Mar 04.09.2007

UNIVERSIDAD

“En el Carlos Pellegrini se está instalando un régimen autoritario”

Abraham Gak, ex rector de la escuela de la UBA, analiza el conflicto que atraviesa el Pellegrini y propone una salida dialogada.

› Por Julián Bruschtein

“Se ha perdido la posibilidad de dialogar sensatamente”, dice Abraham Gak sobre el largo conflicto interno que aqueja a la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, que la semana pasada volvió a aflorar con una toma y protestas estudiantiles. Rector durante catorce años y hasta fines de mayo pasado del colegio dependiente de la Universidad de Buenos Aires, Gak analiza la situación en diálogo con Página/12 y responsabiliza al rectorado de la UBA y a las nuevas autoridades de la escuela, encabezadas por Juan Carlos Viegas, quien representa –según el creador del Plan Fénix– “la vieja y caduca escuela de peritos mercantiles”.

–¿Cuál es el nudo del conflicto que atraviesa el Carlos Pellegrini?

–Para empezar, existe un estado de malestar y exasperación. Se ha perdido la posibilidad de dialogar sensatamente. Porque la necesidad de que el rector recientemente designado se incorpore al colegio llevó a las autoridades de la UBA a conceder y asumir un compromiso que claramente tiene grandes limitaciones para ser llevado a cabo. Por lo tanto, estamos frente a un conflicto no solucionado. Y creo que en gran parte es porque el proyecto en marcha es un proyecto diferente al que desarrollamos con mi equipo.

–Más allá del debate sobre si el plan de estudios es más técnico o no, ¿dónde reside la diferencia entre uno y otro proyecto?

–Acá lo que sucede es que hay una confrontación de modelos, porque pese a que estoy retirado de lo cotidiano de la escuela, me llaman algunos padres, algunos docentes, y me comentan con enojo que en la escuela se está instalando un régimen autoritario, donde el estudiante se convierte en un sector que tiene que recibir y acatar las decisiones, actitudes y enseñanzas de los adultos. Esta ruptura en cuanto a mantener una relación respetuosa de unos a otros me parece que marca fuertemente la diferencia del modelo pedagógico.

–Pero durante el proceso de resolución del conflicto que terminó en la firma de un acta compromiso, el rector de la UBA, Rubén Hallú, planteó que él garantizaba la continuidad del proyecto.

–Esta es otra cuestión que me preocupa, porque no se puede seguir insistiendo en que se sostiene un proyecto pedagógico mientras se instala otro. El rector de UBA dijo que él iba a respetar y ser garante del modelo pedagógico preexistente porque no iban a tratar en el Consejo Superior ningún cambio en el plan de estudios del colegio. Entonces parece que confunde el plan de estudios con el proyecto pedagógico, porque la verdad es que uno está incluido dentro del otro. Allí existe probablemente un error de interpretación de lo que quiso decir, porque me resulta impensable que el rector de la mayor universidad del país no conozca la diferencia entre uno y otro. Yo sostengo y reivindico que la designación del rector de la escuela la tiene que hacer el Consejo Superior, lo que me parece es que, en vez de plantear la continuidad de un proyecto y poner al frente de la escuela a una persona que trae otro, deberían directamente decir: queremos cambiar el proyecto.

–Sectores gremiales como la Ctera denunciaron que detrás de todo el conflicto está el “gakismo”. ¿Existe?

–Son ridículos los que plantean esta idea. Porque existe un modelo, al que me ha tocado a mí conducir con un equipo de trabajo, pero tampoco es que yo lo inventé. Lo que está sucediendo hoy es una especie de dèja vú: un retorno preocupante, muy preocupante con respecto a lo que puede ser un ejemplo de escuela experimental, porque sería experimental hacia atrás, y me parece que la universidad tiene que tener la reserva y la fuerza para evitarlo. Uno está convencido que la universidad tiene que ser una vanguardia del pensamiento y de la audacia de incorporar nuevas miradas sobre la realidad.

–¿Cómo se sale de este atolladero?

–Cuando fueron los bloqueos de las asambleas universitarias el año pasado, los estudiantes salían a las movilizaciones permanentemente y percibimos que se había quebrado el ambiente de estudio. De un día para el otro tomamos la decisión de suspender las clases, lo que generó un shock entre los chicos, cuando llegaron a la mañana siguiente y se encontraron con la noticia. A partir de ahí citamos a los padres y evaluamos en conjunto la mejor forma de resolver el problema, sin tener que recurrir a apercibimientos. Después se conversó con los estudiantes, les pedimos como condición para volver a clases que durante una semana debía haber clases normalmente. Al principio se negaron pero, lentamente, a través del diálogo, aceptaron la propuesta. Definitivamente creo que falta alguien que pueda poner palabras de sensatez en todo esto.

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