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Uno de los protagonistas más influyentes y polémicos de la llamada "Segunda República", la fase política italiana que se abrió tras el terremoto político de la Operación Manos Limpias, a comienzos de los años '90, conocido como el "senatúr" (senador en dialecto lombardo) a pesar de que en la última legislatura fue electo diputado y exministro de Reformas Institucionales del último gobierno de Silvio Berlusconi (2008-2011), dejó la secretaría general de La Liga Norte acorralado por un escándalo de malversación de fondos.
Hijo de un obrero y de una portera, con un curriculum de técnico electrónico y ex aspirante a cantante pop (hasta publicó un tema de boogie-woogie), Umberto Bossi escandalizó a media Italia, y sedujo a la otra, cuando en 1994 fue entrevistado en un programa televisivo desde las playas de la lujosa Costa Esmeralda de Cerdeña, luciendo una camiseta sin mangas. Militante de izquierda en su juventud -organizó colectas de fondos para los perseguidos por la dictadura chilena de Augusto Pinochet- tenía casi 40 años cuando descubrió la idea que marcaría su trayectoria política: el autonomismo regional, que en su evolución llegó a ser primero separatismo y luego federalismo.
En 1984 fue uno de los fundadores de un pequeño partido regional que bautizó Lega Lombarda, que en 1985 conoció sus primeros éxitos electorales en el Norte de Italia y en 1987 lo llevó al Senado de Roma. Fiel imagen del ideario de su partido y de la identidad de sus militantes, Bossi encarna la burguesía de las provincias del Norte de Italia, cuyo orgullo regional y tradicional ética del trabajo y del esfuerzo desluce con frecuencia en desprecio hacia los "terroni", los italianos meridionales acusados de ser holgazanes y mafiosos, y sobre todo hacia la "Roma ladrona", el odiado poder central del Estado, denunciado como corrupto y despilfarrador.
El "senatúr" fue creando una imagen mitad folklórica y mitad populista de su partido, una fuerza míticamente asociada con la rebelión de las comunas lombardas contra el emperador Federico Barbarroja en el Medioevo, con tintes xenófobos y antiinmigración y un tono a veces vulgar en su discurso: la Liga es la fuerza "que lo tiene duro", según una fórmula del mismo Bossi.
La Liga Norte siempre tuvo un espíritu de fuerza antisistema, pero su fundador tuvo que atenuarla por las inevitables necesidades de la política real: en 1994, Berlusconi construyó junto con ella y lo que entonces era el otro paria del espectro político italiano, el postfascista Movimiento Social Italiano (MSI), la coalición que lo llevó al gobierno en tres ocasiones sucesivas, la última en 2008.
Las relaciones, tanto personales como políticas, entre Bossi y Berlusconi nunca fueron fáciles, porque la distancia de carácter, biografía e ideología entre los dos dirigentes es abismal: el primer gobierno del Cavaliere cayó cuando La Liga le retiró la confianza, y cuando Berlusconi decidió a finales del año pasado apoyar al "técnico" Mario Monti, Bossi no le siguió, pasando a la oposición.
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