. Como si fuera un museo eterno custodiado por los vientos del sur, el lugar conserva en las paredes de cuevas, abrigos y aleros, las huellas de un arte milenario plasmado en centenares de figuras y escenas volcadas en la piedra que constituyen, por su amplitud y su número, el más importante sitio rupestre de la Región Patagónica, y uno de los más representativos del continente.
El arte rupestre de la Patagonia fue resultado de un prolongado proceso de ocupación humana, que se inició con la llegada de los primeros pueblos cazadores hace unos 12 mil años, durante el último período post-glacial. El territorio austral no llegó a albergar construcciones monumentales, como las producidas por los pueblos con alta complejidad política, social y religiosa del Noroeste, ni produjo los elaborados murales que caracterizaron al paleolítico europeo, al estilo de las pinturas de Altamira o Lascaux. Tampoco enfrentó cambios abruptos en su prolongada historia, ya que las culturas que lo poblaron crecieron en un ritmo pausado, maduro, manteniendo casi sin cambios sus modos de vida, expresiones y costumbres hasta avanzado el siglo V, cuando comenzaron a llegar los pueblos araucanos desde el otro lado de la cordillera.
Los primeros testimonios sobre el arte parietal de la Patagonia tuvieron lugar hacia fines del siglo XIX, con el descubrimiento de petroglifos en Punta Walichu, a orillas del Lago Argentino. Desde entonces, numerosos viajeros describieron las expresiones de los pueblos cazadores que dejaron impresos deslumbrantes relatos de caza, ceremonias y danzas en cavernas y abrigos, como huellas policromadas del ritual y la magia propiciatoria, volcados en diseños esquemáticos, representaciones simples y realistas al mismo tiempo, intrincados laberintos, olvidadas plegarias. La gran variedad de diseños y estilos indicaba la presencia de culturas diversas y de un prolongado proceso histórico.
En 1881, el explorador y viajero inglés George Chaworth Musters, acompañado de un grupo de tehuelches, describe el agreste paisaje y los cañadones de la zona y los vincula con la mitología indígena. Recién en los comienzos del siglo XX se conocen las primeras noticias sobre el lugar, cuando Clemente Onelli menciona la existencia de un “Valle de la Pintura” al cual acudían las mujeres tehuelches para proveerse de pigmentos minerales con los cuales pintaban sus mantos de cuero. Será el Padre Agostini, gran explorador de la Patagonia, el encargado de publicar las primeras imágenes tomadas en la estancia Río Pinturas donde se observan figuras zoomorfas y los conjuntos de impresiones de manos en negativo. La documentación se fue completando con los trabajos de Vognati, Escalada, Rex González y Menghin, hasta llegar a la investigaciónsistemática y el relevamiento que, por más de treinta años, llevó a cabo el gran especialista del arte parietal patagónico Carlos J. Gradín.
Este investigador ordenó las secuencias culturales de la Patagonia en tres grandes modalidades estilísticas: las pinturas arcaicas, las escenas de caza y las pinturas y grabados recientes. Las primeras presentan como rasgo fundamental las impresiones de negativos de manos, escenas naturalistas y figuras geométricas simples, que coinciden con la aparición de los cazadores superiores en la región, hace unos 12 mil años. La pintura negativa, probablemente la técnica más antigua del arte parietal, se realizaba mediante la aplicación de pigmentos alrededor del contorno natural de la mano apoyada sobre la roca, por estarcido o impregnado. Este tipo de representación se practicó por lo regular en abrigos o cuevas. Las manifestaciones más tardías de este estilo incorporan la impresión de positivos de manos y negativos de pies o de patas de ñandú, en una gama cromática que incluía los colores rojo claro, negro, amarillo, blanco, rojo oscuro y verde, elaborados a base de pigmentos mezclados con aglutinantes grasos.
Las escenas de caza, representativas del segundo estilo, se caracterizan por la presencia de la silueta humana asociada a los animales de presa. En este período, los dibujos rupestres comenzaron a incluir cercos de cazadores, grupos de danzarines, guanacos en fuga y animales grávidos. Gradín estima que este tipo de representaciones, como las que se encuentran en la estancia Alto Río Pinturas (Santa Cruz), podría estar asociado con rituales de fertilidad. En dicha etapa, se produjo la aparición de una nueva técnica, el grabado, practicado en paredones o rocas a cielo abierto, donde se dibujaron pisadas de puma, guanaco o ñandú, y trazos que reproducían manos y pies humanos. Asociados a estos diseños aparecen motivos geométricos simples, junto con figuras antropomorfas y zoomorfas esquemáticas. Es probable que la técnica del grabado se haya desarrollado en la región a partir del tercer milenio anterior a nuestra era, extendiéndose hasta un momento próximo a la conquista.
Las pinturas y grabados recientes, por último, muestran una profusión de figuras geométricas, líneas paralelas, grecas, grabados finos, miniaturas y símbolos complejos. En este estilo, se destacan los motivos pintados y grabados de trazos curvos, de carácter ornamental, que incluyen pequeñas y esquemáticas figuras humanas, laberintos y grafismos formando abigarrados conjuntos.

* Editado por Laboratorios Bagó con el auspicio de Unesco y Patrimonio Mundial.

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