CALAFATE > INVIERNO EN LOS GLACIARES
Vacaciones de invierno es temporada baja en El Calafate. Hace frío, por supuesto, pero todo está cubierto por un manto de nieve y las excursiones se realizan normalmente, excepto por el trekking y con el agregado del patinaje sobre el sector del lago Argentino que se hiela.
› Por Julián Varsavsky
Un hecho que los calafateños aprecian cada vez más es que el pueblo que sirve de base para visitar el famoso glaciar Perito Moreno está rompiendo de a poco la estacionalidad. Esto significa que, a pesar de los flujos variables de visitantes, durante todo el año están llegando viajeros de diversas nacionalidades y también residentes en el país. Y lo hacen incluso en pleno invierno, aunque el límite lo pone la falta de vuelos suficientes para cubrir la demanda.
La temporada invernal es lógicamente muy fría y los días son cortos –aunque el promedio del mes de julio es de 2 grados centígrados–, pero los servicios de los mejores hoteles están adaptados a la situación (además en invierno las tarifas son un poco más económicas). Aquellas personas que directamente odien el frío lo mejor es que visiten los glaciares en otro momento, pero quienes no lo sufran o directamente disfruten de la nieve tienen razones extras para venir en el invierno. Las únicas excursiones de las tradicionales que se suspenden son los dos trekking sobre el glaciar y otras secundarias como el bosque petrificado de La Leona o la visita a la estancia Cristina. El resto de los paseos se puede hacer de la misma manera que en verano, con el agregado del gran atractivo que tiene el paisaje nevado. En su mayoría los árboles no tienen hojas, pero en sus ramas se posan unos suaves copos de nieve que cuando el cielo se despeja parecen chisporrotear con los rayos del sol. Las montañas, por su parte, se vuelven lisas en la superficie y están sobrecargadas con una masa de nieve brillante que les redondea la punta.
Viajar a El Calafate en invierno también es la posibilidad de hacer realidad el sueño de patinar sobre una laguna congelada. El lugar se llama Bahía Redonda, una sección de cinco kilómetros de diámetro en la margen sur del lago Argentino que se congela todos los inviernos, a ocho cuadras del centro del pueblo. En total son mil hectáreas de aguas congeladas que tienen una profundidad menor a un metro y una firmeza que permitiría incluso andar en auto por encima. Desde el año 2003 es la pista de patinaje oficial del lugar –aunque los pobladores la venían usando desde mucho antes–, donde se realiza cada invierno la Fiesta Nacional del Hielo.
La gran novedad de este año en El Calafate fue la inauguración a 11 kilómetros del pueblo de un parque de nieve que a largo plazo apunta a convertirse en un centro de esquí. Las instalaciones cuentan con una aerosilla de última generación que sube 1300 metros sobre una montaña de la cadena Huyliche, hasta lo alto de un cañadón conocido como Olla del Chingue. Y desde allí –con una increíble vista del lago Roca– se puede bajar esquiando a lo largo de 3 mil metros de pistas (aunque por ahora está funcionando solamente el medio de elevación llamado poma, que es un sistema de arrastre de los esquiadores). Dos de esas pistas están catalogadas para nivel intermedio, otra es para esquiadores avanzados y una tercera es de esquí extremo. Además, a futuro se piensa habilitar circuitos de esquí de fondo. En la base del cerro hay un restaurante que es parte del complejo en su totalidad, que surgió por impulso de la municipalidad y luego fue entregado en concesión a un empresario local.
Una propuesta exclusiva del invierno en El Calafate es una increíble excursión en 4x4 por la montaña nevada. El itinerario se inicia en la Ruta 15 y llega a la estancia Huyliche. A partir de allí se trepa la montaña por un camino que antiguamente iba hacia Chile y que pone a prueba la pericia de los experimentados choferes. En el trayecto se cruzan varias tranqueras a medida que se va ganando altura hasta llegar al primer mirador, ubicado a unos 900 metros sobre el nivel del mar. Desde este punto se observa el cuerpo principal del lago Argentino, la bahía Redonda congelada, la cordillera de los Andes con todos sus picos nevados y el pueblo de El Calafate. Los grandes cañadones se suceden unos a otros y cada tanto aparecen rocas solitarias que no pertenecen al lugar sino que fueron transportadas desde muy lejos por el hielo de los glaciares en la última glaciación, hace unos 20.000 años. Y el camino sube por una senda cada vez más complicada que en algunos momentos requiere de varios intentos con marcha atrás hasta superar el obstáculo. Pero a no preocuparse, porque los precipicios están lejos. Con un duro esfuerzo del vehículo se llega hasta la estancia Anita, donde comienza la segunda parte del paseo. Allí se dejan las fieles camionetas y se abordan otras adaptadas con unas orugas especiales para circular sobre terrenos con más de un metro de nieve. A esta altura toda la superficie de la montaña está cubierta por una capa de nieve cuyos fulgores transmiten la sensación de estar inmersos en la Antártida.
