Aislado, lejano, centro de una región aún virginal, el lago Baikal es uno de los grandes símbolos de las casi desconocidas extensiones siberianas. Impresiona pensar que representa alrededor del 20 por ciento del volumen mundial de agua dulce en estado líquido, que su tamaño es tal que se forman oleajes de hasta seis metros, y que en invierno el espesor del hielo puede variar entre 50 y 70 cm. A orillas del Baikal y sus más de 1600 metros de profundidad (se lo considera como la mayor hendidura continental de nuestro planeta) se pueden avistar osos, y las bellezas de los paisajes son tales que no se puede sino comprender sus sobrenombres habituales: el “ojo azul de Siberia”, y “la perla de Asia”. El Transiberiano es sin duda la más romántica manera de acercarse a la región, a la que es toda una aventura la sola aproximación, ya que hay más de 5000 kilómetros de viaje desde Moscú. Los guías locales proponen, tanto en invierno como en verano, excursiones de trekking en torno del lago, travesías en esquí, visitas a las islas y paseos hasta la naciente del río Lena, uno de los principales de Rusia. También se puede convivir con los pueblos autóctonos que viven de la cría de renos y emprender excursiones de pesca, durante las cuales se puede avistar la foca de Baikal, una especie única en el mundo.