Vie 28.02.2014

VERANO12

La mancha

› Por Jorge Consiglio

El cuento por su autor

Este texto es el capítulo de una novela que se llama Hospital Posada, en la que vengo trabajando desde hace algunos años. El eje del relato es un hecho real que viví cuando tenía cerca de 20 años pero, como pasa siempre, el acto de escribir supone distorsiones –extravíos del lenguaje y del sentido–. Estas distorsiones, a mi juicio, son siempre saludables en literatura. Quiebran cualquier intento de fidelidad representativa y –estoy convencido– abren el texto a una pluralidad de sentidos.

El foco del relato está puesto en el autoritarismo o, mejor, en la forma en que el autoritarismo inventa éticas taxativas que terminan por respaldarlo y servirle de justificativo. Uno de los actores de este relato, Cardozo, cree advertir pureza en la violencia espontánea, la que no responde a premeditación; sin embargo, a la hora de golpear se ampara en la institución. No todos los asesinos necesitan justificativo para actuar, pero no hay uno que se libre de enamorarse perdidamente de la solidez de los materiales con los que hiere y caiga seducido por el refinamiento de sus propias estrategias. El asesino, entendido como padre de la debilidad, como contrademiurgo. Eso es. De ahí la imperiosa necesidad de mitificación.

Cuando mira a Cardozo, al narrador de “La mancha” le ocurre algo similar a lo que le pasa al personaje del padre en el cuento “Tratado de los maniquíes o el segundo génesis”, de Bruno Schulz: entra en un atolondrado asombro, en una discursividad voluptuosa que parece infinita y que, inevitablemente, termina en evanescencia o en parálisis.

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