Para muchos es ahora cuando comienza la verdadera diversión. Porque la fuerza de las orugas se utiliza para remolcar unas bananas inflables que llevan encima, como a lomo de caballo, a los sorprendidos turistas. De inmediato se inicia una guerra ecológica donde los misiles son las bolas de nieve, mientras se viaja hasta el Parque de Nieve llamado Mil Outdoor Adventure. Una vez en el parque hay más diversiones. Allí están las tablas de snowboard, las asombrosas bicicletas de nieve, los trineos y culipatines, las raquetas y bastones para caminar sobre la nieve. Por último los choferes preparan una churrasqueada de campo que se sirve al aire libre o adentro de una carpa con la comodidad de sillas y mesas. Y después de dos horas disfrutando de este mundo blanco todos quedan agotados y contentos, luego de haber transitado lugares casi intransitables con nieve virgen.
Una de las excursiones más novedosas que se inauguraron en El Calafate en los últimos años es la posibilidad de dormir en un pequeño crucero, navegando frente al glaciar. La alternativa es particularmente válida en invierno, ya que tras los grandes ventanales de la embarcación se pueden observar los hielos al calorcito de una salamandra.
El crucero Leal –de la empresa Marpatag– mide 20 metros de eslora y dispone de siete camarotes. Se lo utiliza para apreciar los paisajes casi en soledad, desde la comodidad de un sillón y visitando también lugares a donde no llega nadie más. Pero lo que marca la gran diferencia es que se disponen de dos días completos –y una noche–, para dedicarse exclusivamente a contemplar los témpanos y las paredes de hielo con todo el rango de matices que ofrecen los cambios de luz.
Al tomar el brazo norte del lago Argentino aparecen los primeros témpanos recién desprendidos del glaciar Upsala, que parecen acorazados de hielo que se agrietan con facilidad. El atardecer encuentra a los viajeros frente al glaciar Spegazzini, que a simple vista parece un río de hielo que desciende por una ladera rocosa y se precipita en el lago de manera abrupta.
El ancla se lanza en la tranquilidad del Puesto Vacas y en la noche algunos pasajeros se dedican a estudiar el mapa estelar. Después del desayuno la proa va rumbo al canal de los Témpanos, desembocando en el glaciar Perito Moreno que se observa desde 300 metros de distancia y con una perspectiva más “humana” que permite captar su verdadera dimensión (algo imposible desde las pasarelas). A las 17 horas llega el desembarco y todo el mundo se lleva consigo la certeza absoluta de casi haber alcanzado con la mano la esencia del glaciar.
La segunda excursión más importante que se realiza desde El Calafate –y que para no pocas personas resulta ser la mejor– es la navegación al glaciar Upsala. En invierno no se suspende y como tiene una parte al aire libre conviene irse bien abrigaditos. La excursión parte desde Puerto Bandera en un cómodo catamarán que se desliza por las aguas diáfanas del lago Argentino. Tras los ventanales se despliega un gigantesco valle montañoso que prácticamente encierra la embarcación a los cuatro costados.
Cuando en la lejanía aparece el encendido resplandor del glaciar, un silencio reverencial se apodera de los pasajeros. A un costado pasan el primero, el segundo y el enésimo témpano, que quintuplica el tamaño de la embarcación. El bloque de hielo es como un galeón celestial de 30 metros de altura con traslúcidas paredes, e impresiona pensar que esa gran mole reproduzca su tamaño seis veces por debajo del agua.
Las formas, tamaños y colores de los témpanos son tan caprichosos y cambiantes como las nubes. Los hay de varias puntas, con forma de pirámide casi perfecta, y están los que parecen un submarino que se insinúa apenas en la superficie del agua con su periscopio. Otros se asemejan a una meseta que nace en las profundidades del lago, y está aquel con insinuaciones helicoidales. Más atrás, un témpano sumergido asoma un pequeño triángulo, como la aleta de un tiburón. Algunos se acercan ocultos con el sigilo de un cocodrilo y otros parecen pequeños barquitos de juguete meciéndose a la deriva.
