MENDOZA > VERANO EN LAS LEñAS
Lagunas, desfiladeros, nieves eternas, arroyos y un paisaje milenario. El Valle de Las Leñas es la puerta de entrada a una región de alta montaña, verdadero paraíso de montañistas y un escenario ideal para excursiones y aventuras.
› Por Graciela Cutuli
Después de muchos vaivenes, el camino de cornisa que en los mapas lleva el nombre de RP 222 desemboca en un valle que parece salido de una postal. En una hondonada surcada por un arroyo, al pie de cerros gigantescos que cierran el panorama por los cuatro puntos cardinales, las construcciones de techo a dos aguas revelan que éste es el punto final de una larga travesía rumbo a uno de los sitios de montaña más atractivos de la Argentina. Es el Valle de Las Leñas, que en invierno está cubierto por un manto de nieve y concentra a esquiadores de todo el mundo, pero en verano descorre el telón sobre un abanico de colores que invitan a recorrer sus rincones a pie, en bicicleta o en vehículos 4x4. Y si fue un año de nieve abundante, también será posible calzarse los esquíes y aprovechar las últimas lenguas blancas que cubren las cimas montañosas hasta casi el final del verano.
Antes de salir, hay que tener en cuenta detalles organizativos para facilitar el viaje: en primer lugar, no todos los vehículos son aptos para transitar por caminos de montaña, que en algunos sectores son de poca estabilidad y visibilidad. Habrá que tener en cuenta que incluso quienes lleguen a la zona del Valle con su propio auto tal vez tendrán que contratar después excursiones en 4x4 para llegar con más seguridad a los lugares más difíciles. Por otra parte, como en toda región de montaña, el que manda es el clima: y aunque el Valle de Las Leñas goza prácticamente durante todo el verano de un clima soleado y despejado, sin lluvias en el horizonte, hay que cuidarse de la fuerza del sol y del viento, una presencia constante que a veces roza la inclemencia. Finalmente, como una porción importante del turismo de verano es alimentado por el complejo de hoteles que funcionan en el Valle y organizan paquetes con todo incluido, los cupos para las excursiones por los alrededores suelen llenarse con rapidez: el primer día de la estadía es conveniente organizar las distintas salidas y reservar los lugares correspondientes en la pequeña agencia de turismo que funciona en el complejo. Para alojarse, una opción son justamente los hoteles del complejo de Las Leñas, que incluyen desde un cinco estrellas con spa hasta apart-hoteles y departamentos de distintas categorías y servicios. En algunos paquetes están incluidas las excursiones más cercanas y varios trekkings por los alrededores, en general de una exigencia accesible para quien tenga un mínimo de preparación física, aunque no aptos para chicos por su duración y las dificultades de caminar largo tiempo en la montaña. Además hay que verificar que las condiciones de tiempo y la presencia o no de nieve, por ejemplo, permitan llegar a los lugares acordados. Otra alternativa interesante es alojarse en Malargüe, donde abundan las cabañas para turistas y se cuenta con la ventaja de disponer de los servicios de una ciudad, cerca de otros puntos de interés turístico en la región.
Uno de los primeros en recorrer el actual Valle de Las Leñas fue el botánico Peregrino Strobell, que partió desde Curicó, en Chile, hacia los Andes argentinos en busca de especies vegetales para clasificar. Al pie del cerro Torrecillas –uno de los que dominan este valle junto con Los Fósiles, El Collar y Ponce–, Strobell comprobó el predominio de un arbusto leñoso de tronco amarillo, al que los indígenas llamaban coli mamul: así el lugar empezó a llamarse Valle de Las Leñas Amarillas, hasta que con el nacimiento del centro de esquí, en los años ’80, el nombre se acortó definitivamente. Algunos años antes habían comenzado estudios intensivos para elegir la ubicación de un nuevo centro de deportes de invierno capaz de hacerle competencia a Bariloche, y Las Leñas resultó ideal: situado en la zona media de la Cordillera, sobre su eje norte-sur, con un clima templado que promedia los 16 grados sobre base anual y escasa humedad, prometía nieve abundante y extensas pistas naturales. Al mismo tiempo, la zona reveló su enorme potencial para el turismo veraniego, cuando los “mochileros” de ayer se convirtieron en los aficionados al “turismo aventura” de hoy.
El cerro Las Leñas es uno de los iconos del valle, con su rara cumbre puntiaguda –a 4351 metros de altura– que hace pensar en el cráter de un volcán al que le falta la otra mitad. Los más preparados pueden intentar el ascenso, sin olvidar que requiere mucho esfuerzo físico y que la altura hace faltar el aire. Incluso en el Valle, a sólo 2200 metros de altura, hay quienes se sienten más cansados y tardan un poco en aclimatarse, así que 2 mil metros más arriba la diferencia puede ser notable.
La salida comienza a las ocho de la mañana en el Puesto de Don Chicho, y el primer tramo es una cabalgata de unas cuatro horas. Después del mediodía hay que dejar los caballos para subir hasta la precumbre en un trekking que lleva alrededor de dos horas y media. Entre arroyos y yeseras, más un desfiladero que obliga al rappel, se llega a la cumbre después de una travesía inolvidable que brinda un increíble panorama de las montañas que rodean el Valle.
