CANADA > PASEO CULTURAL EN QUEBEC
Un paseo por la orilla sur del río San Lorenzo, en Quebec, entre la Isla de Orleáns, con antiguas casas que evocan a la vez el tiempo de los colonos y las campiñas francesas, hasta la próspera ciudad de Rimouski, pasando por pueblos de artistas y parques naturales.
› Por Graciela Cutuli
A 15 minutos en auto del centro mismo de la ciudad de Quebec, el majestuoso río San Lorenzo abre sus brazos para encerrar la Isla de Orleáns, una de las cunas de la presencia francesa y europea en América del Norte. Puede ser el punto de partida para un paseo por la orilla sur del gran río hasta la ciudad de Rimouski, en la región del Bas Saint Laurent (o “Bajo San Lorenzo”). Nunca se está lejos de las orillas del río, y nunca se dejan de admirar los paisajes donde se jugaron algunos de los episodios de la colonización franco-inglesa del este del Canadá.
LA ISLA DE LA POESIA De l’île de l’Orléans jusqu’à la Contrescarpe, dice una canción que homenajea la larga travesía del descubridor francés que cruzó el Atlántico Norte hasta Canadá. Es que la isla fue uno de los primeros lugares donde se asentaron los colonos y fue avistada ya en 1535 por Jacques Cartier, que la bautizó con el nombre de Isla de Baco, viendo las vides salvajes que prosperaban en sus campos. Sin embargo, se arrepintió muy rápidamente y la bautizó de nuevo con su nombre actual en 1536, en honor al hijo de Francisco I, duque de Orleáns. Muchas familias actuales de la isla son descendientes de los colonos originales, que habían llegado de Normandía y de la región de Poitiers, en el oeste de Francia. La historia y el pasado están presentes no sólo entre los apellidos de los isleños sino también casi a cada vuelta de esquina: más de 600 construcciones fueron reconocidas por el gobierno de Quebec como parte del patrimonio histórico de la provincia.
La isla tiene 34 kilómetros de largo y ocho en su punto más ancho, con una población repartida entre seis municipios. Es una especie de Quebec en miniatura, con casas que recuerdan a la vez el tiempo de los colonos y las campiñas francesas. Algunas de sus panaderías siguen funcionando desde los siglos XVIII y XIX. Y en Saint Pierre se levanta la iglesia rural más antigua de la Nueva Francia, construida en 1720. En otro pueblo, Sainte Famille, se encuentra la mayor concentración de casas de piedra de la época colonial francesa, y su convento remonta a 1685. La isla se visita a lo largo del Camino Real, le Chemin Royal, de casi 70 kilómetros de largo, abierto en 1744 para interconectar los seis pueblos. Hoy es uno de los más hermosos paseos de Quebec, y ofrece en todo momento panoramas sobre el río y las costas norte y sur del lecho fluvial.
Uno de los más famosos habitantes de la isla fue el cantautor Félix Leclerc: fallecido en 1988, su obra es tan importante para la canción de Quebec que los premios de la industria musical de la provincia que se entregan cada año llevan su nombre. Leclerc celebró la isla y sus habitantes en muchas de sus canciones. En Saint Pierre, el pueblo más cercano al puente que une la isla con el centro de la ciudad de Quebec, se encuentra la Fundación Félix Leclerc, que mantiene viva su obra; éste es uno de los lugares más visitados de la isla.
Entre exposiciones, conciertos y museos, se pueden recorrer también los caminos que salen desde la Fundación para llegar hasta el corazón de la isla y conocer una cabanne à sucre, donde se produce el jarabe de arce, el producto más emblemático del Quebec. La gente del lugar lo usa como su miel, infaltable en las meriendas y en los dulces, como haría cualquier argentino con el dulce de leche. Las casas tradicionales de la isla son encantadoras, y hacen pensar en las palabras con que Leclerc las celebró en una de sus canciones: Il y a des maisons où les chansons aiment entrer (hay casas donde las canciones quieren entrar).
EL PUEBLO DE LOS ARTISTAS Para pasar por la orilla sur del San Lorenzo, hay que cruzarlo en Quebec. El único puente de la isla lleva a la orilla norte. En invierno, sin embargo, se siguen armando “puentes de hielo”, como antes de los años 1930, cuando el puente no existía y la gente cruzaba sobre el río congelado. El paso está permitido para motonieves y reglamentado en función del espesor del hielo. Es una de las sorpresas que ofrece el crudo y rudo invierno canadiense a los turistas procedentes de otras latitudes.
