TERMAS DESTINOS ARGENTINOS MUY SALUDABLES
Son puro hedonismo y atraen cada vez a más turistas deseosos de un verdadero reposo asociado a propiedades terapéuticas o medicinales. Las termas argentinas son ricas en propiedades benéficas que brindan recuperación y descanso.
Los turistas termales son los herederos de una larga tradición, que arranca en tiempos inmemoriales. La costumbre de aprovechar las propiedades benéficas del agua es muy antigua y, sin disponer de los avanzados medios científicos de hoy, ya las civilizaciones del pasado habían descubierto que las aguas que surgen de la tierra a distintas temperaturas podían brindar beneficios notables en el tratamiento de ciertas dolencias, o ventajas cosméticas igualmente apreciadas. Ulises, que recorrió medio Mediterráneo en su odisea de diez años, ya hablaba de los placeres del baño termal y en sus tiempos se conocía a los balnearios como “asclepias”, por Asclepio (o Esculapio), el dios de la Medicina. Dioses aparte, el gran médico griego Hipócrates consideraba el agua como uno de los principales medios terapéuticos y la aplicaba –fría o caliente, dulce o de mar– para tratar distintas dolencias. Los romanos no se quedaron atrás y pasaron del uso medicinal del agua a la aplicación puramente placentera de los baños termales: los testimonios de las espléndidas termas que se construían en plena Roma todavía están en pie en buena parte de la capital italiana. Y los romanos, que llevaron su lengua y su civilización a buena parte de Europa, llevaron consigo también las termas, como las que se encuentran aún en Francia, Gran Bretaña y hasta Galicia. Hoy día, cuando el turismo termal parece una conquista moderna asociada a la talasoterapia y los spa, sorprende comprobar hasta qué punto estaba desarrollado en los tiempos más antiguos. Más recientemente, el nuevo auge de la hidroterapia y las termas comenzó en el siglo XIX, cuando toda una generación de médicos volvió literalmente a las fuentes y recuperó las propiedades positivas del agua para tratar distintos síntomas. La clase alta europea empezó a concentrarse en torno de los centros de tratamiento –Baden Baden, en Alemania, es tal vez uno de los más famosos– que se convirtieron a su vez en importantes centros sociales y ciudades florecientes gracias al termalismo. De allí a la recuperación definitiva de los beneficios de la hidroterapia en el siglo XX había un solo paso: y este paso se dio con creces. Después de desarrollarse en el continente europeo, las técnicas se exportaron a todo el mundo. Y en la Argentina, que tiene un gran potencial en materia de termas y en los últimos años desarrolló importantes instalaciones para el turismo termal, esta modalidad también tiene cada vez más adeptos. En nuestro país hay termas de toda clase, basta elegir el destino y hacer las valijas, aunque cuando se busca algo más que fines cosméticos siempre es conveniente consultar con un médico y elegir (o evitar) ciertos lugares en función de las propiedades que presente el agua.
Termas del Noroeste
En el extremo norte de la Argentina, las termas más conocidas
son las de Rosario de la Frontera, en Salta, cuyo hotel fue el primer centro
termal del país: empezó a funcionar allá por el lejano 1880, cuando se descubrió
que sus aguas, que alcanzan hasta 99°C (lo que las convierte en las más calientes
del mundo), eran beneficiosas para tratar trastornos hepáticos y digestivos,
reuma, anemia e hipertensión. Entre los huéspedes ilustres, Rosario de la Frontera
contó a Sarmiento, Bartolomé Mitre, Avellaneda y Bernardo de Irigoyen. Las termas
están apenas unos siete kilómetros al este de Rosario de la Frontera, en el
Cerro Termas, rodeadas por una densa vegetación y a poco menos de 1000 metros
de altura. Las aguas fluyen desde unos 4000 metros de profundidad, repartidas
en nueve manantiales, y se concentran en dos piletas construidas con lava volcánica,
un material que impide el recalentamiento de la superficie donde pisa la gente
(una pileta es de uso exclusivo de los huéspedes del hotel y la otra está abierta
para el público que asiste durante el día).
En Jujuy, a sólo unos 20 kilómetros de la capital, también hay otro hotel histórico:
es el Hotel Termas de Reyes, nacido gracias a las surgientes termales de la
accidentada Quebrada de Reyes. Ya los pueblos incaicos residentes en la zona
visitaban las “aguas sagradas”, que como las de Salta tienen propiedades hipertermales.
El hotel se construyó en los años 30, una época en la que fue toda una hazaña
el transporte de ladrillos y piedras a lomo de mula, ya que la infraestructura
vial era casi inexistente. En los primeros tiempos, cuando fue inaugurado, un
viejo colectivo Ford cubría para los turistas el trayecto entre San Salvador
de Jujuy y el hotel... El edificio tuvo una historia tormentosa de idas y vueltas,
concesiones sucesivas y pasos por manos privadas y estatales (durante el gobierno
de Perón fue donado a la Fundación Eva Perón, que lo utilizó como hogar para
niños, y la propia Evita se alojó en la que hoy es la habitación 100 del hotel),
pero finalmente fue reestructurado y convertido en un centro de primer nivel
que combina la hotelería con el termalismo y el spa.
