Mar 04.09.2007

UNIVERSIDAD  › OPINION

Las cuerdas del espacio académico

› Por Norma Giarraca *

El mes pasado se realizó el XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (Alas) en México. Como referente de los estudios de los movimientos sociales, en esa mesa temática escuché las exposiciones de una tercera parte de los trabajos presentados. Casi todas las ponencias trataban tenazmente de ordenar ese torbellino de novedosos fenómenos que denominamos, por ahora, movimientos sociales (MS). La reflexión ordenaba, casi domesticaba, las novedades que los MS cargan y desatan. Uno de los últimos días del congreso asistieron los protagonistas de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca y del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, dos de los MS más activos del país. En las declaraciones finales del congreso se reclamó el cese a la represión en México y en toda América latina y se exigió la libertad total de jóvenes sociólogos detenidos.

Con estas fragmentadas imágenes emprendimos una larga recorrida hacia una de las regiones de los movimientos sociales: Oaxaca, territorio de luchas intensas durante 2006. Nuestro oído atento registró en jóvenes, mujeres, intelectuales, comuneros, artesanos del mercado central, estudiantes, maestros, la vivencia y esperanza de lograr una transformación radical pacífica en esta comunidad. La figura y el pensamiento de Gandhi aparecen dentro de una reflexión profunda de cómo construir día a día aquello que desean para su territorio y para sus vidas. Conceptos tales como autodeterminación, libertad, desobediencia civil emanan de un mundo político intenso que articula experiencias urbanas diversas con las más de 400 comunidades indígenas que se rigen por “usos y costumbres” y un municipio declarado autónomo por su propia decisión.

Visitamos y registramos dos comunidades indígenas –una zapoteca y otra mixteca– y nos enfocamos en lo que constituye el centro de sus vidas: sus territorios. Tuvimos largas conversaciones con Gustavo Esteva de la Universidad de la Tierra (UniTer) y pudimos comprobar cómo estos espacios alternativos a las instituciones tradicionales son usinas de un pensamiento activo que acompaña resistencias y (re)creaciones de otros mundos sociales, culturales y espirituales.

El proceso social y político actual de América latina es rico en novedades –tanto en esta problemática como en los cambios en el nivel del Estado, en lo cultural, etc.– y amerita posiciones audaces, sujetos pensantes abiertos y comprometidos con los nuevos tiempos. Es importante afinar las cuerdas del espacio académico en el registro de los pensamientos críticos y potentes. Es necesario atreverse a comprender las novedades, modificar los modos de registro e interpretaciones. Los sociólogos latinoamericanos tenemos que debatir más sobre los cambios necesarios en una disciplina que nació “modernizadora”. Buenos Aires en 2009, sede del próximo congreso, puede ser otra oportunidad.

* Socióloga, investigadora del Instituto Gino Germani (UBA).

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