UNIVERSIDAD › OPINIóN
› Por Alejandro Kaufman *
El juicio simbólico celebrado el jueves último por las Madres de Plaza de Mayo –junto a un grupo de decididos periodistas y militantes– fue sometido a censura por los medios hegemónicos de comunicación, los cuales se dedicaron sistemáticamente a victimizar a los victimarios y a señalar el evento de manera difamatoria y mentirosa. Ninguno de los medios hegemónicos publicó ni informó con elemental seriedad lo que allí se dijo, recordó, analizó, rememoró y lloró. Pero hay aun otra cosa que decir respecto del evento del jueves.
De manera notable, y siguiendo siempre esa intuición titánica que caracteriza a las Madres, el principal mensaje del evento del jueves no es lo que allí se dijo del pasado, sino precisamente el hecho –presente– de que lo que allí se dijo fue sometido –en plena vigencia de la institucionalidad democrática– a una censura que reprodujo casi como una metáfora, aunque con desgraciada eficacia, la misma situación que cada jueves se reiteraba en la dictadura, a saber: que lo difundido de la presencia de las Madres, en lugar de referir a lo que tenían ellas para decir, fue sustituido por la difamación y la mentira. En lugar de discutirse en las agendas mediáticas lo que allí se dijo, los medios hegemónicos procuraron instalar en la esfera pública un cuestionamiento y la ridiculización del evento, al cual se yuxtapusieron las anécdotas desafortunadas acontecidas en la Feria del Libro. En lugar de manifestarse entonces en las agendas la denuncia del horror de un pasado que se niega a quedar atrás, lo difundido fue una campaña de falsedades que logró en una medida importante ocultar lo esencial.
La medida en que lo lograron ocultar es la medida de su poder monopólico, esa medida es la que la Ley de Medios viene a reducir, y el más profundo sentido del evento del jueves fue demostrar de una manera patente e indesmentible de qué manera el aparato monopólico de la mentira que llamaba “locas” a las Madres cuando ellas, solas, daban vueltas a la Plaza en el medio del horror, sigue casi intacto y logra ahora llamarlas de nuevo de maneras que reproducen la infamia.
Millones de jóvenes y adultos que no vivieron aquella época necesitan imperiosamente conocer en detalle qué fue lo que sucedió con la prensa en la dictadura. Ese conocimiento es tan indispensable como el que se difundió en su oportunidad sobre la perpetración de las torturas y las desapariciones. Desde el punto de vista de la viabilidad de una sociedad pos-dictatorial, a la larga, no hay diferencia entre uno y otro conocimiento de lo que sucedió.
El desconocimiento en el que está sumida gran parte de la sociedad argentina se agrava porque una buena parte de los medios de comunicación hegemónicos sigue bajo la conducción y liderazgo de las mismas figuras que mantuvieron su continuidad desde la dictadura, algunas de ellas mencionadas en el evento del jueves.
Es imperioso que la Corte Suprema habilite la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, porque es el instrumento legítimo y competente para modificar, atenuar, limitar una situación que constituye una de las mayores lesiones para la libertad de prensa, la libertad de expresión, y los derechos laborales y de conciencia de periodistas y comunicadores.
Todo esto es sabido, aunque necesitemos repetirlo hasta que se consiga una transformación al menos significativa del actual y oprobioso estado de cosas.
Ahora, cuando ha llegado la hora de dar fin a esa infamia, las Madres lograron otra vez instalar un gesto radical en una sociedad que en buena parte está todavía mirando para otro lado.
Ensayista, docente.
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