Siempre en el Noroeste, aunque ya apartadas de los Andes, se encuentran las
termas más clásicas y conocidas del país: son las Termas de Río Hondo, en Santiago
del Estero, durante décadas todo un símbolo del termalismo en la Argentina.
El complejo, que ofrece además de la hotelería un spa y centro de convenciones,
está situado a 65 kilómetros de la capital provincial y sus aguas son muy visitadas
en particular durante el otoño, el invierno y la primavera. Las aguas termales
de Río Hondo surgen junto al Río Dulce, probablemente debido a las alteraciones
geológicas provocadas hace millones de años por algún cataclismo natural. Cerca
de las termas se visita el Dique Frontal, cuyo lago artificial funciona como
balneario y centro de deportes náuticos, además de atraer a los pescadores deportivos.
Las propiedades termales de las aguas de Río Hondo recomiendan la hidroterapia
para estimular el sistema inmunológico, reactivar el metabolismo, calmar dolores
y relajar los músculos, y llevar a cabo terapias restablecedoras del sistema
nervioso y contra el estrés. Por las noches, sin embargo, se permiten algunas
emociones: son las que brinda el juego en el Casino de las Termas, uno de los
principales centros de reunión de los turistas además de las discotecas, teatros
y peñas.
Neuquén y Mendoza La
actividad volcánica propia de muchas zonas de la extensa cordillera de los Andes
generó surgientes termales en muchos puntos de esta cadena montañosa. En Neuquén,
que con los años ganó reputación por la calidad de sus servicios y la hermosura
de sus paisajes, se encuentra el complejo de Caviahue-Copahue, dos villas separadas
por apenas 17 kilómetros de ripio que cuentan con centros termales. Caviahue
está a orillas del lago del mismo nombre y al pie del volcán Copahue, sumergida
en un paisaje de araucarias, arroyos y cascadas típicos de la región de los
lagos neuquina. La villa goza de un microclima particular que atrae a los turistas
no sólo en verano sino también en invierno, temporadas en las que se organizan
caminatas, cabalgatas, trekking y pesca con mosca. A partir de julio, el esquí
se convierte en un atractivo particular del lugar, apartado y majestuoso, que
en su veta termal se recomienda especialmente para tratar reuma y artrosis.
Copahue, en cambio, cuenta con un Complejo Termal de Balneoterapia donde se
ofrecen servicios de hidroterapia, vapoterapia y fangoterapia en el verano,
y está más indicado para los casos de asma. Sus aguas tienen temperaturas
que oscilan entre los 25 y los 70 C.
Pasando de Neuquén a Mendoza, la región entre Malargüe y
San Rafael también es rica en vertientes termales, con varios centros
pequeños que ofrecen una variedad de servicios y beneficios gracias al
agua que brota a altas temperaturas de los manantiales montañosos (ver
recuadro). Pero si la provincia sin duda merece ser tan famosa por sus aguas
como lo es por sus vinos, se debe a sus dos principales complejos: Cacheuta
y Villavicencio. El Centro Climático Termal Cacheuta se encuentra a unos
40 kilómetros de la ciudad de Mendoza, enmarcado por la cordillera de
los Andes y el río Mendoza. El principal centro hotelero es el Hotel
& Spa Termas de Cacheuta, totalmente destinado a cumplir las expectativas
de quienes llegan atraídos por su lema: “salud por agua”.
En sus instalaciones se ofrecen baños termales individuales, en grutas
artificiales donde al agua oscila entre los 35 y 50 C, y tratamientos de fangoterapia,
que aprovechan los minerales contenidos en los barros naturales para restablecer
la lozanía de la piel. En Mendoza también se encuentran las aguas
terapéuticas de Puente del Inca, sobre la RN 7, fuertemente sulfurosas
y famosas por su propiedad de solidificar los objetos que permanecen sumergidos
cierto tiempo en ellas.
Termas del Litoral Un recorrido por las termas argentinas no puede soslayar otro de los grandes polos de concentración de aguas termales, que curiosamente surge en Entre Ríos. En el noroeste de la provincia, en plena llanura y casi a orillas del caudaloso río Uruguay, donde no hay ni asomos de volcanes o montañas, los complejos de Colón, Concordia y Federación están entre los más visitados del país. El fenómeno se explica en parte por su cercanía con ciudades importantes y con facilidad de acceso, lo que permitió un gran aprovechamiento de los manantiales, surgidos a gran profundidad, donde las aguas encuentran en contacto con la actividad geotérmica del subsuelo. El complejo de Colón consta de diez piletas, al norte de la ciudad, con diferentes temperaturas. Estas aguas son ricas en sodio, cloruro, potasio y fosfato. El segundo centro termal entrerriano es el de Concordia, con cinco piletas de aguas templadas y calientes que brotan a 46 C (se las indica en particular para tratar afecciones de la piel) y finalmente las Termas de Federación completan el panorama, promocionándose como Primer Pozo de Aguas Termales de la Mesopotamia. En Federación hay nueve piletas con aguas que brotan desde más de 1250 metros de profundidad y llegan a la superficie a unos 40 C.
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