El catamarán se interna por el brazo Upsala del lago Argentino hacia la bahía Onelli. Allí se hace un desembarco para realizar una breve caminata en medio de un bosque de lengas hasta uno de los paisajes más espectaculares de toda la Patagonia. Donde termina el sendero se abre un pequeño valle con una laguna colmada de pequeños témpanos que flotan muy cercanos uno del otro. Y desde la orilla da la sensación de que se podría cruzar el lago a los saltos entre témpano y témpano. Pero lo más asombroso está justo detrás del lago –a unos 500 metros–, donde confluyen tres glaciares que parecen caer desde lo alto de las montañas: son los glaciares Onelli, Bolado y Agassiz.
Desde el punto de vista paisajístico, el glaciar Perito Moreno es tan majestuoso en invierno como en verano. La desventaja es el frío, que trae aparejado el beneficio de la nieve, que le otorga al entorno un encanto muy especial. Luego de una tormenta la nieve invade las pasarelas con una fina capa que no impide transitar. Aunque lo recomendable es llevar algún calzado cómodo y algo resistente a la humedad. La ventaja principal es que en invierno las pasarelas suelen estar bastante desiertas y uno se puede dar el lujo de un encuentro a solas con el imponente glaciar. Después, todo es absolutamente igual... uno puede estar observando distraídamente el panorama, y que sin previo aviso ocurra una explosión descomunal y un gran bloque de hielo se desprenda del frente del glaciar. Este nuevo témpano cae como en cámara lenta, se hunde y sale a flote otra vez para fluir hacia la derecha siguiendo el curso del canal. Otras veces son paredes completas las que se desploman hacia adelante como un árbol, produciendo olas y un estrépito que retumba en todo el valle. El primer impulso ante la explosión es el de salir corriendo como si se viniera el mundo abajo. Pero al rato uno se acostumbra a un eco casi permanente de pequeños y grandes estallidos que parecen tiroteos lejanos, o incluso algún cañonazo atronador que hace vibrar las pasarelas en su propio quicio. Detrás de esa muralla parecen sucederse violentas tempestades, o también guerras secretas con remansos de paz que son rellenados por el rumor constante del agua que corre y el sonido del viento cortado por las filosas puntas de hielo.
Detrás de la escarpada pared del frente glaciario se entrevén millares de picos de hielo que parecen cúpulas amontonadas en forma caótica, una detrás de la otra. Incontables catedrales transparentes simulan estar sepultadas bajo el hielo, vislumbrándose apenas la forma puntiaguda de sus ruinosas cúpulas. También hay torres de hielo que quedaron a medio caer y parecen edificios inclinados como la Torre de Pisa. Por eso el frente del glaciar es como una gran muralla agrietada –dejando traslucir entre las “hendijas” sus entrañas azules– que se regenera a sí misma derrumbándose todo el tiempo pero sin terminar nunca de caer.
Cómo llegar: El pasaje de avión por Aerolíneas Argentinas cuesta $ 600 ida y vuelta a El Calafate. Conviene reservar con antelación. Un paquete con tres noches de alojamiento, seguro médico, transfers y excursión al Perito Moreno cuesta $ 1089. www.topdest.com.ar
Dónde alojarse: El hotel Ariel es una alternativa de dos estrellas donde la habitación doble cuesta $ 135 desde julio a septiembre. Tel.: 02902493131 www.hotelariel.com.ar
El hotel Michelángelo es una alternativa de tres estrellas y la habitación doble cuesta $ 150. Tel.: 02902-491058, www.michelangelohotel.com.ar.
Cómo moverse: Cruceros Marpatag ofrece un programa de dos días y una noche que cuesta u$s 395 por persona en base doble, incluyendo dos días de navegación, una noche de alojamiento en cabina con baño privado, pensión completa y traslados desde El Calafate. Más información en www.crucerosmarpatag.com Tel.: 5031-0756
La navegación al glaciar Upsala cuesta $ 278.
Mil Outdoor Adventure realiza la excursión Winter Experience en 4x4 ($ 108). Sitio web: www.miloutdoor.com Tel.: 02902-491446/37
Dónde informarse: Centro de Información Turística de Santa Cruz. Suipacha 1120 Sitio web: www.epatagonia.gov.ar
Dónde comer: El restaurante Pascasio se especializa en platos de cordero preparados por un chef de alta cocina. Un ejemplo es el lomo de cordero al horno regado con una salsa especial, acompañado con un riñoncito, echalotes, un bouquet de hojas verdes y un tomate cherry. El restaurante queda en 25 de Mayo 52. Tel.: 492055
El restaurante Casimiro Biguá combina platos patagónicos con las especialidades de la cocina mediterránea. Queda en Libertador 963. Tel.:492590
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