Dom 05.03.2006
turismo

NEUQUEN PALEONTOLOGíA EN EL CHOCóN

Tierra de dinosaurios

En El Chocón, un pueblito de la meseta neuquina, las erosiones liberaron terrenos del Cretácico donde se encuentran grandes cantidades de fósiles de dinosaurios, entre ellos el carnívoro más grande que haya jamás existido, al que los lugareños llaman afectuosamente el “giganoto”.

› Por Graciela Cutuli

En El Chocón todo es pequeño: las calles, las casas, la iglesia, el centro comercial o las salidas de fin de semana por la pequeña costanera que bordea el lago, a lo largo de unos pocos kilómetros. Sin embargo, no siempre fue así. Hace 10 millones de años, “un par de horitas nomás” en tiempos geológicos, en El Chocón todo era gigantesco. Claro que El Chocón no era El Chocón. Era una planicie tropical, de vegetación exuberante, con lluvias que alimentaban una altísima tasa de humedad y, en el horizonte, unas lomas que centímetro a centímetro crecerían para formar los Andes. En aquellos tiempos los árboles, las lluvias, el calor, todo era grande. Y más grande todavía eran los animales que vivían en este lugar tropical que tenía más del infierno que del paraíso. No es casualidad que en El Chocón se hayan encontrado los restos fosilizados del Giganotosaurus carolinii, el carnívoro más grande que haya jamás vivido sobre la Tierra. De grande a chico, una historia de tamaños que tardó 100 millones de años en contarse, y que se puede descubrir en los paisajes y las salas del museo de El Chocón, apenas un pueblito de la estepa neuquina, pero que goza de fama mundial entre los paleontólogos del planeta.

SPIELBERG EN EL CHOCON Fue un golpe de suerte y un golpe del destino. Generalmente se encuentra muy poca proporción de los esqueletos de un dinosaurio. Pero del “giganoto”, como lo llaman –¿se puede decir afectuosamente?– los lugareños, se encontró un 80 por ciento, es decir, casi todo su esqueleto fosilizado. El hallazgo le tocó a Rubén Carolini, un paleontólogo autodidacta que pasaba su tiempo libre recorriendo los cañadones y la estepa de la región en buggies de su fabricación. De mecánico a paleontólogo, el camino es mucho más corto que los 100 millones de años que nos separan del “giganoto” y sus restos. Científico o no, Carolini le legó a la paleontología un importante descubrimiento, y le devolvió a la Tierra el más importante de los carnívoros conocidos que la poblaron.

Los huesos fósiles de este dinosaurio se encuentran en el Museo Ernesto Bachmann, en el estado exacto en que se encontraron. Para completarlo se agregaron sólo algunas partes del esqueleto: el cráneo, por ejemplo, fue reconstituido, pero las piezas fósiles originales se encuentran en vidriera sobre un costado de la sala. Lo más impactante son los afilados dientes, que podrían todavía atemorizar a cualquier tiranosaurio o a los herbívoros de hace 100 millones de años.

De hecho, el museo fue hecho a medida para el Giganotosaurus carolinii. Es lo menos que se podía hacer para el que atrajo la atención del mundo sobre este pueblo escondido en la meseta patagónica. Además de sus restos fosilizados, se lo puede ver –no en carne y hueso sino en estructura de alambres y fibra de vidrio– en otra sala. Esta reproducción en escala 1:1 fue llevada a cabo en los propios talleres del museo, que recrean al Giganotosaurus y otros dinosaurios para muestras, museos y hasta vendieron algunas de sus piezas en Europa. De hecho es uno de los medios de financiación del Museo Bachmann.

Hay que tener en cuenta que esta reproducción a veces no está en el museo de El Chocón, ya que la fama hace viajar al Giganotosaurus por muchas exposiciones a lo largo y ancho del país. En estas ocasiones queda, sin embargo, la reproducción de su cabeza, que cuelga de una pared, y evoca lejanamente a los trofeos de caza colgados sobre la chimenea. Por cierto, un trofeo de caza digno de una película de suspenso al estilo de Jurassic Park. Del Jurásico al Cretácico, las guías del museo de El Chocón cuentan la anécdota siguiente. Años antes de filmar sus famosas películas, Steven Spielberg visitó El Chocón y los fósiles del Giganotosaurus. De ahí a pensar que esto lo pudo haber inspirado, es lo que quieren pensar los lugareños, orgullosos de su pasado cretácico y de este dinosaurio que les trae visitantes tan ilustres. Un dato más: algunos están convencidos de que hasta la vestimenta que usaba Carolini para sus salidas de campo, conun sombrero de vaquero y ropa de aventurero, inspiró al cineasta para vestir a los héroes de su película.

Y hay otra curiosidad: al pie de la reconstitución del Giganotosaurus se encuentra un buggy, un curioso vehículo descapotable, que parece también salido de una película de Hollywood. Es uno de los tres vehículos construidos por Rubén Carolini, con los cuales se pasea campo abierto por toda la región. No se sabe si fue con éste precisamente que encontró al Giganotosaurus, pero se le puede preguntar personalmente, cuando está de paso por el museo los fines de semana.

PISADAS DE DINOS El museo muestra otros fósiles encontrados en la región y diverso material paleontológico que va desde una placa de barro solidificada con huellas fósiles de gusanos y placas de tortugas hasta cómo se hacen las reproducciones de huesos paso por paso, y cómo se extraen los fósiles encontrados en el campo. Tiene también un pequeño sector dedicado a la represa hidráulica y otro a una colección antropológica, con objetos de los primeros habitantes. El museo lleva el nombre Ernesto Bachmann en memoria de un colono suizo, que fue el primero en recolectar y analizar fósiles en la región de El Chocón y Plottier en los años ‘40 y ‘50.

