UNIVERSIDAD › OPINION
› Por Lucas Rubinich *
La carrera de Sociología de la UBA está cumpliendo 50 años. Con momentos dramáticos en esa historia y una rica herencia de voluntad de producción de conocimiento implicado con la cosa pública, el pasado más reciente le legó también, a tono con un clima general, marcas menos reivindicables. Fragmentación político-académica, deterioro de la práctica política universitaria y, sobre todo, presencia de marcos jurídicos, institucionales y también de prácticas sociales, expresiones directas de una verdadera hegemonía cultural, cuyo núcleo central se organiza en torno de una mirada individualista de la acción social y se encarna en distintas identidades político-culturales, también en aquellas portadoras de una retórica contestataria. Aun con esos elementos a cuestas se pudo plantear, en principio, resistencias a políticas que se proponían como planes de ajuste para la universidad y, además, generar debates acerca de la forma del gobierno universitario.
Pero es verdad que estas experiencias que implicaban una particular atención de la comunidad, aunque no necesariamente una participación efectiva, habían relegado la posibilidad de verdaderos debates sobre la necesidad de reconfigurar un plan de estudios que no fue revisado de manera efectiva, ni tuvo propuestas que fueran el resultado de políticas activas. En los últimos cuatro años, no obstante, se fueron creando las condiciones indispensables para afrontar ese problema, que suponen las posibilidades reales de participación de las diversas perspectivas y espacios que conviven en esta comunidad académica. La generación, no formal, sino efectiva, de condiciones para la participación y el debate. Las jornadas de reflexión de la carrera de Sociología realizadas el año anterior, abiertas al conjunto de la comunidad, fueron una expresión significativa de la existencia de estas condiciones, logradas a través de un trabajoso y complejo proceso de construcción política –en el marco de limitaciones estructurales y culturales a la participación– que habilita el abordaje real del problema.
Afrontar la reconfiguración de un plan de estudios no es una cuestión formal y técnica de una “gestión”, es un verdadero problema político que implica, por ejemplo, posicionamientos efectivos frente a las otras carreras de la propia facultad; planteos de formas de relación con otras ciencias sociales como la economía, la antropología, con las humanísticas; y por supuesto, supone pararse de manera activa y argumentada ante la situación de deterioro y crisis de la Universidad de Buenos Aires y a la preocupante falta de respuestas frente a esa crisis de las actuales autoridades. Este es el desafío de la carrera de Sociología en la celebración de sus 50 años: un desafío que no se afronta con recursos formales; necesita de fortaleza político-académica para encauzarse, para resolver problemas que, lejos de ser locales, trascienden irremediablemente el propio espacio. El camino ya se ha comenzado a construir.
* Director de la carrera de Sociología (UBA).
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