ANTARTIDA > EXPEDICIONES AL UNIVERSO BLANCO
Más cerca del infinito que de la realidad, la Antártida es el cuarto continente más grande del planeta y una de las pocas regiones del mundo que todavía no ha sido contaminada por el hombre. Con sus enormes catedrales de hielo que parecen tocar el cielo y paisajes de deslumbrante blancura, es el paraíso de científicos y de nuevos viajeros, ávidos por descubrir los misterios de estas tierras silenciosas.
› Por Marina Combis
En 1773, el capitán James Cook cruzó por primera vez el Círculo Polar Antártico, una línea imaginaria debajo de la cual, durante el verano, el sol permanece visible sobre el horizonte durante todo el día. A bordo del “Endeavour”, Cook no llegó a divisar el nuevo continente, pero sin saberlo estaba dando el primer paso para la exploración de los hielos australes. Recién en las primeras décadas del siglo XIX, parte de la costa y algunas islas fueron vistas ocasionalmente por barcos balleneros y cazadores de focas que recorrían los mares del sur. Las primeras expediciones a la Antártida fueron realizadas años más tarde por Dumont D’Urville y por Charles Wilkes, que bautizó con el nombre de Continente Antártico este increíble paisaje blanco.
Catorce millones de kilómetros cuadrados tiene el enorme continente que rodea el Polo Sur, inhóspito y maravilloso al mismo tiempo. Como un brazo que se extiende desde este paisaje de hielos eternos y montañas vigilantes, la península Antártica proclama su cercanía con nuestras costas. Separada de la Argentina por el Pasaje de Drake, está limitada por el Mar de Weddell al este, en contacto con el océano Antártico, y por el Mar de Ross al oeste, frente al océano Pacífico. Por ser el sector antártico más cercano a toda otra tierra –a sólo 800 kilómetros de Tierra del Fuego–, fue el camino elegido por exploradores, balleneros, científicos, naturalistas y viajeros de todo el planeta. En un entorno de inmensas y luminosas masas de hielo, la península alberga la mayor parte de las bases instaladas por los países firmantes del Tratado Antártico.
La Antártida constituye la primera y más importante reserva de agua potable del planeta. El casquete de hielo que la cubre alcanza en vastos sectores más de cuatro kilómetros de espesor. El clima es extremadamente frío y alcanza temperaturas medias bajo cero, con fuertes vientos y tormentas de nieve durante el invierno. El paisaje está surcado por cadenas montañosas alumbradas por el particular magnetismo de blancas montañas y volcanes todavía activos que alcanzan los 5 mil metros de altura. Imponentes glaciares bajan de las alturas hacia el mar, formando bloques donde las tempestades parecen quedar congeladas en el tiempo. De cuando en cuando, grandes trozos de hielo se desprenden para alimentar con agua dulce esos mares imposibles, donde los gigantescos icebergs salen a navegar por el mundo.
La vegetación es muy escasa y sólo sobrevive en los sectores más cercanos al mar, que pierden su cobertura de nieve durante el breve verano antártico, y en los terrenos rocosos donde asoman algunos líquenes, musgos y algas. Pero los verdaderos habitantes de estos mares de hielo son las ballenas Yubarta, que en verano llegan en busca de alimento; los lobos marinos, algunas aves y las pobladas colonias de pingüinos, los aristócratas de las tierras del sur.
Todavía a principios del siglo XX, la península Antártica y sus mares adyacentes eran uno de los escenarios más activos para la caza de ballenas, que por varias décadas tuvo una intensa actividad en los mares australes. En 1819, el inglés William Smith desembarcó en una pequeña isla que bautizó con el nombre de King George, como homenaje al rey Jorge III. Este lugar habría de convertirse en una de las bases para la caza masiva de focas antárticas –que se detuvo recién en 1921– y también en uno de los centros de la actividad ballenera. En el Fondeadero Visca, curiosamente, se encuentran los huesos de una ballena que el comandante Jacques Cousteau armó sobre la playa con diversas piezas que encontró en la zona.
