Mar 24.11.2015

21:58  › "NOSOTROS NO éRAMOS NORMALES"

A los 92 años, murió la escritora Aurora Venturini

Hija de inmigrantes sicilianos, hincha del club Estudiantes de La Plata, amante de los perros y las arañas, superdotada de niña, como ella aseguró, íntima amiga de Evita, Venturini circuló siempre en los entretelones de la narrativa argentina pero trascendió al gran público cuando obtuvo el Premio Nueva Novela de Página/12, por "Las primas", que presentó bajo el seudónimo de Beatriz Portinari.

"Estoy de moda -reconocía divertida-, hasta los buhoneros me leen, pero yo le digo a Jesús que no quiero ser vanidosa porque -como dice el tango- `la fama es puro cuento`". Y con una resignada sonrisa decía: "Siempre escribí bien y me echaban. Ahora me buscan, pero aquello no se olvida, si me hubieran buscado antes... hay que agradecerle a Dios porque así son los destinos".

En otra entrevista con motivo de su distinción por Página/12/, Venturini celebraba el premio de su novela de la siguiente manera: "¿Sabe que está entre las diez finalistas?", le preguntó la periodista y ella respondió: "No. ¡Ay! Sería muy importante que esta novela ganara. ¿Sabe por qué? Porque `Las primas` soy yo. [...], señorita, es mi familia. Nosotros no éramos normales. En casa todas mis hermanas eran retardadas. Y yo también".

Brillante e inteligente, llena de picardía y gracia, vitalidad y misterio, con un gran carácter y lucidez, y un poder de narración y conversación inigualable, Venturini no dejó nunca de escribir a lo largo de sus 93 años, y testigo de esa trayectoria es su prolífica producción, que incluye los títulos "Pogrom del cabecita negra", "Adiós desde la muerte", "Peregrino del aliento", "Lamentación mayor", "El ángel del espejo" y "Laúd", entre otros.

Su primer poema lo escribió a los 4 años y de aquellos días también se ocupaba de recordar la carencia de afecto de su madre y sus pares: "Yo era superdotada. Leía, escribía, molestaba con las preguntas porque no creía lo que me contaban, discutía. Sufrí mucho, el que es diferente sufre. Ser superdotado es como ser infra. La diferencia pesa y divide porque nadie te quiere, todos te escapan. No tuve amigos, tuve compañeros más o menos durables."

Su último libro "Los rieles" relata en primera persona su paso por "la muerte", luego de una internación de tres meses, en la que convivió con enfermos terminales. "Me armaron el esqueleto de nuevo", describía con ese tono hilarante al igual que su escritura. "Me reía mucho de Víctor Sueiro que se había ido al cielo con los angelitos. Yo estuve pero era el infierno", decía sobre el "infierno" al que descendió.

Sin embargo, esa oscuridad y soledad fueron la huella de su vida y su escritura, algo que ella misma buscaba dejar en claro. "Mi narrativa es dura porque la vida es dura", apuntó esta mujer que también supo definirse como "escritura", una actividad que prometía que la acompañaría hasta el resto de sus días. "Alfa y Omega" es su último libro que será publicado en diciembre próximo por la editorial Penguin Random House.

"La única vez que no tengo miedo es cuando leo y escribo", confesó Venturini, la misma mujer que fue amiga de Evita pero que también forjó una amistad con Borges ("un insecto aprisionado en una pared de hielo") y compartió su tiempo en la Francia existencialista de Sartre y de Beauvoir tras su exilio a raíz de la Revolución Libertadora.

También vivió con Violette Leduc; tradujo obras de Rimbaud, Villon y Lautréamont, y fue cortejada por un muy joven Ernesto Sabato, quien le dedicó el libro "Uno y el Universo", llamándola "una escritora delicada". Sus épocas más felices siempre la remontó a su paso por la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación en La Plata y más tarde en la de Psicología, en París, donde se especializó en el Test de Rorschach.

Su figura, tan contradictadora como compleja y divertida, fue protagonista del documental "Beatriz Portinari", de Agustina Massa y Fernando Krapp, un preciso retrato de Venturini, la mujer que por mucho tiempo fue "una escritora oculta, al margen del sistema literario local", explicó Krapp.

Fue peronista "hasta la médula" y "de primera hora". "Soy miembro fundadora", decía orgullosa. "Evita me dio el nombramiento cuando estaba por morir", recordaba divertida. Cada vez que podía contaba cómo conoció a Juan Domingo Perón: "En la época de Edelmiro Farrell nos dijeron que había un coronel interesante, nos reunimos con él en el Club Vasco de La Plata. Apareció y era tan buen mozo que nos quedamos locos, cómo hablaba, qué hermosura. Tenía eso, carisma. Nos hicimos peronistas ahí nomás. El nos decía que no podíamos vivir así, que era una esclavitud, un coloniaje espiritual".

Y a Evita, su amiga personal, la conoció "a través de la mujer del gobernador peronista Domingo Mercante: "Eva era buena, buena, buena. Quería mucho a la gente, era una santa, como dicen. Sufría a la par de las personas, no quería que la descubrieran débil. Había casos que la desbarrancaban, que la dejaban mal".

Su filiación política la llevó al exilio francés. "Me echaron de las cátedras, de los diarios y de Clarín dos veces. Si soy peronista soy culpable, pero lo único que hago es pensar, nunca maté a nadie. `Viejos idiotas`, les dije a los que me echaron, `se van a morir todos y Perón vuelve, acuérdense`", advertía.

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