PERU > LA CELEBRACIóN DEL INTI RAYMI
Cada 24 de junio se revive en la fortaleza de Sacsayhuamán, ubicada a dos kilómetros de Cuzco, una teatralización del Inti Raymi o Fiesta del Sol, que originalmente era dirigida por el propio inca. Hoy en día es una fiesta popular que atrae a unas 100.000 personas por año y que también se está recuperando en el norte argentino.
› Por Julián Varsavsky
Todos los años durante el solsticio de invierno se realizaba en la antigua capital del Imperio Inca una deslumbrante celebración en homenaje al Sol. Todo comenzaba en el momento exacto en que el globo incandescente se perfilaba sobre la línea del horizonte y el inca elevaba los brazos al cielo exclamando: “¡Oh, mi sol!, envíanos tu calor y que el frío desaparezca”. Entonces la multitud entonaba en coro una alabanza a media voz que luego se transformaba en llanto, llegando a un clímax religioso y emocional. En el siguiente ritual el inca brindaba con dos vasos de oro llenos de chicha. Con el de la mano izquierda bebían sus parientes, mientras que con el de la derecha vertía el líquido en un tinajón de oro.
La celebración original del Inti Raymi se realizaba en la plaza de Huacaypata –hoy Plaza de Armas de la ciudad de Cuzco–, extendiéndose también a la mayor parte de las poblaciones del Tahuantisuyo. La totalidad de los habitantes de Cuzco asistía a las rogativas –quizás unas 100 mil personas– y el evento era considerado el punto de partida del nuevo año. Según el testimonio de Garcilaso de la Vega, el día de la celebración mayor concurrían “los curacas, señores de vasallos de todo el imperio con sus mayores galas”. Para la ocasión solían traer a los “mallki”, unas momias de nobles ancestrales que eran colocadas en sectores privilegiados para que pudiesen presenciar la ceremonia.
La preparación era estricta, ya que en los tres días previos no comían más que un poco de maíz blanco crudo y algunas yerbas llamadas chúcamy. En todo ese tiempo no encendían fuego alguno en toda la ciudad y los hombres se abstenían de dormir con sus mujeres. El día de la ceremonia, el inca y sus parientes esperaban descalzos la salida del Sol en la plaza. En penumbras la multitud guardaba un profundo silencio. Algunos estaban disfrazados de fieras y animales mitológicos. Luego se sacrificaba una llama blanca a la que se le extraía el corazón palpitante, un acto que servía para vaticinar el año venidero (en sus vísceras se podía leer el futuro). Colocados en cuclillas –el equivalente a estar de rodillas para los indios– con los brazos abiertos y lanzando besos al aire, recibían al astro rey. Después todos iban a Sacsayhuamán a adorar al Sol. Los curacas entregaban las ofrendas que habían traído de sus tierras y luego el cortejo volvía a la plaza, donde se realizaba el sacrificio masivo del ganado ante el fuego nuevo que se encendía utilizando como espejo el brazalete de oro del sumo sacerdote. La carne de los animales era repartida entre todos los presentes, así como una gran cantidad de chicha, con la que los festejos continuaban durante los días siguientes.
En su versión original, que duraba nueve días, el Inti Raymi tenía un significado simbólico muy elaborado. Según la cosmovisión indígena, el Sol (Tata Inti) tenía una complementariedad energética con la madre tierra (Pachamama), de la cual surgía la vida en el mundo terrenal (Kaypacha) y se extendía al reino de los cielos (Janajpacha), alcanzando el inframundo (Ukhupacha).
El regreso del Inti Raymi Con la conquista, la ceremonia fue suprimida por el virrey Francisco de Toledo en 1572, por considerarla una fiesta pagana, opuesta a la religión católica, así que la tradición del Inti Raymi se perdió por varios siglos. Hasta que en 1944 un grupo de intelectuales y artesanos cuzqueños decidió recuperarla y comenzaron a armar un gran espectáculo, con su correspondiente guión en quechua, en las ruinas de la fortaleza de Sacsayhuamán. El guión de la fiesta fue escrito por Faustino Espinoza Navarro de acuerdo con los documentos testimoniales del Inca Garcilaso de la Vega. Con el tiempo el Inti Raymi se convirtió en una celebración popular que atrae a más de 100 mil personas.
