CORDOBA TEMPORADA DE VERANO
Un nuevo corredor turístico, el Valle de las Sierras Chicas, se agrega a los tradicionales valles cordobeses de Punilla, Traslasierra y Calamuchita. Mientras tanto toda la provincia, una de las más buscadas por los aficionados al ecoturismo y el turismo aventura, se prepara para la gran temporada de verano.
› Por Graciela Cutuli
Córdoba tuvo desde
su nacimiento una posición central en el desarrollo de nuestra historia,
y hoy es una de las provincias donde nuestro pasado está mejor conservado.
Pero también tiene la virtud de estar enclavada entre los más
bellos paisajes de la Argentina, entre sierras y lagos, con un clima privilegiado,
que en verano permite disfrutar de la frescura de los ríos y arroyos,
y practicar en las montañas toda clase de turismo activo. La conjunción
de historia y paisajes, más su fuerte identidad, ponen a los circuitos
cordobeses entre las mejores alternativas para quienes buscan combinar agua
y sierra, sin dejar de echar un vistazo a nuestra historia en alguno de los
itinerarios jesuíticos de la provincia.
Este año, Córdoba ya tiene todo listo, y sobre todo comienza la
nueva temporada con la inauguración de un nuevo corredor turístico,
que se suma a los valles turísticos de Punilla, Traslasierra y Calamuchita.
Por iniciativa del Ente Turístico de las Sierras Chicas –conformado
por La Calera, Unquillo, Río Ceballos, Salsipuedes, Agua de Oro, La Granja,
Colonia Caroya, Jesús María y Villa del Totoral– se aprobó
la nueva denominación de “Valle de las Sierras Chicas” para
esta cuarta región que se suma al mapa turístico cordobés.
Todo es cuestión de armar las valijas, y elegir. Y para los que no se
decidan, la opción es un recorrido más amplio que abarque los
cuatro valles.
Valle de las Sierras
Chicas Este nuevo corredor turístico se encuentra en el faldeo de
las Sierras Chicas, donde dominan el Cerro Sapo, de 1308 metros de altura, y
el Pan de Azúcar, de 1255. Bellezas naturales y valores históricos
se suceden en las suaves ondulaciones de este sector, que puede visitarse empezando
en La Calera, donde se encuentran las Ruinas del Molino y de la Capilla Jesuítica,
además de la Quinta de Saldán, un sitio histórico por donde
pasaron desde el virrey Sobremonte hasta el general San Martín antes
de ser nombrado gobernador de Cuyo. El paseo por el área serrana sigue
en Unquillo, donde merece visitarse el museo consagrado a Lino Spilimbergo,
y más adelante en Río Ceballos y la Reserva Hídrica Natural
Parque La Quebrada, donde se practican deportes náuticos sin motor, sobre
todo windsurf y canotaje. De aquí salen circuitos hacia las cascadas
y cerros cercanos, ideales para un trekking corto matizado con el aroma de la
peperina y las hierbas serranas.
El Valle de las Sierras Chicas tiene un atractivo particular, y es que concentra
algunas de las principales estancias jesuíticas establecidas siglos atrás
en Córdoba por la orden religiosa, e incluidas por la Unesco en su preciado
listado de Patrimonios de la Humanidad. Entre ellas se destaca la Capilla de
Candonga, levantada en el siglo XVIII como parte del complejo de la Estancia
Santa Gertrudis: su silueta blanca recortada contra las sierras es una clásica
postal cordobesa, y gracias a su ubicación es posible recorrerla desde
todos los ángulos. También es sorprendente la Estancia Santa Catalina
(dejando atrás Ascochinga), un conjunto de grandes dimensiones formado
por iglesia, cementerio, noviciado y talleres. La fachada de la iglesia está
muy bien conservada, y es de hecho el único sitio del conjunto de la
estancia que puede visitarse.
El itinerario por el Valle sigue en Jesús María, naturalmente
asociada con su famoso Festival de la Doma y el Folklore, localidad que aún
hoy se enorgullece de haber dado el primer vino americano servido a los reyes
de España. Aquí se visita la Estancia Jesuítica San Isidro
Labrador, donde funciona el Museo Jesuítico Nacional de San Isidro. Ingresando
por el parque, se pueden visitar la iglesia, la residencia y el museo que ella
alberga, admirando la arquitectura pero también las colecciones de objetos
religiosos usados por los jesuitas en Córdoba y otros lugares de asentamiento
en la Argentina. Finalmente, el punto final se puede poner en Colonia Caroya,
fundada por inmigrantes udineses, que llevaron a las tierras cordobesas sus
tradiciones y sobre todo una inmensa fuerza de trabajo para el labrado de la
tierra. El resultado es hoy una linda ciudad, famosa por sus productos artesanales,
desde el vino hasta los embutidos: una tentación imperdible para los
amantes de la buena mesa.
