TURISMO RURAL > EN MISIONES, CORRIENTES Y ENTRE RíOS
Entre los ríos Paraná y Uruguay, tierras ondulantes y puestas de sol en horizontes infinitos forman parte del plácido paisaje rural. Conocerlo desde adentro, en las estancias y lodges de la región, es una inolvidable experiencia de campo, selva y esteros.
› Por Graciela Cutuli
El paisaje mesopotámico, exuberante y cálido, despliega en la primavera toda la variedad de sus paisajes y la riqueza de su historia, donde los siglos fueron fusionando la herencia indígena con el aporte inmigrante y criollo. Es tierra de aguas, sobre todo, agua en forma de ríos, manantiales termales y una humedad que se respira y alimenta los bosques y selvas desbordantes. Recorrer las rutas provinciales es ahondar en la inmersión verde con que tienta el corredor que va desde Misiones hasta Entre Ríos, bajando por el curso de los caudalosos Paraná y Uruguay. Y para sentirse verdaderamente parte de este paisaje, no hay nada mejor que alojarse en las estancias y lodges de la zona: participando de la vida rural, de las salidas de pesca al atardecer, de las excursiones de avistaje de animales, la naturaleza envolvente se apropia y deja huella. En este recorrido, de norte a sur, vamos de las aguas grandes misioneras a las cuchillas entrerrianas, para descubrir cómo se ve el mundo desde la Mesopotamia.
Yacutinga Lodge. Sobre una superficie de 570 hectáreas, en plena zona de conservación del Bosque Atlántico Interior y en medio de la selva subtropical, Yacutinga Lodge invita a una experiencia diferente. El lodge y su Refugio de Vida Silvestre, donde se impulsa una importante labor de conservación, se encuentran sobre el río Iguazú Superior, a sólo 60 kilómetros de las Cataratas, pero alejado de la afluencia turística de la región más visitada del Parque Nacional. Este es un mundo de gigantes, tanto los ríos como los árboles, y el paraíso de una fauna que abarca desde carpinchos –los roedores más grandes del mundo– hasta reptiles y aves.
Toda la concepción arquitectónica fue integrar al lodge con la naturaleza, utilizando piedra y madera de los árboles caídos, y construyendo según las pendientes naturales del terreno. El complejo incluye un edificio principal con recepción, restaurante, bar terraza y sala de estar, todo rodeado de un bosque de palmitos, en tanto las habitaciones se agruparon en módulos independientes, diseminadas por la selva, a cierta distancia del edificio principal. Para las mañanas frías del invierno cada una de ella tiene chimeneas a leña, en tanto en el exterior se diseñó una pileta cuyas aguas se recambian gracias a las lluvias, incluyendo un ingenioso –ecológico– sistema de limpieza. Para los chicos, se propone un campamento que les permitirá vivir en el corazón de la selva, realizando actividades en compañía de guías naturalistas, con caminatas interpretativas y fogones, que los devolverán a sus padres convertidos en auténticos exploradores.
La Misión. Rodeada por la Reserva de la Biosfera Yabotí y el Parque Provincial Moconá, la posada La Misión es una ventana a los verdes y los rojos misioneros. Sus cabañas, construidas en piedras y maderas de la zona sobre un predio de 30 hectáreas, invitan a conocer la selva desde adentro, en las cercanías de los fastuosos pero huidizos saltos del Moconá, provocados por una falla geológica del río Uruguay que, a lo largo de tres kilómetros, forma una caída de agua paralela a su cauce. Cientos de especies de plantas y flores tiñen los alrededores de todos los verdes, con toques coloridos de orquídeas y claveles del aire, que combinan con los no menos multicolores papagayos, mariposas y tucanes refugiados entre los árboles y helechos.
La posada se levanta en medio de la selva misionera y dispone de ocho cabañas con sala de estar, galería y mirador al río Uruguay. Desde aquí se pueden emprender paseos a caballo, realizar salidas de avistaje de aves, practicar rafting en gomón sobre el río, internarse en los Saltos del Moconá en caminatas guiadas, navegar el Uruguay en canoa de madera y practicar la pesca del dorado embarcado.
