Mar 17.08.2010

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La Argentina grande que soñó San Martín

› Por Mario Oporto *

En el verano francés de 1850, el 17 de agosto, murió a los 72 años el general José de San Martín. Hijo de un funcionario español del rincón sur del imperio colonial, había nacido en Yapeyú el 25 de febrero de 1778, contemporáneo a la creación del Virreinato del Río de la Plata y, por lo tanto, de la aparición de Buenos Aires como cabecera de la nueva estructura política en reemplazo de Lima, de la que estas tierras habían dependido por más de dos siglos.

Regresó a España a los seis años y volvió a su patria a los 34, con formación militar y sueños de independencia americana. Cuando pisó Buenos Aires, el 9 de marzo de 1812, no se habían cumplido, todavía, dos años de la revolución que instaló el primer gobierno criollo y hacía apenas meses de la desaparición de Mariano Moreno. San Martín trabó buena relación con el “morenismo” y con uno de ellos, Tomás Guido, compartió la causa emancipadora y fue su amigo entrañable. Entre sus compañeros de lucha, en distintos momentos y geografías, se encontraron hombres como Manuel Dorrego, bonaerense, federal y democrático; Bernardo de Monteagudo, pensador y comunicador de las nuevas ideas, y Martín Miguel de Güemes, líder popular de las guerrillas del Norte. Se relacionó con los caudillos federales del litoral argentino y con Artigas, el dirigente oriental símbolo de la democracia social y la integración hispanoamericana. Vivió en América del Sur un poco más de doce años y luego de su efímero arribo en 1829, partió para no regresar. En ese tiempo, organizó el Ejército de los Andes, planificó la expedición del cruce de la cordillera y fue hombre de gobierno. Independizó Argentina, Chile y Perú y, junto con Simón Bolívar, marchó por la Sudamérica de habla hispana a “paso de vencedores”, liberando pueblos.

La Argentina grande con que San Martín soñó es un momento programático de “La Marcha Peronista” que tiene intenciones históricas y define con claridad por qué debería luchar el peronismo.

Hoy, cuando se cumplen 160 años de la muerte de San Martín, sería oportuno recordar esa frase para pensar cuál era la Argentina grande con la que soñó y qué indicios nos dio acerca de cómo cumplir esos sueños. Porque si bien muere con una esperanza y, al mismo tiempo, con una desilusión, no habría que pasar por alto que su sueño se basó en una realidad histórica que él mismo ayudó a construir. Sus campañas militares no son solamente campañas militares, surgieron de decisiones político-estratégicas, donde en primer lugar está presente la idea de emancipar y unir a los americanos del sud. Este principio de San Martín, empujado por su sabiduría acerca de la geopolítica latinoamericana y su determinación de integrar a los pueblos (en el comienzo de una historia que muchos años después se prolongará en las ideas y en los actos de Ernesto Guevara), está ligado a otro principio menos espectacular pero tan político como aquél: el renunciamiento.

El renunciamiento de San Martín, analizado de manera muy lúcida por Martín Kohan en Narrar a San Martín (Adriana Hidalgo, 2005), es un ejemplo de acto político que tuvo también su versión moderna en Eva Perón. Aquí renunciar no significa renunciar a la lucha sino, simplemente, a su versión vulgar: los honores. Y San Martín pudo hacerlo dejando una memoria política de todos sus actos, los que vale la pena recordar en términos amplios para que nuestro prócer no sea un mero repertorio de plazas que alzan figuras de bronce sino, sobre todo, un pensamiento vivo en el que podemos seguir encontrando inspiración.

Son tiempos en los que es necesario rescatar ejemplos y modelos para reafirmar el actual proyecto de soberanía y unión sudamericana que haga grande a la Argentina. Si somos sensibles al patrimonio ideológico de San Martín, no deberíamos pensar una Argentina grande sin América latina, porque fue con América latina como fue soñada.

La historia actual posiblemente nos ayude a que hoy vuelva a tener sentido decir América latina. Después de muchos años hay un continente y una Argentina que se miran hacia su interior y ven allí la posibilidad colectiva de construir su grandeza. Porque acerca de esa grandeza con la que soñó San Martín deberíamos recordar que él no fue solamente un libertador de territorios, sino también un libertador de esclavos. Ese amor por los más humildes de esta tierra, por los paisanos, se continuará en Juan Perón, un argentino de formación y trayectoria comparable. San Martín “hizo política” hasta el final de sus días y puso su profesionalismo y su pensamiento al servicio de la construcción de la Nación. La defensa de los intereses de la Patria, su visión continental y la búsqueda de un proyecto regional son muestras claras de su lucidez. El ideal de construir una gran nación americana, de liberarnos de la dependencia extranjera y de organizar una nación que se desarrolle beneficiando a todos los argentinos será –es– la Argentina grande que soñó el Libertador.

Director general de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.

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