18:16 › ASí RECORDó PáGINA/12 AL GRAN MAESTRO EN SU CENTENARIO
“Uno no puede descubrir qué es lo último y lo primero que escribió: es como si se hubiera formado de golpe, un acto de generación espontánea”, se asombra Salgán hijo, que dice que los cien años son “un acontecimiento más emotivo, que va más allá de la música”.
Por Karina Micheletto
Hoy cumple cien años la máxima figura viva del tango, que es además una de los creadores más importantes del género: Horacio Salgán. Un universo creativo fundante de la música argentina, un modo amplio de entender y de expandir el tango –más acá y más allá de su orquesta y del Quinteto Real, de su dúo con De Lío y de “A fuego lento”, su obra más reconocida– podría celebrarse junto al centenario de este compositor, arreglador, pianista y director. Lo celebra, por lo pronto, su hijo César Salgán, también pianista y compositor destacado, quien tomó la posta al seguir interpretando la obra de su padre, con tanto de rigurosidad y talento propio como de admiración por el legado que a él le toca, a su vez, expandir. Hoy y el sábado el pianista será uno de los protagonistas de dos homenajes a su padre, en el Centro Cultural Kirchner y en la Usina del Arte (ver aparte), junto a Raúl Garello, Néstor Marconi y Juan Esteban Cuacci en la dirección de la Orquesta del Tango de Buenos Aires, y junto a una cantidad de músicos invitados.
La idea de “vanguardia”, que siempre acompañó a Salgán como definición cercana –aunque en las notas periodísticas él se haya ocupado de desligarse de esa idea, si es que estaba atada a una “ruptura” del género–, sigue cobrando cuerpo al escuchar la música que creó e interpretó, que sigue sonando un paso más allá. Sorprende esta idea además al repasar un repertorio vasto y diverso, tal como marca su hijo César, que se ha ocupado de estudiar esta obra y de la difícil tarea de seguir interpretándola, sentado frente al piano. “Prácticamente uno no puede descubrir qué es lo último y lo primero que escribió: es como si se hubiera formado de golpe, como un acto de generación espontánea. Fue algo rarísimo, como si no hubiera mediado un crecimiento, una maduración. Como si desde siempre hubiese sido capaz de superarse”, advierte en diálogo con Página/12.
El dominio de Horacio Salgán sobre otros géneros –el folklore, la música brasileña, el jazz, la música española– es algo que también suena en su música y que advierte con claridad César: “Él dice que quien toca bien la música va a tocar bien el tango, y que quien toca bien el tango, va a tocar bien la música. Y muestra que es así”, lo cita. Desde que Salgán padre se retiró oficialmente –allá por 2003, tras míticas temporadas en el desaparecido Club del Vino– sólo volvió a presentarse en vivo en oportunidades como el festejo del Bicentenario en la 9 de Julio, en el marco de un gran seleccionado de tangueros, y por la misma época con Leopoldo Federico, celebrando en ese entonces los 50 años del Quinteto Real, en conciertos que también hoy son históricos. En todos estos años, mientras tanto, César Salgán, que se formó primero como bajista y como bajista comenzó a formar parte del nuevo Quinteto Real, dedicó su carrera al piano y a seguir interpretando la obra de su padre, en una particular relación que muestra el admirable documental Salgán & Salgán, de Caroline Neal, estrenado el año pasado. Una película que, aunque padre e hijo autorizaron y apoyaron en su lanzamiento, todavía no han ido a ver.
–¿Qué significa para usted ocupar este lugar en los cien años de su padre?
–Por un lado, como siempre, es un lugar que no es muy sencillo de ocupar, pero en esta ocasión tiene un color especial: porque estoy pensando, más que en lo musical, en los cien años de mi padre, ni él ni yo lo podemos creer. Así que es un acontecimiento más emotivo, más profundo, que va más allá de lo musical. Realmente lo estamos tomando como un festejo. Más allá de los nervios y de lo difícil que resulta siempre para mí sentarme frente a ese piano, en ese lugar, yo trataré de disfrutar el tener esta suerte como hijo de tenerlo a él, y el ver que le están haciendo tantos reconocimientos, que la gente lo tiene siempre tan presente.
–¿Y él cómo lo está tomando?
–Muy contento, por la cantidad de homenajes y dedicatorias, por suerte lo puede disfrutar porque él está, dentro de todo, bien, entero.
–¿Y se sigue sentando al piano?
–Muy poquito, porque es como que le cuesta en todo sentido, sobre todo como él quisiera tocar, ¡porque él quiere tocar como tocó toda su vida! Y de ahí que cada tanto sale y dice “estoy un poco alejado del instrumento, me voy a tener que poner un poco más ‘en dedos’”, es decir que dice que tiene que estudiar. Pero una de las cosas curiosas es que yo le había dicho que me parecía importante que en el homenaje de sus cien años, en lugar de que yo le cuente la reacción de la gente, el cariño, sería lindo que él pudiera ir. Era una idea que tenía, cuando él estaba mejor. Y al otro día me dice: “¿sabés qué estuve pensando? Sería lindo que el último tema lo toquemos juntos”. Para mí fue un regalo al alma. El, que cuando se retiró, ni siquiera lo anunció, creo que lo que me estaba ofreciendo era algo más entre nosotros, con ese sentido antes que lo musical. Lamentablemente, con este frío que está haciendo, no va a poder salir. Pero a mí ya me queda ese regalo, esa propuesta que él me hizo.
–Cuando este diario los entrevistó por el estreno de Salgán & Salgán no habían visto la película. ¿Ya la vieron?
–No todavía… Le digo la verdad: no sólo no la vimos, ¡no la vamos a ver! (risas). Lo único que me da un poco de curiosidad es que he ido a las charlas después de la proyección con la directora (Caroline Neal) a responder preguntas de la gente, y un par de veces me mandaron a hacer terapia… Eso es lo que me da curiosidad: ¿qué puso en la película? Y bueno, a lo mejor estoy viviendo lo más tranquilo y contento con mi vida, veo la película y pienso que tengo que ir a terapia (risas).
–¿Qué es lo que rescata como más valioso entre la obra tan amplia de su padre?
–Yo creo que lo más valioso son sus ideas, porque uno de repente puede ver arregladores que han sido grandes orquestadores, pianistas que tocan técnicamente mejor que mi padre, pero el nivel de las ideas que él ha tenido, solamente lo tuvieron los grandes maestros. Es uno de los pocos músicos que a mí, en mi vida musical, me siguen sorprendiendo. Por lo general, cuando uno se interna en el mundo de un creador, ya sea de música clásica o de cualquier género, al poco tiempo de que uno se sumerge en la obra ya empieza a conocer ese mundo. Con mi padre no me pasó: me sigue sorprendiendo con arreglos que aparecen, cosas que no usó nunca en el resto del repertorio que yo conozco, que es muy amplio. Es como que siempre tiene un algo más, que yo no llegué a descubrir.
–¿Y qué pasó con ese placard repleto de partituras y arreglos del que hablan en la película?
–Lo tengo yo, he pasado bastante del material que él ha escrito a la computadora, porque lo necesito para la orquesta, para trabajar. Pero es solo una parte. Si yo tuviera que copiar todo lo que él escribió en la computadora, no llego en toda mi vida. Y estoy hablando de copiar, no crear. El dice que ahí hay unos cuatrocientos arreglos, y estamos hablando de calidad, no de cantidad. Esto también da a entender que, más allá de su talento, él le dedicó la vida a la música. Y por otro lado, que lo suyo no fue nada más que talento, sino una conjunción entre pasión, talento y trabajo.
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