La primera empresa de este tipo establecida en la Antártida fue la Compañía Argentina de Pesca, fundada por el marino, explorador y ballenero Carl Anton Larsen en 1904, y financiada por inversores argentinos, hasta que la caza indiscriminada finalizó hacia 1950. Numerosos restos de este penoso aniquilamiento quedaron abandonados en las herrumbradas instalaciones, como testigos mudos del pasado.
La Isla Nansen Norte también albergó una factoría ballenera noruega, que operaba con base en la Isla Decepción, en la zona conocida como “Mar de la Flota”. El noruego Svend Foyn fue el inventor de las puntas de arpón explosivas utilizadas por primera vez en 1868 en un ballenero con 22 cañones. La difusión de este implemento ocasionó la extinción de la mayor parte de la población de ballenas en las costas de Noruega y fomentó el posterior desplazamiento de los balleneros hacia el Continente Antártico, donde casi sucede lo mismo. En Puerto Foyn, los restos del buque “Gover Noren” recuerdan la indiscriminada cacería de principios del siglo XX. También existieron bases balleneras en la Isla Decepción, donde hasta los años ’30 funcionó la factoría noruega Hecktor, cuyas calderas y tanques abandonados yacen en las playas cercanas, en el Puerto Charcot de la Isla Booth y en la Isla de los Estados.
Otros aventureros, verdaderos cazadores de imágenes, enfrentaron los desafíos del indómito universo de hielo para acercar la intimidad de los interminables y peligrosos viajes y le mostraron al mundo las primeras visiones de esta nueva tierra blanca.
Los protagonistas de estas historias fueron H.R. Bowers, fotógrafo de la expedición dirigida por Roald Amundsen; H.G. Ponting, que viajó con Robert F. Scott; Ashley C. McKinley, que acompañó en sus viajes al almirante Richard Byrd. Bowers y Ponting fueron testigos del inútil empeño de Scott por ser el primero en alcanzar el Polo Sur.
Sin embargo, fue el australiano Frank Hurley uno de los más brillantes documentalistas de las expediciones australes de la época. Sus fotografías, tomadas durante la inolvidable expedición de Ernest Shacketon, terminaron de deslumbrar al mundo por la crudeza de su relato. Gran maestro de la fotografía antártica, acercó su visión de las majestuosas catedrales de hielo, de las montañas que se sumergían impacientes en el cielo nocturno, de noches tormentosas y pequeñas intimidades. Imágenes imposibles impresas en impecables instantáneas que atrapaba con sus grandes cámaras de placa, trepado a los mástiles, o con una pequeña y sencilla Kodak de bolsillo.
En agosto de 1915 obtuvo una de sus imágenes más increíbles: las fotografías nocturnas del velero “Endurance” atrapado en medio de los hielos. Sobre un océano congelado, pero que no dejaba de agitarse y con sus pies hundidos en charcos helados, realizó unos veinte disparos de luz y, casi cegado por los sucesivos destellos, logró captar la irrepetible e impactante escena de la embarcación abrazada para siempre por los hielos del sur.
Ushuaia, la capital de Tierra del Fuego, es la puerta de entrada a la Antártida durante los meses del verano austral. Ya no son solamente los buques científicos los que hacen el viaje a través del Pasaje de Drake para llegar a las bases antárticas sino que hoy el continente blanco se ha convertido en un destino turístico singular. Grandes cruceros y rompehielos comparten con intrépidos veleros estos viajes, que son mitad aventura y mitad fantasía. La travesía puede durar entre diez y quince días, aunque los precios son tan elevados que convierten al itinerario en un recurso del turismo de alta gama.
La Isla Decepción, que forma parte de las Islas Shetland del Sur, puede ser el primer lugar para desembarcar en la península. En ella se encuentra el volcán Foster, uno de los pocos que se mantienen activos dentro del territorio antártico, cuya caldera inundada, conocida como “los Fuelles de Neptuno”, se abre a una amplia laguna. En la isla existieron una base inglesa y otra chilena, que fueron destruidas por la erupción volcánica de 1967, de las que sólo quedan como testimonio algunas viviendas deshabitadas, un hangar y los restos de un antiguo avión De Havilland Otter. Todavía permanecen activas la base argentina Isla Decepción, y la española Gabriel de Castilla.
