CHUBUT - EL VIEJO EXPRESO PATAGóNICO
La Trochita no se rinde
En los confines de la Cordillera de los Andes, en la zona de Esquel, un trencito de vapor con una locomotora del año 1922 recorre la inmensidad de la meseta patagónica reviviendo la mística de los tiempos pioneros, en que la región crecía y se repoblaba al impulso de la producción agropecuaria.
› Por Julián Varsavsky
La Trochita es una parte esencial de la leyenda de la Patagonia, al igual que las historias de Butch Cassidy y Kid Sundance, el penal de Ushuaia o el Faro del Fin del Mundo. Y esta afirmación no es una simple consigna publicitaria. El Viejo Expreso Patagónico formó parte de una red ferroviaria incipiente y muy activa que comenzó a crecer en la Patagonia en la década del veinte y que se estancó en los sesenta hasta prácticamente desaparecer. De hecho, alrededor de las vías de 75 centímetros de ancho de este trencito de vapor surgieron numerosos pueblos que luego fueron decayendo junto con el tren. La ola privatizadora de los noventa estuvo a punto de alcanzar a la Trochita –como lo llaman los lugareños–, pero una intensa campaña de revalorización histórica y social encabezada por los pobladores de la zona ejerció presión para que el gobierno provincial impidiera el cierre del tren y se hiciera cargo de él. Hoy en día, al igual que otros trenes de la Patagonia, la Trochita se salvó, en gran medida, gracias al auge del turismo.
La excursión en el Viejo Expreso Patagónico es una de las más populares que hay en Esquel. Además, este tren es uno de los últimos en su tipo en todo el mundo que sigue prestando un servicio público y resulta fundamental durante el invierno, cuando la nieve corta el paso en algunas rutas. Pero los que más disfrutan de los vagones de la Trochita son los turistas, que se sorprenden con sus paredes de madera y las salamandras a leña, indispensables en las épocas de frío.
El tren fue inaugurado en 1945, aunque la potente locomotora de vapor de 18 toneladas –que necesita transportar un gran volumen de agua– fue construida en 1922. La Trochita une las localidades de Ing. Jacobacci y Esquel, cubriendo en 6 horas una distancia de 406 kilómetros.
La excursión tiene varias alternativas. Se puede viajar desde Esquel a la localidad de El Maitén o viceversa, en un tren con frecuencia semanal (400 kilómetros en total). Generalmente, este tramo lo realizan pobladores de la zona por razones laborales, aunque el viaje entre ambas ciudades está más que justificado para un turista. Durante el trayecto predomina la típica y escasa vegetación arbustiva de la Patagonia, con sus coirones amarillentos, los calafates y la rosa mosqueta (que fue introducida por el hombre). Y lo más normal es que en algún momento se vea desde las ventanillas algún ejemplar de la fauna local, como la liebre patagónica, el ñandú y el guanaco.
También hay recorridos turísticos más cortos que parten todos los días tanto desde El Maitén como desde Esquel. En El Maitén se visita un valioso museo ferroviario y los inmensos talleres donde descansan y se reparan esas verdaderas joyas del la historia de la mecánica que son las locomotoras marca Baldwin y Henschel & Sohn de comienzos del siglo XX.
Desde Esquel se realiza el trayecto turístico más popular. La excursión dura unas dos horas y media y llega hasta la colonia Nahuel Pan, un asentamiento con habitantes básicamente mapuches, que se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad. Allí se visita la “Casa de los artesanos”, donde se puede ver cómo se tejen las clásicas mantas indígenas a telar. Los habitantes del pueblo mantienen algunos rituales indígenas como el Camaruco, ligado a las rogativas por un año productivo. En las celebraciones todavía se usan instrumentos autóctonos como el kultrum, la pifilca y la trutruca.
Subnotas