Dom 05.11.2006
turismo

TURISMO RURAL > EN EL PARQUE NACIONAL LOS GLACIARES

Una estancia patagónica

La estancia Nibepo Aike, ubicada dentro del Parque Nacional Los Glaciares, ofrece la posibilidad de conocer un antiguo galpón de esquila, cabalgar y comer un suculento asado de cordero.

› Por Julián Varsavsky

En medio de un gran valle montañoso de origen glaciario –en el sudoeste de la provincia de Santa Cruz–, una hilera de rectos álamos protege el casco de estilo inglés levantado en 1921 en el corazón de la estancia Nibepo Aike. Como tantos otros cascos patagónicos, también tiene un techo de chapa acanalada a dos aguas para escurrir la nieve y paredes de madera terciada de lenga.

El origen de la estancia data de 1901 cuando llegaron a esta inhóspita zona los inmigrantes croatas Vladimiro Trutanich y Santiago Peso. Las tierras fueron arrendadas al Estado mientras Trutanich aportaba el capital para comprar las primeras ovejas y Peso se encargaba del trabajo. La estancia abarcaba 40 mil hectáreas y se llamaba La Jerónima. Cuando en 1937 se creó el parque nacional, casi la mitad de los terrenos fueron expropiados. Sin embargo, la estancia siguió funcionando hasta que, en los años ’40, la viuda de uno de los propietarios le cambió el nombre por Nibepo Aike. En lengua tehuelche, “Aike” significa “lugar”.

Desde hace nueve años la estancia se dedica exclusivamente al turismo y no tiene producción lanar, aunque se crían unas 200 ovejas para utilizar la carne. Una de las actividades que ofrece Nibepo Aike es una visita explicativa al viejo galpón de esquila, todavía intacto. Allí se puede observar cómo un diestro esquilador aferra la oveja que sale de los bretes (unos corredorcitos de madera) y con gran rapidez la esquila con unas tijeras mientras la va cambiando de posición para sacar el vellón completo. Esta técnica manual requiere de unas dieciséis tomas sucesivas para obtener la lana en una sola pieza. En la actualidad lo más normal es rasurarlas con una máquina eléctrica de dos hojas. Cuando aún la estancia producía lana, el siguiente paso era la entrada en acción del playero, que recogía la lana y la entregaba al clasificador. Luego se la prensaba para hacer el fardo de doscientos kilos que iba al lavadero, donde pasaba por siete piletas. Finalmente llegaban el secado y el cardado, en el que se unían muchas fibras de lana en una sola muy gruesa que medía unos cinco metros de largo. Una vez enrollada toda la producción, se cargaba la lana en carretas hacia Río Gallegos, desde donde partía el cargamento rumbo a Europa.

En el galpón se ve también un peine eléctrico con el que se esquilaba una oveja por minuto –una persona hacía 300 ovejas por día–, mientras que a cada esquilador se le entregaba una ficha por oveja, que al final de la jornada se cambiaba por dinero. Una vez terminada la explicación llega el momento más esperado: el asado de cordero patagónico con buen vino.

En la excursión de un día también se puede hacer una breve cabalgata a lo alto de un cerro cercano para observar el brazo sur del lago Argentino y un bosque andino patagónico típico. Quienes se alojan varios días –tomando la estancia como base para visitar al glaciar Perito Moreno– realizan cabalgatas más largas hasta unos miradores para ver el glaciar desde ángulos poco comunes. También hay una huerta orgánica donde los huéspedes cosechan los vegetales que comen en la cena.

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