Hoy día, El Chocón está “dinosaurizada” de pies a cabeza (hay pintadas de huellas en las calles y hasta en los baños públicos un señor y una señora dinosaurio indican dónde tiene que dirigirse cada sexo, para dar sólo dos ejemplos). Pero no fue siempre así. Desde 1967, El Chocón era conocido por su represa hidroeléctrica, construida y explotada hasta el año 1993 por Hidronor. Eran tiempos en que la empresa era un modelo de progreso social, y miles de familias vivían de ella en toda esta región de Neuquén. La ola de privatización pasó por el complejo Chocón Cerros Colorados en los años ‘90. Hoy, un puñado de técnicos hace funcionar este gigantesco complejo que provee energía hasta Buenos Aires. Se puede cruzar el dique en auto y pasar así de una provincia a otra. En El Chocón se está en Neuquén. Del otro lado de la represa, y del río Limay que brota de ella, se está en Río Negro. Se puede hacer una visita de las instalaciones para conocer mejor las complejidades de su funcionamiento y la historia de su puesta en marcha.

A orillas del lago artificial, en las afueras de El Chocón, hay un sitio con huellas petrificadas. Donde está hoy el lago, en medio de la estepa árida, había quizás otro lago en la época cretácica, o por lo menos un barrial que guardó la huella de las pisadas de varias especies de dinosaurios. Se las puede ver en dos sitios, protegidos de los turistas por pasarelas, pero no del agua. Desgraciadamente, cuando el lago sube, en época de deshielo, durante el verano, estas huellas quedan sumergidas. Se las puede ver sin embargo con cierta facilidad, porque el agua es cristalina. Desgraciadamente también, la erosión provocada por el agua las borra lentamente, y los dos sitios costeros necesitarían mejor protección.

Estas huellas no son las únicas. A poca distancia está el Cañadón Escondido, una hendidura de 80 metros, cavada por un río en la época cretácica. En su parte más baja, hay más pisadas. Se puede bajar para verlas de cerca, siempre y cuando no haya llovido, para que el barro no impida ni bajar ni subir de nuevo.

OTROS GIGANTES Además del Giganotosaurus carolinii se encontraron otros gigantes cretácicos en la región. Los más sobresalientes son el Rebbachisaurus tesonei, el esqueleto más completo encontrado en América latina por el poblador Lieto Tesone en 1987, y el Andesaurus delgadoi, un tiranosaurio encontrado el mismo año. La abundante comida que había en esta zona húmeda tropical durante el Cretácico llevó a la aparición de animales cada vez más grandes. El supercampeón en la categoría es un herbívoro que se encontró a unos cien kilómetros de El Chocón, en Plaza Huincul. Hasta el “giganoto”, con su 14 metros de largo, sus 4,60 metros de alto y sus 10 toneladas, parecía chico al lado del Argentinosaurus.

La abundante vegetación y las precipitaciones del Cretácico formaron capas de sedimentación que protegieron los esqueletos, la pisadas y hasta restos vegetales y nidos de huevos de dinosaurios. A lo largo de millones de años, este material biológico se mineralizó y fosilizó. Cuando los Andes se formaron, la región se tornó árida y la erosión labró estas tierras sedimentarias, dejando hoy al descubierto las capas del Cretácico. Esto explica por qué se encuentran en la región tantos dinosaurios, y tanto material paleontológico en esta meseta.

En El Chocón, varios equipos trabajan todo el año, buscando fósiles y huesos en el verano, y estudiándolos en el invierno en un laboratorio construido especialmente en las afueras del pueblo para el equipo de científicos.

En este “Parque Cretácico” hay todavía más opciones para fanáticos de dinosaurios. En el paraje de la Antena, a escasos kilómetros del centro del Chocón, hay un tinglado, bajo el cual desde hace varios años un equipo de paleontólogos excava y saca huesos de diversas especies de herbívoros. Se puede ver in situ cómo se trabaja, y cómo se preparan las piezas encontradas para trasladarlas y llevarlas al laboratorio. Un proceso que necesita muchos pasos, y se asemeja bastante a un rompecabezas. Las piezas se envuelven en bochones de yeso para su traslado, y se terminan de sacar de la tierra en el laboratorio para su posterior estudio. En este lugar se ven cortes de tierra, y se ven también claramente las distintas épocas geológicas, diferenciadas por el color del suelo.

Un poco encima de este tinglado, en la cumbre de la loma donde se instaló la Antena que da su nombre al paraje, se tiene la mejor vista de todo El Chocón. Se ven los tres barrios de casas bajas que forman el pueblo, la costa del balneario con su pequeño faro blanco, a orillas del lago artificial. Se ve también la represa y el arco que forma. Se nota también que la orilla de Río Negro es más acantilada que la de Neuquén. A lo lejos, en un rincón de un brazo del lago, se ven las rocas que los primeros exploradores llamaron Los Gigantes. Enormes formaciones rocosas que hoy sobresalen encima de las aguas, y que antes de la represa eran más impresionantes todavía, vistas desde el valle.

Antes de terminar la visita a El Chocón se puede pasar por su capilla, cuya principal curiosidad es una figura de la Virgen instalada sobre un tronco petrificado. Al volver hacia la Ruta 237, que une Bariloche con Neuquén, el último dino saluda a los visitantes desde un promontorio rocoso que domina el lago. Es una réplica de cemento del “giganoto”, que sorprende a los automovilistas y recuerda, como los carteles al borde de la ruta, que El Chocón es la tierra de los dinosaurios, el “Cretassic Park”.

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