El Valle de Traslasierra
El oeste cordobés es como un mundo aparte, tranquilo y de ritmos
propios, crecido en torno a la localidad de Mina Clavero, entre paisajes sinuosos
y variados extendidos en las laderas de las altas sierras cordobesas. El principal
centro turístico del Valle de Traslasierra es Mina Clavero, enmarcado
por montañas y surcado de arroyos, en un terreno que lo hace propicio
para el turismo de aventura. Es muy concurrido el balneario sobre el río
Mina Clavero, cerca del centro de la ciudad, pero sobre todo vale la pena conocer
el lugar donde este curso de agua se junta con el río Panaholma formando
el río Los Sauces: allí sorprende la formación de Los Cajones,
paredes de roca que caen a pico encajonando los ríos en medio de rápidos
y correderas. Desde Mina Clavero sale todo tipo de excursiones de aventura,
ya sea en bicicleta, kayak, parapente, 4x4 o a pie, para pescar o caminar por
la zona serrana. Pero si el interés es más histórico que
activo, conviene no perderse el Museo Rocsen, que da un buen panorama de la
geología, zoología y antropología relacionada con esta
región cordobesa.
Traslasierra está asociada también a la figura del Cura Brochero,
un sacerdote católico que fue pionero en las comunicaciones de la zona,
antiguamente aislada, abriendo con sus mensajeros el camino hoy conocido como
de las Altas Cumbres. La localidad que lleva el nombre del religioso conserva
una Casa de Ejercicios, el Museo Brocheriano y la Iglesia de Nuestra Señora
del Tránsito, donde se encuentran los restos del padre Brochero. Es un
buen lugar para hacer base rumbo a la reserva del Parque Natural Chancaní,
que conserva unas 5000 hectáreas de bosque chaqueño con quebrachos
y algarrobos. En esta reserva viven pecaríes, gatos monteses, perdices
montaraces, el pájaro carpintero negro y la boa de las vizcacheras: naturalmente,
es un lugar ideal para el avistaje de fauna, con un poco de paciencia y con
ayuda de los guardaparques, encargados de informar a los visitantes sobre las
características del lugar.
El variado paisaje de Traslasierra reserva otras curiosidades: hacia el norte
la Pampa de Pocho, una llanura de altura sembrada de palmeras y de volcanes
extinguidos, que destacan sus conos impecables en el paisaje llano, y hacia
el sur el cerro Champaquí, el más alto de las Sierras Grandes.
Se puede hacer base en San Javier para acceder al cerro, situado en el corazón
del antiguo hábitat de los comechingones. También se puede acceder
al cerro desde Villa General Belgrano, en el Valle de Calamuchita: los operadores
de turismo de aventura en la región tienen múltiples propuestas
de trekking y escalada para los más avezados que se animen a llegar hasta
la cumbre. Vale la pena: la amplitud de los paisajes, el perfume de las hierbas
aromáticas y los reflejos de la mica acompañarán durante
todo el camino y formarán parte de los mejores recuerdos al regresar.
Valle de Calamuchita
La capital turística del Valle, entre las Sierras Grandes y las
Sierras Chicas, hacia el sur de Córdoba Capital, se encuentra en Villa
General Belgrano, cuya magnífica ubicación natural fue preferida
por los inmigrantes centroeuropeos –en particular suizos y alemanes–
para convertirla en su asentamiento sudamericano. Antiguamente llamada Villa
Calamuchita, cambiaría de nombre a mediados del siglo XX, en los tiempos
en que recibió a un grupo de alemanes supervivientes del naufragio del
“Graf Spee”.
Villa General Belgrano tiene aires de villa alpina, gracias a sus casitas de
madera, sus techos a dos aguas, las flores que brotan en todos los balcones,
y se esfuerza en revivir en la gastronomía esas tradiciones suizo-alemanas:
el Oktoberfest o Fiesta de la Cerveza que se realiza cada año es uno
de los más claros testimonios de esta intención. Durante la estadía,
además de disfrutar de las sierras y las aguas del arroyo El Sauce o
el río Los Reartes, hay que conocer la cervecería Viejo Munich,
donde late el corazón cervecero local: todo el que entra sale hecho un
experto en el proceso de elaboración de la cerveza. También se
visitan el Museo Arqueológico Ambrosetti, el Museo del Carruaje El Tacú
y el Bosque Encantado de Don Otto, ideal para los chicos.
Saliendo de Villa General Belgrano, hay que pasar por Santa Rosa de Calamuchita,
nacida sobre una antigua estancia de los dominicos en el siglo XVIII, y así
bautizada en honor a Santa Rosa de Lima. Santa Rosa de Calamuchita tiene algunos
balnearios, y sobre todo merece que se visite la Capilla Vieja, que fue reconstruida
sobre la base del antiguo oratorio de la estancia dominica de Santa Rosa.
