NEUQUEN EN LOS BOSQUES DE VILLA TRAFUL
Ubicada entre Villa La Angostura y San Martín de los Andes –en el corazón del Parque Nacional Nahuel Huapi–, Villa Traful es una pequeña aldea entre las montañas del sur de Neuquén. Un paisaje idílico con picos nevados alrededor del lago, bosques de lenga y ciprés, y un pueblito de sólo 500 habitantes con calles de tierra, tan alejado del mundanal ruido que ni siquiera llega la señal del celular.
› Por Julián Varsavsky
Un desvío de ripio que nace en la Ruta de Los 7 Lagos conduce a un poblado de casas de madera desperdigadas sobre una ladera con vista al lago Traful. Un poco como le ocurrió al viajero curioso de El gran pez (la película de Tim Burton), uno tiene la sensación de haber llegado a un pueblito secreto surgido de un cuento de hadas. De la belleza idílica del paisaje emana una gran placidez: un anfiteatro natural de cumbres nevadas, un lago en el centro, vaquitas y ovejas pastando en los prados, el eco lejano de un hombre hachando un árbol caído y el brillo rojo del sol que enciende las aguas al atardecer.
En Villa Traful no hay asfalto, no ingresa la señal del celular, y faltan rigurosamente las muchedumbres, los restaurantes de alta cocina, los hoteles cinco estrellas, los cibercafés, los bancos con sus cajeros automáticos, el gas natural, el ruido y la contaminación. Un generador provee la luz eléctrica, una simple y conciliadora Comisión de Fomento suplanta a la municipalidad y al intendente, hay un negocio donde se prepara el chocolate artesanal más rico del universo –que aquí se cierra en sí mismo–, y a veces todavía en noviembre caen unos copos de nieve que quedan haciendo equilibrio por la mañana en las ramas de un ciprés.
Lo que abunda en Villa Traful son los arroyos de deshielos bajando por la montaña para alimentar lagos de aguas transparentes, y también un aire con aroma a verde como habrá muy poco en todo el resto del país. También hay añejos bosques de ñires y retamas florecidas de amarillo furioso, y hasta un surrealista bosque sumergido de cipreses cuyos troncos se mantienen en pie en el fondo del lago Traful. Y una tranquilidad inaprensible que hace de Villa Traful uno de los destinos más exclusivos del país, siempre y cuando no se entienda la exclusividad como algo sólo inherente al gran lujo.
Pescadores y turistas La razón principal de que Villa Traful y su entorno sean un santuario natural con excelente estado de conservación es que el pueblo está rodeado en todos sus límites por la zona norte del Parque Nacional Nahuel Huapi. La villa surgió, de manera poco común, en 1936 cuando las autoridades del primer parque nacional del país cedieron el terreno a la provincia –dejando así de tener jurisdicción nacional–, para que ésta se hiciera cargo del loteo y organizara su mínima población, una extraña mezcla de mapuches y norteamericanos instalados en el paraje desde comienzos del siglo XIX.
El perfil turístico de esta villa comenzó a configurarse a raíz de su excelente pesca. Pero cuando esos extraños aficionados a la soledad y a los paisajes de extrema belleza comenzaron a contar las características del lugar donde pescaban, entonces fueron muchos lo que quisieron conocer Villa Traful. Así comenzó el flujo de viajeros con los que los pescadores tuvieron que empezar a compartir el lugar (muchos se arrepienten de haber revelado el secreto). Algunos de esos visitantes decidieron quedarse a vivir, y como de lo único que aquí se puede vivir es del turismo –la caza está prohibida y la pesca es con devolución–, surgieron a cuentagotas algunas hosterías y restaurantes administrados por gente joven que optó por un cambio radical. De todos modos, al menos por ahora, el lugar no ha perdido el encanto de lo virginal. Los complejos de cabañas son apenas cinco, el número de restaurantes otro tanto, y no funcionan todo el año ya que en invierno casi no llegan viajeros. En total el pueblo dispone de 240 camas disponibles en alojamientos turísticos, así que el número de visitantes tiene un límite muy preciso. También hay capacidad para cien personas más que se pueden alojar en carpa o en casa rodante en alguno de los cinco campings del lugar. Villa Traful es por lo tanto un paraíso para el acampante y también para el pescador, ya que según los entendidos en sus lagos y arroyos habita el mejor salmón “encerrado” del mundo, que atrae a pescadores de lejanos países por ese único y curioso motivo.
Villa Traful ha sido en general un circuito alternativo para recorrer desde Bariloche, Angostura o San Martín, que se visita en el día. Pero ahora la propuesta a la que apuntan los locales es al revés: que la gente se instale en Villa Traful –al margen de la globalización–, y si apremia la abstinencia de modernidad, en apenas una hora de viaje se está en alguna de las tres ciudades más cercanas, donde uno puede ir a bailar, gritar, sumergirse en Internet, hacer compras en el shopping y hasta conducir una motocross.
El bosque sumergido El espectáculo mayor del buceo en toda la zona del sur neuquino es el Bosque Sumergido del lago Traful. Son sesenta árboles de hasta 35 metros de altura que permanecen en pie, con sus troncos y sus ramas deshojadas. Y la explicación es que a raíz de un terremoto, un segmento completo de la ladera de la montaña con bosque y todo se desplazó al fondo del lago.
Con una excursión que llega navegando hasta el lugar, los visitantes pueden descubrir a simple vista las copas de los árboles bajo la superficie de las aguas. También pueden verlos zambulléndose en el lago para hacer snorkelling o para bucear en las profundidades, en cuyo caso se requiere tener alguna práctica previa. Si la tiene, la experiencia es alucinante: nadar entre los cipreses sumergidos es como si en verdad se estuviera volando plácidamente sobre un bosque fantasmal.
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