Vie 04.12.2015

UNIVERSIDAD  › OPINION

El futuro de la universidad

› Por Judith Naidorf *

Hace algunos años, dos ahora investigadoras de Conicet que habíamos sido enviadas a lavar los platos (por el ahora condenado Cavallo) y que no teníamos licencia por maternidad y nuestro estipendio equivalía a menos de 600 dólares por mes como becarias, describimos al Complejo de Educación Superior y lo caracterizamos por su orientación al bien público, en detrimento del modelo de universidad “para el público”. Decíamos –con Daniela Perrotta– que se trataba de un complejo y no de un sistema, recuperando la idea de Complejo de Ciencia y Tecnología que había definido Enrique Oteiza en el 92. Un complejo, entonces, requiere gran experiencia, diálogo con los actores involucrados, asunción de desafíos nunca neutrales y orientación hacia el supuesto modelo de desarrollo que se pregona, al menos desde los días posteriores a la primera vuelta electoral. En este caso nada de ello puede esperarse: los estudiosos de “la universidad como objeto de investigación” –como decía el querido Pedro Krotsch– vemos con espanto el currículum vitae de quien fue anunciado para el cargo de Secretario de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación, presentado como “Doctor en Psicología” cuando en realidad no lo es.

¿Saben cuántos años lleva formar a un doctor o doctora? Mínimo diez años, contando la carrera universitaria de grado y posgrado. Eso si es que el doctor o doctora ha recibido una beca para dedicarse exclusivamente a quemarse las pestañas en un Instituto de Investigación con valoración según estándares de excelencia. Pero en este Complejo de Educación Superior muchos doctores, convencidos de la importancia de su contribución a una mejor Argentina, se han formado sin esas condiciones, pagando sus doctorados, aunque en algunas facultades –como aquella en la que yo trabajo– esta realidad se haya revertido por la participación de un verdadero cogobierno que busca democratizar y universalizar la academia, pese a que aún no lo hayamos logrado plenamente.

El camino hacia esa meta puede verse interrumpido por políticas que equiparen a la academia con un canal de estrellas de televisión, cuyo rating se mide con espejitos de colores que confunden la realidad.

* Investigadora adjunta del Conicet; Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

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