Dejando atrás Villa General Belgrano, a sólo 35 kilómetros
se encuentra La Cumbrecita, otra encantadora villa alpina a la que se accede
desde Los Reartes o desde Athos Pampa. Desde Los Reartes, el camino permite
divisar las Sierras Grandes y el dique Los Molinos, además del cerro
Champaquí. También se pasa por Villa Berna, un pueblo de origen
suizo. En cuanto a La Cumbrecita, es particularmente encantador: pequeña
y peatonal (sólo los residentes pueden entrar con el auto), es una perlita
enclavada en la sierra, un pueblo tranquilo de aire alpino nacido a la sombra
del cerro del mismo nombre. Al visitarla, no hay que dejar de pasar por La Cascada,
un salto de agua entre los pinos que termina en una depresión de varios
metros conocida como La Olla.
Valle de Punilla
Este valle es uno de los más desarrollados turísticamente
en toda la provincia. Gira en torno a Villa Carlos Paz, la “Mar del Plata”
cordobesa, ya que concentra un turismo numeroso y entusiasta durante todo el
verano, incluyendo su promocionada temporada de teatro. Villa Carlos Paz tiene
una historia semejante a la de otras ciudades cordobesas: nació como
un caserío dentro del casco de la Estancia Santa Leocadia, que con el
tiempo quedaría bajo las aguas del dique sobre el río San Antonio.
Carlos Paz, el dueño de la estancia, decidió reconstruirla en
el emplazamiento actual: así nació el pueblo San Roque, que luego
llevaría el nombre de su fundador. Con el tiempo, hoteles y clubes náuticos
la convirtieron en un importante centro turístico, al que se sumaron
teatros, el casino y discotecas. Hay que visitar en aerosilla el Cerro de la
Cruz, de algo menos de mil metros de altura, coronado por una cruz de 15 metros,
o elegir el sendero peatonal que recorre unos dos kilómetros dentro del
cerro para llegar hasta la punta.
En verano, el agua es la gran protagonista: las orillas del lago San Roque y
el río San Antonio ofrecen balnearios para elegir, y se practican todo
tipo de deportes náuticos. Hacia el sur, vale la pena conocer el Observatorio
Astronómico de Bosque Alegre y la Fundación Cóndor, a las
puertas del Parque Nacional de la Quebrada del Condorito. A sólo 55 kilómetros
de Carlos Paz, este parque fue creado con intención de proteger el hábitat
más austral del cóndor andino. Abarca unas 40.000 hectáreas
y se puede recorrer en bicicleta (cuidando de no dañar las sendas y sin
alejarse de ellas), a caballo o siguiendo las picadas de trekking. Los guías
habilitados por Parques Nacionales llevan a los visitantes hasta los mejores
lugares para el avistaje de cóndores.
Adentrándose, en cambio, en el Valle de Punilla, se pasará por
Cosquín –la tradicional capital del folclore–, con su Museo
Gardeliano y el Museo Cosquín, dedicado a los minerales y las piedras
semipreciosas, y más adelante por La Falda, nacida en torno al ya mítico
Edén Hotel, por donde pasaron Rubén Darío, los príncipes
de Gales y de Saboya, y Albert Einstein, entre otros. Hoy está muy lejos
de aquellas glorias, aunque haya sido convertido en centro cultural, pero aún
parecen revivir en su silueta augusta los fantasmas y los secretos del pasado.
Aquí también, como en Villa Carlos Paz, hay un Reloj Cucú,
donde es obligada la foto de recuerdo. Los itinerarios por el Valle de Punilla
siguen luego, siempre hacia el norte, en Huerta Grande y La Cumbre, situada
a 1141 metros de altura y dominada por un Cristo Redentor que concentra las
visitas en Semana Santa. Imposible no tentarse con los dulces de esta región:
en la Estancia El Rosario se fabrican alfajores y licores que no dejan insensible
a nadie que pase por el lugar. Entre La Cumbre y Los Cocos (que también
tiene aerosilla) se pasa por Cruz Chica, donde se visita El Paraíso.
Es decir, un paraíso terrenal, la finca donde vivió el escritor
Manuel Mujica Lainez, hoy convertida en museo. El último punto es Capilla
del Monte, que –carente de aerosillas y cruces en los cerros, todo un distintivo
de la región– goza de la “única calle techada de América
latina”, un centro comercial lleno de negocios y bares. Poco queda de los
asentamientos comechingones, sin duda, en esta original iniciativa. De ellos
quedan sobre todo las leyendas tejidas en torno al cercano cerro Uritorco, ya
famoso por la supuesta atracción que despierta en los ovnis y seres sobrenaturales.
¿Por qué no probar? Un “encuentro cercano del tercer tipo”
sin duda haría aún más inolvidables las de por sí
encantadoras vacaciones cordobesas.
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