Donde la tierra era arena
En las librerías de Gesell hay varios libros que cuentan esta historia. El escritor Guillermo Saccomanno, un nuevo vecino de la ciudad, narra con ojo crítico la epopeya en El viejo Gesell:
“Fijar una familia en el médano es tan difícil como fijar la arena.
La señora Gesell no olvidará lo que fue llegar hasta aquí, después de una noche de tren hasta Juancho, el viaje en sulky cruzando barro, pantanos y pajonales, con los chicos llorando acribillados por los mosquitos. Al entrar en la casa sólo encontró un calentadorcito. Y cuando le preguntó a su marido qué les daría de comer a los chicos, él le habló de la grandiosidad del paisaje que se veía por la ventana. Porque otra vez estaba en una de sus rachas de vegetariano y para él los víveres no contaban demasiado. Dos días después, la señora Gesell le pidió a un peón que la llevara en sulky hasta Juancho. En el almacén pudo comprar arroz, fideos y harina impregnados de gusto a querosén. En tanto, el señor Gesell seguía concentrándose en sus plantaciones, amargado con los pinos y las acacias que se habían perdido durante esa ausencia que había empleado para traer a la familia.
Ahora, después de esta tormenta, el señor Gesell está de un mal humor insoportable. Apenas treinta hectáreas del pinar quedaron en pie después del viento y la arena. Los médanos resisten los métodos de fijación.
A diferencia de Guerrero, dueño de los campos de Pinamar, el señor Gesell no avanza con una peonada numerosa desde la tierra de una estancia sobre la arena. Para reclutar peones tiene que pagar un jornal superior. Porque no tiene otra manera de luchar contra la arena. Y ésta no es precisamente la más aconsejable. Porque la tierra que compró es arena”.
Nota madre
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