¿Qué significa que toda ciencia es política? Significa su inscripción a un determinado modelo de país. En los últimos años el presupuesto en ciencia y tecnología –junto con el de las universidades nacionales– se amplió de manera considerable. Sabemos cuáles fueron los efectos para el sistema: ampliación del números de investigadores y becarios, repatriación de científicos, creación de múltiples centros de investigación y desarrollo, fortalecimiento de las universidades públicas nacionales. Quizás estos datos no sean relevantes para todo el mundo. En todo caso, su importancia se la debe contrastar con los efectos sociales que dichas políticas generan en los distintos campos: en el desarrollo de nuevas tecnologías; en el descubrimiento de nuevos adelantos científicos; en la resolución de múltiples problemas sociales, económicos y culturales; en la contribución de las ciencias humanas y sociales a los grandes debates colectivos, a través de las diferentes formas del pensamiento crítico. Es cierto que el impacto del desarrollo científico muchas veces aparece borrado; su borradura es efecto de relaciones de poder y jerarquía, favorecidas bajo una ciencia despolitizada.
El Gobierno pretende reducir significativamente el presupuesto en ciencia y tecnología, llevándolo a los niveles más bajos desde la creación del Ministerio de Ciencia en 2007. Esto se suma al ajuste que se viene llevando adelante sobre todo el sistema universitario. Cuando un país soberano decide relegar su política científica se sitúa ante una contradicción dramática, que pone en riesgo su propia capacidad de soberanía. Para decirlo de otra manera: ¿qué modelo de país subyace a la reducción de la inversión en ciencia, tecnología y universidad? Quizás este sea uno de los casos más raros de sinceramiento. Llevada la hipótesis al extremo podría decirse que la sociedad argentina en estos años tuvo más desarrollo científico, tecnológico y universitario que el que podía o el que debía, o peor aún, que el que se merecía. (Recuérdese la famosa frase premonitora “¿qué es esto de universidades por todos lados?”). Desde luego, la cuestión presupuestaria no es el único aspecto a considerar, pero es el punto de partida para un desarrollo sostenido. Sin duda debemos discutir qué ciencia queremos, para qué y para quiénes. Con la reducción del presupuesto el Gobierno también reduce el horizonte de esta discusión. Desde un punto de vista psicoanalítico, el discurso del “sinceramiento” podría ser pensado bajo la figura de “la proyección”.
Un país sin desarrollo científico y universitario no solo es un país atrasado, en el contexto actual se sitúa como país dependiente. Desde la asunción del nuevo gobierno en la Argentina, la ciencia y la universidad están atravesando una profunda crisis debido a la devaluación, la inflación, el ajuste presupuestario y la ausencia de políticas de Estado. Este es un gravísimo retroceso respecto de los avances logrados en los últimos años, solo comprensible bajo un cambio de modelo económico que impone nuevas necesidades al sistema: reprimarización de la economía, apertura de importaciones, endeudamiento, financiarización de la existencia. En términos políticos se deberá leer su inscripción en una estrategia de disciplinamiento y control social. En términos culturales en una lógica del simulacro. No hay ni puede haber disminución de la pobreza, inclusión social, ni desarrollo económico y social en cualquiera de sus formas sin una fuerte expansión del sistema científico-tecnológico y del sistema universitario en su conjunto.
La expresión “toda ciencia es política” puede resultar ambigua. No alude aquí a algo así como a una cientifización de la política, ni tampoco a una mera politización de la ciencia. En todo caso implica una interrogación sobre los modos de dicha politización, que es al mismo tiempo una pregunta por los modos de la ciencia. Oscar Varsavsky decía que una ciencia politizada es aquella que existe para atender las necesidades colectivas, y para transformarlas. Esto implica no solo una ciencia al servicio de la sociedad, sino fundamentalmente que el científico se conciba como un sujeto comprometido con la sociedad en la que vive, y con la mejora de esa sociedad. Podría así darse un sentido profundo a la actividad de politizar. Politizar es socializar, expandir las fronteras del espacio público, antagonizar un campo que se presenta como neutral. Politizar la ciencia quiere decir entonces descolonizar las formas del saber, reconocer su carácter y sus efectos sociales, ampliar el espacio público-político de discusión hacia sectores no-científicos. Politizar la ciencia es democratizar, es pensar la investigación como un derecho humano universal, que es el derecho de cualquiera a saber y conocer. Efectivamente, la cuestión de la ciencia no es un problema sectorial, de científicos y tecnólogos, constituye una de las claves centrales del desarrollo integral de un país.
La comprensión del Estado como campo de lucha conlleva una dimensión performativa. Si el gobierno del Estado no tiene una política hacia la universidad, la ciencia y la tecnología, pues entonces la universidad, los sectores de la ciencia y la tecnología, junto con los múltiples sectores de la cultura y el arte, del trabajo y la producción, del sistema político y las organizaciones sociales, y todos aquellos que abogan por una sociedad más justa, deberán tener una política hacia el Estado.
* Politólogo (UNAJ, UnPaZ, UBA).