NUEVA YORK > EL WHITNEY MUSEUM OF AMERICAN ART
Situado en la elegante esquina de Madison Avenue y la calle 75, el Whitney Museum of American Art está dedicado íntegramente a exhibir obras de artistas estadounidenses del siglo XX en adelante. Pero también se dedica a promover los nuevos talentos que surgen en todo el territorio de EE.UU. En los últimos años, ha incorporado a su colección modernísimas instalaciones conceptuales y magníficas muestras de video-arte.
Ahí está, El asesino de Manassa, enredado entre la cuerdas y cayendo de espaldas afuera del ring. Ahí está, firme en el cuadrilátero, después de haber despachado su feroz zurdazo, “El Toro Salvaje de las Pampas”. Delante de un gran número de visitantes, Jack Dempsey y Luis Angel Firpo reviven el gran momento de aquella legendaria pelea de septiembre de 1923 en un óleo de George Bellows. La pintura, de un realismo conmovedor, hipnotiza al periodista argentino que buscaba con compulsión las soledades y desolaciones de Edward Hopper. Es que en el Whitney –al igual que en todo gran museo del mundo– mientras uno va en busca de un artista en particular siempre es interrumpido por otros que atraen la atención y determinan que la visita se prolongue indefinidamente. Así, los recorridos pautados con anterioridad –garabateados en desprolijos papeles o servilletas de bares– nunca son cumplidos. Pero son estas contingencias las que enriquecen un viaje por el arte.
Mecenas y escultora Situado en la elegante esquina de Madison Avenue y la calle 75, el Whitney Museum of American Art posee la colección de arte estadounidense más completa de la actualidad. Sus orígenes se remontan a las primeras décadas del siglo XX, cuando en los Estados Unidos la totalidad del ámbito artístico estaba completamente bajo control académico y aún no existía ningún establecimiento que se dedicara exclusivamente al arte de este país. Para esa época, Gertrude Vanderbilt Whitney –una talentosa escultora perteneciente a una acaudalada familia neoyorquina– comienza a trabajar con algunos colegas con el fin de rescatar sus obras y exponerlas para mostrarle al público la pintura contemporánea –los trabajos de los artistas vivos– y no únicamente las viejas obras consagradas. De carácter fuerte y siempre decidida a trasladar sus ideas a la realidad, la joven mujer fue, poco a poco, convirtiéndose en la promotora de la vanguardia de Nueva York. De este modo, habiendo trabado amistad con el grupo de pintores denominado Los Ocho –cuyo objetivo era volver la mirada artística sobre las cosas de la vida cotidiana–, comenzó a organizar pequeñas exposiciones en su pequeño estudio de la calle Mac Dougall, en el entonces bohemio Greenwich Village. En 1914, en una casa vecina a su sitio de trabajo –sobre la Calle 8 Oeste– inauguró la Whitney Studio Gallery. Este fue su primer paso para apoyar y difundir a la nueva camada de talentos. Más adelante, su ambición fue in crescendo: “Hay que crear un museo enteramente dedicado al arte nacional, pero libre de las restricciones oficiales”, comentaba una y otra vez con entusiasmo dentro de su entorno.
Hasta ese momento sólo se acercaban a esa concepción el Museo de Newark, la Phillips Memorial Gallery de Washington y el entonces flamante Museo de Arte Moderno (MoMA), pero los tres eran de índole internacional. Gracias a los aportes de los miembros del club de la institución, el 18 de noviembre de 1931 abrió sus puertas el museo tantas veces soñado. Gertrude donó sus colección de casi 500 obras que fue complementada con la compra de otros cien trabajos de jóvenes que aún no habían sido difundidos en ningún lugar del país. Inspirada en la Société des Independants de París, la señora Whitney fue una de las promotoras y a la vez presidenta de la Sociedad de Artistas Independientes durante más de 15 años y, además, gracias a su fortuna personal, pudo patrocinar la revista The Arts, que se transformó en el portavoz de las vanguardias americanas de la década del 20.
Tradición y vanguardia El crecimiento de las donaciones estaba transformando al Whitney en algo mucho más grande que lo soñado por su fundadora. Y, lógicamente, el espacio de la calle 8 ya no alcanzaba. Enterados de esta situación, las autoridades del MoMA les prestaron a sus colegas, en 1949, un terreno propio en la calle 54. Así, la segunda sede del Whitney se abrió al público el 26 de octubre de 1954 y un proceso similar determinó que finalmente la institución se instalara definitivamente en su ubicación actual de Madison y 75. El modernoedificio de cinco pisos y dos subsuelos, inaugurado oficialmente el 28 de septiembre de 1966, fue realizado por el reconocido arquitecto Marcel Breuer, uno de los más prestigiosos representantes de la escuela Bauhaus de Alemania. El día de la apertura fue presentada una muestra de pintura y escultura denominada: El arte de los Estados Unidos de 1670 a 1966.
Actualmente, la importancia del Whitney Museum es superlativa para los artistas de los Estados Unidos. Parte de su personal viaja durante todo el año a más de treinta puntos diferentes del país exclusivamente para investigar qué es lo que está sucediendo en los ambientes artísticos de esos sitios, muchos de ellos muy alejados de las grandes ciudades. Después de una selección de las obras vistas durante ese recorrido, se organizan al menos tres grandes exposiciones con estos artistas, además de publicar los correspondientes catálogos. En este sentido, la labor del museo es incesante, ya que la publicación de libros y catálogos es una de sus principales actividades y se le brinda la misma importancia que a las muestras.
Por otra parte, el Departamento de Educación prepara conferencias, congresos, reuniones con artistas y críticos y cursos especiales para estudiantes universitarios y personas discapacitadas, eventos que se completan con una nutrida agenda de conciertos, exhibiciones de films y lecturas de poesía.
En los últimos años, a la pintura y la escultura se le han sumado –en salas especiales– la exposición de modernísimas instalaciones conceptuales y magníficas muestras de video-arte, objetos y obras realizadas con las más avanzadas tecnologías.
Paseando entre los grandes El periodista continúa su recorrido atravesando el maravilloso caos del “action painting” de Jackson Pollock, los brillos fulgurantes de Andy Warhol y Roy Lichtenstein, la belleza osada y sensual de las fotos de Robert Mapplethorpe, el desparpajo callejero de Jean-Michel Basquiat. Finalmente, llega a su admirado Edward Hopper y –como tantas veces desde los libros– el gran pintor vuelve a envolverlo en las más perfectas de las desolaciones, en las más bellas de las quietudes, en esos eternos domingos vacíos que uno puede salvar recorriendo un museo.
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