UNIVERSIDAD › OPINIóN
› Por Erica Carrizo *
Hacia fines de los años ’60 y principios de los ’70, América latina atravesaba un momento histórico caracterizado por un combativo cuestionamiento del pensamiento crítico regional a las concepciones hegemónicas sobre los vínculos entre la ciencia y la tecnología, el crecimiento económico, el desarrollo y el progreso social que comenzaron a desplegarse en la segunda mitad del siglo XX.
Estas falacias encontrarían en los debates de las “teorías de la dependencia” una contraofensiva teórica e ideológica sin precedentes, que se convertiría en el corazón del pensamiento de izquierda en las décadas posteriores. Las discusiones sobre las “contradicciones” del desarrollo en el mundo “subdesarrollado” tendrían su correlato en el ámbito científico y tecnológico (CyT) en lo que hoy se conoce como “pensamiento latinoamericano en Ciencia y Tecnología”.
Los pensadores asociados a esta corriente tenían orígenes disciplinares y posicionamientos ideológicos y políticos diversos y se identificaban con perspectivas teóricas y modelos de gestión que justificaban desde propuestas pragmáticas que no cuestionaban los engranajes de un capitalismo en expansión, hasta planteos revolucionarios que señalaban a los mitos científicos y tecnológicos funcionales a las tesis capitalistas como la principal trampa que debían sortear los proyectos socialistas que propugnaban por otro orden de las cosas. Entre los máximos exponentes argentinos de esta corriente crítica podemos mencionar a Oscar Varsavsky, Amílcar Herrera y Jorge Sabato, quienes, a su vez, se reconocen como los principales representantes de este pensamiento a nivel regional.
Imitando las teorías que los países centrales comenzaron a utilizar en la segunda posguerra para caracterizar la dinámica de los vínculos entre la ciencia y la tecnología, la economía y la sociedad, el fenómeno CyT en América latina, al igual que la problemática del desarrollo, sería abordado desde una perspectiva lineal. Falacia que en un marco general era presentada como un camino unidireccional que nacía en el subdesarrollo y se coronaba en el desarrollo, y que en el ámbito CyT adoptaría la forma de una linealidad progresiva entre la investigación científica, el de-sarrollo tecnológico y la innovación industrial, que derivaría felizmente en progreso social.
La expresión política de este esquema fue una especie de fe omnipresente en la ciencia y la tecnología, plasmada en la creencia de que en la ciencia se encuentran las bases del desarrollo tecnológico y éste en el origen del progreso industrial, económico y social.
Sobre este telón de fondo, el pensamiento latinoamericano comenzaría a interpelar el desarrollo científico y tecnológico regional, focalizando su sentido económico y social, sus componentes ideológicos y las condiciones que posibilitaban u obstaculizaban la definición de políticas CyT autónomas y soberanas. El breve proceso de construcción de conocimiento iniciado por este movimiento como los orígenes de su clausura estuvieron signados por las sangrientas dictaduras militares que marcaron la historia de América latina a partir de la decada del ’60, llegando en la del ’70 a tomar formas de terrorismo de Estado. Clausura que posteriormente sería continuada por el sometimiento de los gobiernos de la región al proyecto de globalización y las políticas de orientación neoliberal profundizadas en la década de 1990.
Sin embargo, acompañando los importantes cambios sociopolíticos que viene experimentado la región desde inicios del siglo XXI, asistimos hoy a una necesaria resignificación de este pensamiento, en la que las nociones de autonomía, soberanía y uso social del conocimiento vuelven a tomar un lugar central en la arena del debate político y académico. No sin entrar en franca tensión con las concepciones tradicionales y corporativas más anquilosadas sobre el desarrollo económico y social y sobre el rol que deberían jugar la ciencia y la tecnología en la promoción del bienestar colectivo.
Si algo define la actualización de estas ideas, mal que les pese a los simpatizantes más devotos de la universalidad científica y el pragmatismo económico, es el reconocimiento de los aspectos políticos, ideológicos, económicos, culturales y éticos que atraviesan el fenómeno CyT, desde la definición de los problemas, métodos y líneas de investigación y desarrollo tecnológico que se priorizan, hasta sus aplicaciones productivas y sociales.
Explicitar estas dimensiones de análisis es uno de los desafíos que inauguran los caminos del cambio social en América latina en nuestro tiempo. La razón es sencilla, tomar como propia la principal lección que nos dejó el pensamiento latinoamericano hace más de cuarenta años: no se puede hablar de ciencia y tecnología, desarrollo genuino y bienestar social si, a la vez, no se habla de política, de ideología, de dependencia cultural y de ética.
* Investigadora de la Unsam.
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