› Por Juan Pablo Bertazza
En YouTube puede verse un fragmento del programa Vivo en Argentina, de la Televisión Pública, dedicado a la novena edición del Festival de Música Clásica de Ushuaia. Ahí Carlos Bertazza, uno de los directores de orquesta invitados al Festival, explica en la entrevista: “A medida que pasan los ensayos y la obra se va asentando, se va acercando a un deseo, lo que yo siempre llamo el deseo sonoro, que es lo que vos deseás antes de empezar a ensayar, la imagen mental sonora que vos tenés de la obra, que seguramente es distinta de la que tiene cualquier otra persona: es como la huella digital, es muy difícil que haya dos iguales porque la concepción tanto intelectual como emotiva, como física, que tiene cada uno es totalmente distinta, no hay manera de que dos directores conciban una obra de la misma forma, por eso vas a ver que a una misma orquesta tocando la misma obra, el mismo día, le ponés dos directores distintos y suena distinta”.
Por otro lado, el caso del bailarín y coreógrafo francés Xavier Le Roy, que además estudió varios años biología molecular. Sin ninguna formación musical previa pero inspirado en un ensayo del director de la Filarmónica de Berlín, propuso en su espectáculo La consagración de la Primavera la idea genial de romper la lógica de la dirección de orquestas: ya no es el gesto lo que provoca la música sino la música lo que inspira la coreografía del director de orquesta de Le Roy o, mejor dicho, se propone una forma de simultaneidad entre música y movimiento que, quizá, indague bien en las profundidades más enigmáticas de la armonía.
Por lo demás, tenía razón Nietzsche: escribir también es poner algo de concierto donde todo es desconcierto.
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