En la Isla 25 de Mayo funcionan numerosas bases científicas argentinas, checas, uruguayas, coreanas, chilenas, rusas y norteamericanas. En 1983, Brasil estableció la estación Comandante Ferraz en cercanías de la base británica abandonada en la península Mac Kellar. En los últimos años se ha incrementado el número de bases en la parte sur de la isla, donde los chilenos construyeron la estación Teniente Rodolfo Marsh. En la Caleta Potter se encuentra la estación permanente argentina Jubany del Instituto Antártico Argentino, y en la Caleta Ardley la base uruguaya Artigas.
La Isla Media Luna, frente a la Isla Livingston, se encuentra a mitad de camino entre las islas 25 de Mayo y Decepción, y frente a la Caleta Menguante se encuentra la base argentina Teniente Cámara. En sus playas habitan una importante colonia de pingüinos de barbijo y gran cantidad de gaviotines, gaviotas cocineras, lobos marinos de dos pelos y cormoranes imperiales. La isla Nansen Norte es un santuario natural de fantásticos paisajes polares: casquetes de hielo redondeados, icebergs azules, acantilados y enormes glaciares.
Escarpada, con profundos fiordos, canales, estrechos y gran cantidad de archipiélagos, la costa del Mar de Bellingshausen alberga las antiguas instalaciones de Puerto Lockroy. Uno de los sectores más atractivos de esta zona es el Estrecho de Gerlache, donde se encuentra la base argentina Almirante Brown ubicada en Puerto Paraíso. Pero la más conocida por su intensa actividad es la Base Marambio, instalada en la isla del mismo nombre en el Mar de Weddell.
Sin embargo, queda mucho por recorrer en este desierto cuya blancura parece desafiar al sol. Ya lejos en el tiempo de la epopeya de los intrépidos pioneros que abrieron los caminos del universo blanco, son los cruceros y los viajes de aventura los que llevan nuevos contingentes de ávidos exploradores. Tal vez volverán a escribir, como Adrien de Gerlache: “¿Qué poeta cantará jamás el esplendor de este mundo polar? ¿Qué lenguaje humano podrá evocar su magia?”. O descubrirán, como si fuera la primera vez, la impactante belleza de este mundo silencioso.
Distancias a la península Antártica: Tierra del Fuego, 876 km; Australia, 2250 km; Nueva Zelanda, 2200 km; Sudáfrica, 3600 km.
Expediciones: Numerosas empresas organizan expediciones desde Ushuaia en la temporada de verano, entre noviembre y marzo. Los viajes tienen tarifas variables que oscilan entre 2500 y 10.000 dólares y duraciones de entre 7 y 15 días. Todos los servicios están cubiertos a bordo. Los barcos cuentan con personal altamente especializado y equipos de última generación y los viajeros son asesorados por biólogos, oceanógrafos y expertos en la fauna antártica antes de cada desembarco. También cuentan con lanchas Zodiac con las que se realizan circuitos de avistaje de fauna, buceo y visitas a las bases australes.
Quark Expeditions (www.quarkexpeditions.com) navega con los rompehielos “Akademik Shokalskiy” y “M/V Orlova”.
Antarpply (www.antarpply.com) realiza varios viajes con el Buque Polar “Ushuaia”.
Oceanwide Expeditions (www.oceanwide-expeditions.com) tiene dos naves, el “Akademik Grigoriy Mikheev” y “Profesor Molchalnov”.
Aurora Expeditions (www.auroraexpeditions.com.au) cuenta con el rompehielos científico “Polar Pioneer”.
Asociación de Exploración Científica Austral (www.buquepatagonia.org) realiza con el rompehielos convertido en velero “Ice Lady Patagonia” expediciones científicas y turísticas a la Antártida y la Isla de los Estados.
Agencias locales: Rumbo Sur (www.rumbosur.com.ar) o Fuera de Ruta (www.fue raderuta.com/viajes-antartida.htm).
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