En otro de sus temas, Leclerc bautizó el San Lorenzo como un fleuve porteur d’îles, un río portador de islas. Al norte de la isla de Orleáns está el pequeño archipiélago de las islas de las Grullas, donde el río se ensancha considerablemente y sus aguas empiezan a ser saladas. Es a esta altura donde se encuentra la primera escala del paseo, en el pequeño y pintoresco pueblo de Saint-Jean-Port Joli.
A pesar de su pequeño tamaño, Saint-Jean Port Joli fue declarado Capital Cultural de Canadá en 2005, en reconocimiento a su aporte a las artes y la cultura. Sin duda, el Conde de Frontenac (el mismo del castillo que domina toda la ciudad de Quebec y es hoy uno de los hoteles más renombrados de América del Norte) no imaginaba tal destino para el asentamiento que fundó en 1677. En PortJoli el viajero se topa con muestras de arte a cada paso: troncos de árboles esculpidos, casas adornadas, galerías de arte. El embrión de esta vida cultural fue un Instituto Literario fundado en 1856. Durante el siglo XX, progresivamente, el pueblo recibió familias de artesanos y de artistas cuyo renombre atrajo y desarrolló toda la actividad artística del pueblo hoy día. Uno de los precursores de la escultura sobre madera, Médard Bourgault, es oriundo del pueblo. Las esculturas de troncos y piezas de madera son emblemáticas del pueblo, pero también hay pintores, joyeros, ceramistas, ebanistas, herreros y muchos otros artistas y artesanos. A lo largo del año, en verano y en invierno se organizan numerosas manifestaciones artísticas, musicales y literarias. Por si faltaba más en este pueblo que es un auténtico museo al aire libre, se puede visitar el Museo de la Epopeya de la Moto y el Museo de Escultura sobre Madera de los Antiguos Canadienses, el principal centro de este tipo de arte de América del Norte.
Finalmente, el trayecto sigue al norte de PortJoli por la ruta 132, siempre bordeando el San Lorenzo, y pasando ciudades como Rivière du Loup y L’Isle Verte, para llegar a un hermoso parque natural en un lugar donde el río es tan ancho que parece ya el mar.
DONDE EL RIO SE HACE MAR Le Bic es un pequeño poblado situado en una bahía del río, conocido por el parque nacional al que le dio nombre. La región está en los últimos relieves del macizo de los Apalaches, que cruzan buena parte del este de Estados Unidos. Por sus colinas –se elevan a más de 300 metros de altura– y sus valles, la región es conocida como la “Pequeña Suiza del Quebec”.
Por su parte, el parque fue fundado en 1984, sobre unos 33 km2 en las orillas del río, para proteger una importante colonia de focas. Desde la costa del pueblo y del parque se pueden ver puestas de sol sobre el río que los lugareños no dudan en calificar como las más lindas del mundo. Cierto o no, las islas y la costa rocosa signan sin duda la belleza agreste de esta porción de la costa. En el parque hay muchos senderos para paseos pedestres y en bicicleta, y se ven a menudo algunos de los huéspedes locales: ciervos y ardillas, y numerosas especies de aves.
A una decena de kilómetros de distancia está la ciudad de Rimouski, una etapa en este recorrido que puede seguir más hacia el noreste hasta Gaspé y la península de la Gaspésie, para avistar ballenas donde el río y el Atlántico confunden sus aguas y sus límites.
Rimouski es una próspera ciudad desde donde se pueden iniciar muchas actividades de deportes de aventura y turismo activo sobre el río, hacia las islas vecinas, y en las colinas de los Apalaches. También se puede ver allí la Casa Lamontagne, construida en 1750, la última de su género que queda en América del Norte, testimonio de un modo de construcción directamente heredado del medioevo siguiendo las técnicas del colombage pierroté. Es hoy día un museo sobre la arquitectura quebequense.
El compañero de todo este circuito, el San Lorenzo, dejó de existir como río para muchos y en Rimouski ya se lo considera como un mar abierto. Para conocerlo mejor, se puede subir a bordo de uno de los traversiers, los ferries del Quebec, y cruzarlo hasta la ciudad de Forestville, sobre la orilla norte, siguiendo viaje hasta el Labrador al este, los centros de vacaciones del Lac St. Jean hacia el oeste, o volver a la ciudad de Quebec al sudoeste, donde el San Lorenzo baña otra vez lugares donde transcurrieron algunas de las principales páginas de la colonización francesa de la región.
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