NEUQUEN - EL CENTRO PALEONTOLóGICO LAGO BARREALES
Dinosaurios junto al lago
A 60 kilómetros de la capital neuquina, hay un yacimiento paleontológico con centenares de restos prehistóricos. Un centro de investigaciones instalado en el lugar y un museo a cielo abierto donde se observan las excavaciones e incluso se pueden tomar cursos breves de técnicas paleontológicas.
› Por Julián Varsavsky
El Centro Paleontológico Lago Barreales es un singular museo a cielo abierto donde la mayoría de las piezas en exposición están a medio desenterrar. Lo interesante del lugar es que no es una exhibición común sino un museo de sitio donde se ve el trabajo del paleontólogo en un yacimiento con centenares de fósiles de animales que descansan bajo tierra, uno al lado del otro.
Hay varios sitios en excavación separados entre sí por unos metros. Cuando se extrae un hueso fósil, se lo traslada al laboratorio –un galpón de zinc desmontable–, donde se lo somete a una limpieza más exhaustiva. Este minucioso trabajo se realiza con un torno y también está a la vista de todos. Así el viajero interpreta “in situ” el proceso que va desde el descubrimiento de una pieza hasta el análisis final y el armado del rompecabezas siempre incompleto que son los restos de un animal prehistórico.
En medio de la nada
Un camino de tierra rojiza que bordea el lago Barreales conduce hasta el centro paleontológico. Desde lejos, parece un gran campamento al pie de un barranco y en medio de un ventoso desierto. El origen de este centro es muy reciente: se instaló hace unos tres años, cuando un grupo de personas que buscaba petróleo encontró dinosaurios. Por fortuna los paleontólogos de la provincia fueron advertidos del descubrimiento y un equipo de la Universidad del Comahue dirigido por Jorge Calvo se acercó a prospectar la zona. El primer fragmento en aparecer fue una vértebra de 80 centímetros que perteneció a un saurópodo (dinosaurio herbívoro). Fue descubierta por una estudiante del equipo junto a la rueda de la camioneta que llevó a los investigadores al lugar. No sólo pudieron desenterrarla completa sino que al continuar el trabajo encontraron casi toda la columna vertebral, pieza por pieza.
Rápidamente los científicos se dieron cuenta de que el lugar –lleno de restos fósiles a flor de tierra– era lo más parecido al paraíso que podía imaginar un paleontólogo. Y sin pensarlo demasiado se quedaron a vivir allí, en medio de la nada.
Entre los dinos
La visita se realiza con un paleontólogo o un técnico del centro que explica su propio trabajo. Así nos enteramos de que este yacimiento formado hace 90 millones de años data de la Era Cretácica (Período Mesozoico). Los restos fósiles encontrados permiten reconstruir un ecosistema completo del cretácico (tortugas, peces, cocodrilos, pterosaurios, dinosaurios herbívoros y carnívoros de todos los tamaños, así como también troncos petrificados e improntas de hojas).
En el sendero que recorre las distintas cuadrículas con excavaciones se puede ver una escápula de dinosaurio que se dejó semienterrada para mostrar cómo suelen aparecer las piezas. La extracción de cada hueso se realiza dentro de los galpones de zinc que se instalan temporalmente sobre el lugar exacto de la excavación para proteger la delicada tarea. Allí se puede observar, por ejemplo, el trabajo de un paleontólogo extrayendo las vértebras dorsales de un dinosaurio herbívoro de 30 metros con la simple ayuda de un cucharín y un pincel.
En el galpón principal del centro –que funciona como laboratorio y sala de exposiciones–, hay réplicas y reconstrucciones de animales completos en tamaño natural, realizados en resina y poliuretano. Una gran parte de la fauna cretácica está representada de esta forma, desde aves primitivas hasta temibles dinosaurios carnívoros con garras de 45 centímetros de largo y pesadas falanges de 30 centímetros.
Una gran espalda
Se cree que esta zona era el recodo de un flujo de agua que fue depositando restos de toda clase de animales prehistóricos formándose así un yacimiento. El hallazgo mayor que se hizo en lago Barreales –y la verdadera estrella de la exposición– es la espaldaarticulada del Futalognkosaurus, el dinosaurio gigante más completo jamás encontrado, del cual aparecieron el 70 por ciento de sus huesos y se sigue buscando el resto. La columna vertebral casi entera de este animal de 35 metros de largo se exhibe todavía dentro del gran bochón de yeso que se utilizó para extraerla del suelo con la ayuda de una grúa manual. En vida el animal pesaba unas 80 toneladas, el equivalente a 40 elefantes. Otra de las especies llamativas que se exhiben es un pichón de pterosaurio, un reptil volador cuyas alas extendidas medían unos seis metros de ancho. En una de las precarias salas del museo, también se pueden ver las réplicas de huellas de Iguanodonte, un dinosaurio que vivió hace 100 millones de años.
Los paleontólogos explican que para que un hueso se fosilice es fundamental que rápidamente quede sepultado bajo tierra y sedimentos, tal como ocurre cuando se produce un alud, un derrumbe o una inundación. Por eso los mejores yacimientos están cerca de ríos, lagos y la costa del mar. El agua ayuda a precipitar los minerales que se instalan en las celdillas de los huesos, reemplazando así el material orgánico por otro inorgánico. Al final de este largo proceso de reemplazo molecular, lo que queda es una piedra con la forma del hueso original.
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