Estancia Batel. En el extremo sur del amplio sistema de los Esteros del Iberá, donde confluyen los ríos Corrientes y Batel, esta estancia de 6500 hectáreas permite asomarse a una tierra aún poco conocida de la región mesopotámica. Como todavía siguen en marcha sus actividades ganaderas, los huéspedes pueden aprovechar la oportunidad única de combinar el turismo en la región de los humedales con la participación y observación de los trabajos de campo: rodeos de ganado, uno de los símbolos de la vida gauchesca, la preparación de los caballos y las cabalgatas a campo traviesa se suman así al avistaje de aves y la pesca con mosca.
La hostería principal de la estancia está a sólo dos kilómetros de la costa del río Batel y a 10 kilómetros de la costa del río Corrientes, ideal para lanzar la mosca a los dorados y pirañas. La casa –un antiguo y elegante casco de estancia tipo colonial– cuenta con cuatro habitaciones (dos con baño privado), comedor, galería, living con chimenea y jardín con pileta y caballeriza, todo teñido por los colores de las flores de lapacho, jacarandá y Santa Rita. Para quienes prefieren mayor privacidad, es posible alojarse en un chalet en suite situado en el jardín. Las comidas son tema aparte, ya que se preparan con vegetales y frutas cultivadas en forma orgánica, y la carne procede de la propia producción de la estancia.
Rincón del Socorro. Situada al margen de los Esteros, Rincón del Socorro funciona en conjunto con Batel, bajo el mismo concepto de integración a la naturaleza durante la aventura ecoturística. Antiguamente dedicada a la actividad ganadera, hoy fue convertida en una hostería y su casco –construido en 1896 en estilo español– también restaurado con ese fin. A cincuenta metros de la casa principal, de seis habitaciones, es posible alojarse también en tres cabañas (todas con baño privado y una con kitchinette) cuyas galerías dan simplemente al mundo rural correntino, donde poco a poco empieza a recuperar su lugar la fauna silvestre alejada por la explotación ganadera intensiva. En la pequeña laguna cercana a la hostería se divisan carpinchos, yacarés, garzas y otras aves. Y como un pequeño milagro, hoy se ven los ciervos de los pantanos –una especie en serio peligro de extinción– pastando en la costa de los esteros. Estas y otras excursiones, particularmente las que se realizan a caballo, tienen punto de partida en la antigua caballeriza y matera de la estancia, que comprende en total 12.000 hectáreas. Para la hora del descanso, hay una pileta de natación con quincho, y cuando llega el momento de la buena mesa, Rincón del Socorro tienta con frutas y verduras de su huerta, elaboradas en la forma de alta cocina orgánica, con la producción de pan casero y, naturalmente, asados que honran la mejor tradición argentina en materia de carnes.
Margaritas entrerrianas. Vamos bajando hacia el sur, pero los verdes están lejos de disminuir. En el corazón de Entre Ríos, sobre una de las cuchillas que hacen del paisaje una extensa ondulación campestre, se levanta Las Margaritas, una estancia de casco colonial construido a principios del siglo XX. Es una zona de tierras ricas y cultivos abundantes, favorecidos por las aguas, donde 400 hectáreas se dedican a la agricultura y la cría de ganado, con lo que Las Margaritas logra un total autoabastecimiento: así lo revela el conjunto de sus construcciones, que abarca establo, gallinero y galpón para almacenar granos. En este mundo prácticamente al borde de los esteros de Victoria ingresa el visitante que elija alojarse en alguna de sus nueve habitaciones para conocer la vida cotidiana de la estancia, sumarse a las excursiones o simplemente evocar su historia, cuando todo era tierra en disputa contra los indios chanás. Alrededor del casco, un área de parque invita al descanso entre los palos borrachos, aromáticos eucaliptos, cedros, paraísos, robles y ceibos.
Combinando con los responsables de la estancia, se pueden realizar cabalgatas, paseos en carro ruso, realizar deportes acuáticos y embarcarse para las salidas de pesca que se organizan de mañana y de tarde en aguas del Paraná. Las Margaritas ofrece el encanto adicional de su spa, donde los viajeros se tientan con baños de vapor y tonificación energética, baños de arcilla, masajes corporales y ejercicios de respiración. Y después, sí, ya se va terminando el recorrido: pero aunque la Mesopotamia quede atrás, queda flotando la promesa de unas próximas vacaciones en sus tierras fértiles y aguas abundantes, al abrigo de sus estancias acogedoras y de la calidad de una gente que formará parte de los inolvidables recuerdos del viaje.
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