Hoy en día la celebración tiene un carácter distinto, con un espectáculo dirigido a los cuzqueños en general –que lo reciben con fervor– y también a turistas que llegan de muchos países a observar una ceremonia muy particular. Los espectadores aguardan desde antes del amanecer en la explanada de Sacsayhuamán, donde están como en una especie de estadioarqueológico al cual ingresa el cortejo transportando al inca –una mezcla de devoto con actor– y se representa el sacrificio de una alpaca (que no muere). Pero los participantes se toman muy en serio su papel y el espectáculo es un derroche de colorido, música y danzas.
Al “soberano” lo traen sentado en su trono de oro de 50 kilogramos de peso, llevado en andas por los cargadores. Además lo acompaña un séquito de “importantes funcionarios”. Detrás vienen las mujeres indígenas con faldas bordadas y blusas multicolores, trayendo unas ramas de cedroncillo con las que ahuyentan a los malos espíritus. El inca, por su parte, trae cuatro hojas de coca que lanza hacia los cuatro puntos cardinales. Se dirigen a la Plaza de Armas de la ciudad y al llegar se escuchan soplos de caracolas, quenas y tambores. Luego comienzan a desfilar los grupos de personas ataviadas con vestimentas indígenas de gala. Los bailarines despliegan cuidadas coreografías y la muchedumbre recibe con júbilo al inca. Entre los asistentes se reparte “zancu”, un pan ceremonial de maíz preparado por las vírgenes del sol, y mucha chicha, la bebida andina fermentada por excelencia. La ritualidad también aflora entre los asistentes comunes, que se dedican a alimentar a la Pachamama abriendo hoyos en la tierra para dejarle alimentos, bebidas, cigarros y hojas de coca. De esa forma, se considera que se le está devolviendo a la madre tierra “una parte de todo lo que nos da”.
En el norte argentino también se está recuperando la tradición de celebrar el Inti Raymi. En la provincia de Jujuy la Fiesta del Sol se viene realizando desde hace 16 años todos los 21 de junio en la localidad de Huacalera. El evento se organiza con la presencia del grupo Willkanina y participan invitados de toda la provincia, turistas y habitantes del pueblo. En Abra Pampa y en Tilcara también está cobrando cada vez más auge la fiesta, y en San Salvador de Jujuy los terrenos de la futura Universidad Indígena Inti Ayllu sirven de sede para que el Grupo Mayra de música y danza organice una vigilia el 20 de junio para aguardar la salida del sol en medio de conciertos de música andina.
Cuando el noveno inca Pachacute Yupanqui rediseñó la ciudad de Cuzco, alrededor de 1438, le dio la forma de un puma acostado. Y la zona donde se encuentra la fortaleza coincide con la cabeza de ese animal sagrado para los incas. A Sacsayhuamán se llega por la carretera que une Cuzco con el Valle sagrado de los Incas. Se puede ir caminando por un sendero peatonal de apenas dos kilómetros, aunque los 3700 metros de altura se pueden hacer sentir.
Del conjunto original de Sacsayhuamán queda apenas el 20 por ciento original, ya que los españoles desarmaron sus muros para hacer las casas e iglesias de Cuzco. Se cree que la finalidad de la fortaleza era defenderse de las tribus invasoras que amenazaban al Imperio Inca. La construcción duró unos 50 años y sus enormes piedras de hasta 9 metros de alto están encajadas a la perfección y por supuesto carecen de cualquier tipo de pegamento. En el interior de la fortaleza hay túneles subterráneos, anfiteatros y santuarios relacionados con el culto al agua. Si bien se cree que fue una fortaleza militar donde se entrenaban batallones guerreros, hay dudas al respecto, ya que por su arquitectura podría haber sido también un templo religioso dedicado al Sol.
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