VERANO12 › “FACUNDO”, DE DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
› Por José Pablo Feinmann
Cuando Sarmiento plantea el antagonismo civilización-barbarie adhiere a una visión de la historia en tanto conflicto. La diferencia que existe entre ambos conceptos no expresa esa especie de canto a la diversidad en que han convergido las filosofías posmodernas e hipermodernas. Hoy en día, la exaltación de la globalización se hace desde la glocalización. Lo global y lo glocal expresan las infinitas diferencias de una historia llena de matices, de significantes, de polaridades. Asistamos a este espectáculo. Dentro de lo global nada es semejante. Dentro de lo global estallan las infinitas diferenciaciones de la glocalización. De este modo, la historia se transforma en el gran show de las diferencias. La diferencia es la antítesis de lo Uno. Si lo Uno es lo único, la diferencia es lo Múltiple. Si lo Uno es totalitario, la diferencia es la democracia de lo Múltiple. Falso de toda falsedad. Sarmiento diría: Señores, la civilización es diferente de la barbarie. Pero esa diferencia no debe mantenerse. Esa diferencia es antagonismo. Es conflicto. La historia lo es. La civilización no busca dialogar con la barbarie. No creemos que la historia se parezca a esa teoría de los dialectos de ese italiano de nombre Gianni Vattimo. Los dialectos, en la historia, no coexisten. La relación entre ellos es bélica. Un dialecto quiere comerse al otro. Porque cada diferencia expresa una política, una economía, un proyecto histórico. Las otras diferencias también. Se relacionan, no por la complementación, sino por el conflicto. De aquí las frecuentes guerras. Toda guerra se hace para anular las diferencias. Para que una diferencia se devore a la otra, aniquilándola.
Sarmiento coincidiría con Marx cuando éste dice que el objeto de la crítica “es su enemigo, a quien no quiere refutar, sino aniquilar” (Introducción a la Filosofía del Derecho de Hegel). La barbarie de los campos argentinos no está ahí para ser amablemente comprendida. Para que celebremos lo diferente que es de la civilización. Para que dialoguemos con ella y, por medio de ese diálogo, nos enriquezcamos incorporando lo que de ella no hay en nosotros. Ella es, para nosotros los civilizados, lo que el objeto de la crítica es para Marx: nuestro enemigo. O la barbarie o nosotros. A todo enemigo se lo aniquila. Todo enemigo es antagónico a nosotros. La historia –al estar el hombre animado por el espíritu de dominación– es la lucha de unos para dominar a los otros. Todos son diferentes. Pero en tanto enemigos. La civilización de Buenos Aires forma parte de un vasto movimiento que es el de la racionalidad occidental. Los ingleses la encarnan en la India. Los franceses en la Argelia. Los porteños en la Argentina. La razón de Occidente debe aniquilar todo aquello que exprese un sentido diferenciado del suyo, que es el único. Es lo mismo aniquilar a un natural de la India. Que a un árabe del Islam. O a un gaucho de la campaña argentina. Son lo Otro de la razón. Así, la razón occidental debe universalizarse, eliminar las diferencias bárbaras y establecer el triunfo de la civilización en todos los rincones de la Tierra. Facundo es uno de los más grandes libros del proyecto occidental, de su razón, de su instrumentalidad bélica, de su colonización del hombre y de la naturaleza.
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