Uno de los fenómenos geológicos más curiosos de la Patagonia son unas rocas casi esféricas llamadas concreciones, surgidas del fondo del mar. Existen en muy pocos lugares del mundo, y uno de ellos son las montañas que rodean El Calafate. Su origen es tan arcaico que se remonta a los tiempos inconcebibles en que la Cordillera –que todavía no se había elevado– era el fondo del mar. En esas profundidades subacuáticas se generaban unos campos magnéticos que atraían partículas de óxido de hierro. Esas partículas se agrupaban formando esferas que moldeaban las corrientes de agua. A su vez, las esferas fueron tapadas por sucesivas capas de sedimento y, si nada inesperado hubiese ocurrido allí, hubieran permanecido aprisionadas dentro de otra roca hasta la eternidad.
Pero cuando la placa de Nazca se acercó en cámara lenta por debajo del Pacífico hasta chocar con el continente americano, la Cordillera se levantó y el fondo del mar surgió sobre las aguas. Entonces los sedimentos submarinos pasaron a ser las rocosas laderas de la Cordillera, que sufrieron la erosión de la lluvia y el viento durante unos cuantos millones de años más. Así comenzaron a quedar al descubierto las otras rocas ferrosas que se salvaron de la erosión por ser de metal. Ahora se las ve a simple vista con media esfera saliendo de una roca más grande, rodeadas por un círculo que les da una forma de sombrero. Y cuando la erosión termine su paciente trabajo, llegará el día único y acaso prefijado en que la esfera se desprenderá por fin y caerá con un golpe seco en la superficie de la tierra (hay varias que ya han caído y parecen grandes balas de cañón). Queda para los arcanos de la imaginación pensar qué lejano destino les depara el tiempo infinito a esas rocas recién paridas.
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