Sáb 21.01.2012

VERANO12

Poca imaginación

› Por Hebe Uhart

El cuento por su autor

Los recuerdos que no han sido recordados

Más que cuento es una crónica, “Poca imaginación”, y forma parte de una serie que estoy haciendo sobre los diez y los veinte años. Este es nuevo: lo acabo de escribir.

Son cosas vinculadas a mi barrio, en Moreno, y a distintos recuerdos de los ocho, nueve, diez años. Cosas vinculadas a cómo comprenden los chicos, por ejemplo, las músicas que escuchan qué tipo de razonamientos se hacen, que no son los mismos que hacen los adultos. O comunicados de los padres, con la repercusión posterior. En el caso particular de éste, aparece la pasión en esa edad por hacer cosas. En mi caso eran artesanías, que me salían con un resultado desastroso, y luego, cuando veía ese resultado, lo inexplicable de haberlo concebido de una manera tan extraordinaria y que después saliera basura. Mal, mal. Un poco por impaciencia, por impericia, por inexperiencia, el chico cree que la cosa va a salir como la planeó. Y no.

Tiene un sesgo bastante autobiográfico, sí: está todo en primera persona. En “Poca imaginación” están las dos muñecas Marilú que tuve, y diversas habilidades de compañeros de grado, para sombrear, por ejemplo. Y, después, el viraje en la adolescencia; a los chicos los retan por ciertas cosas –en mi caso por apresuramiento–, y luego uno se venga, en la adolescencia, criticando a los demás, pensando que son todos una manga de mediocres, esas cosas que piensan los adolescentes. Y es que no comprenden nada. Hay un proceso, ahí, entre esas edades.

En esta serie de crónicas aparecen los primeros viajes, los contactos con el barrio, sobre todo con la historia de la gente del barrio tal como era contada y como eran percibidas. La primera pareja de separados que vi: en Moreno no había separados, como en Buenos Aires. Y entonces la nena piensa que a esa situación especial le correspondería un lenguaje distinto; encuentra que no, pero está atenta a cómo se tratan y eso. También escribí sobre las casas a las que iba a jugar, a curiosear. Y sobre la primera persona muerta que vi, la sensación impresionante, medio fantasmal, que produce.

En general hago anotaciones varias y luego me guío para seguir por la que más me llama, me provoca: la que me tira más, la hago. Es una forma de explotar otra veta de los recuerdos, otra dimensión. Porque son recuerdos que no han sido recordados. Entre la música que escuchaba de chiquita, por ejemplo, había una canción de Antonio Tormo que me intrigaba mucho: “Linyera soy/ lo que tengo lo gasto, lo doy/ no tengo norte, no tengo guía/ para mí todo es igual”. Era un linyera literario. Y entonces uno empezaba a pensar: “No tiene nada, ¡era un tarado que se las traía!” O esta otra canción: “Cuando pa’Chile me voy/ cruzando la cordillera/ late el corazón contento/ una chilena me espera”. Y de este lado tenía otra. Entonces pensaba: “¿Cómo...? Ah, claro, pero la cordillera está por medio, así que una acá y la otra allá...”. Pavadas. Pero es lindo eso.

El tema de mi mamá y sus críticas aparece en otros cuentos míos, es cierto. Puede aparecer, puede aparecer. Pero lo interesante es la venganza, ¿no?

(Testimonio recogido por A. B.)

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