Mucho más tranquila y accesible es la visita al Pozo de las Animas, situado a pocos kilómetros del complejo hotelero del Valle de Las Leñas. Este sitio de sugestivo nombre, técnicamente llamado “dolina”, es un conjunto de dos enormes cavidades o depresiones al nivel del suelo, que revelan al asomarse un espejo de agua dulce de intenso color verde. Se trata de una formación geológica producida cuando los depósitos subterráneos de yeso, como consecuencia de la acción de las napas freáticas y las filtraciones, generan grandes cavernas bajo la superficie; poco a poco, el terreno se va hundiendo y formando estos enormes conos llenos de agua. Las dos grandes formaciones del Pozo de las Animas –de 265 y 300 metros de diámetro, respectivamente, con unos 21 metros de profundidad– están unidas hoy día por una pared muy delgada, que probablemente forme en el futuro una sola gran cavidad. Basta pararse al borde de las dolinas, situadas sobre la misma RP 222 que lleva a Las Leñas, para comprender el sentido del nombre: el soplar del viento se oye como un silbido grave que no podía sino inspirar leyendas sobre las almas en pena. Ya para los indígenas de la región, que llamaban al lugar Trolope-Co (“agua de los muertos”), era un lugar donde rezaban y lloraban las ánimas de los difuntos.
A unos seis kilómetros del Pozo de las Animas, también sobre la RP 222, otras aguas atraen al turismo: son las termas de Los Molles, cuyo complejo hotelero –abierto todo el año– permite el acceso a dos piletas terapéuticas de aguas sulfurosas y ferrosas. Las termas están a 1900 metros de altura, y ofrecen tratamientos contra problemas respiratorios y dermatológicos; también hay fango natural rico en sales, que se utiliza para tratamientos localizados.
En la margen izquierda del río Salado, al noroeste de Los Molles y después de cruzar un puente sobre el río, aparece inesperadamente en un rincón de la montaña un espejo de aguas color verde esmeralda, de unos 80 metros de diámetro, bordeada de escarpadas paredes de piedra. Es la laguna de la Niña Encantada, probablemente el antiguo cráter de un volcán rodeado de coladas basálticas negras generadas por alguna erupción. Bajo la superficie transparente se ven nadar numerosos peces, y también es un lugar privilegiado para practicar buceo de altura: todos los días, un grupo de buceadores experimentados invita a descubrir los secretos del fondo y sus habitantes. Ascendiendo unos metros por la ladera de la montaña junto a la laguna, la visión del conjunto es deliciosa, y hace comprender por qué el lugar inspiró tantas leyendas: se dice que aquí una princesa india llamada Elcha (“Espejo”), enamorada de un joven plebeyo de su tribu, decidió huir con él cuando supo que había sido prometida con fines políticos al príncipe de una tribu rival. Pero, en su apresurada huida, Elcha y su amante se perdieron, y cuando se vieron a punto de ser capturados chocaron con una laguna a la que decidieron arrojarse. Sus perseguidores, al asomarse, se convirtieron en piedra, y todavía hoy sus imágenes podrían verse en el fino cristal de la laguna. Esta leyenda se mezcla con otras sobre el canto de orgullosas sirenas, y sobre un juego de apuestas con el diablo donde el demonio fue engañado por distraerse mirando las aguas de la Niña Encantada.
Para llegar hasta otra laguna encantada, bastante más arriba, es preciso en cambio subirse a los vehículos 4x4 que ofrecen la travesía hasta la laguna Escondida y la Cueva de Hielo (esta cueva no siempre es accesible, ya que si hay demasiada nieve la entrada queda tapada y no se puede acceder, aunque este detalle no siempre es informado). Hasta esta zona, situada a pocos kilómetros de la frontera con Chile y del lugar donde cayó el avión con los uruguayos que estuvieron tantos días perdidos en la Cordillera, se puede llegar también en cabalgatas, por un paisaje extraordinario de montaña donde abundan los rincones maravillosos. La laguna muestra una tersa superficie celeste, alimentada por el deshielo de la nieve que subsiste aun en pleno verano. Las excursiones ofrecen muchas veces pequeños trineos para deslizarse sobre la nieve justo al lado de la laguna, una diversión que ninguno de los chicos quiere perderse. Hay que recordar que, aunque sea pleno verano, por la altura en este lugar siempre hace frío, y conviene llevar alguna ropa para cambiarse después de jugar en la nieve, ya que espera un largo trayecto de regreso.
En esta región también es tradicional la excursión a Valle Hermoso, donde corren los ríos Tordillo y Cobre, con justicia considerado como uno de los lugares más lindos de la Argentina. Es una visita que lleva prácticamente el día y atraviesa caminos de montaña en plena Cordillera. Pura montaña, ríos, formaciones rocosas de formas caprichosas y el silencio de un paisaje inmenso y armonioso son las únicas compañías que esperan al llegar a este lugar de rara belleza, que atrae a los turistas más amantes de la montaña y la aventura. El valle está delimitado por dos grandes cordones que rematan con altos paredones, quebrados por los valles intermedios y dos lagunas. En el arroyo que desemboca en la unión de los ríos Tordillo y Cobre, abundan la trucha arco iris y salmonada, toda una tentación para quienes practican la pesca con mosca.
Ya de regreso en el Valle de Las Leñas, vale la pena visitar el pequeño museo local (consultar los horarios de apertura), donde se conservan fósiles hallados en la zona y testimonios de la construcción del complejo, además de objetos todavía recientes, pero que ya van formando parte de la historia del lugar: entre ellos los primeros esquíes que se alquilaron en el Valle, y las publicidades que en los años ’80 anunciaban su inauguración en las revistas masivas de la época. También hay información sobre la riqueza arqueológica de la zona (una excursión muy demandada permite visitar a un grupo de arqueólogos durante su trabajo de campo), y mapas que permiten descubrir la singular conformación del Valle.
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