› Por Martín Scorsese
Nunca habíamos tomado una copa juntos, pero frecuentábamos los mismos locales. Recuerdo que todo el mundo lo quería porque era realmente muy amable. Fue Brian De Palma el que me habló de él por primera vez. Yo no me acordada de Bob, pero él se acordaba de mí. Habíamos cenado juntos, invitados por Jay Cocks [crítico de cine y amigo de Scorsese, con el que ha colaborado en la escritura de La edad de la inocencia (1993). También es autor del guión de Días extraños (1997)], que estuvo en el centro de todo lo que se refiere a Calles salvajes. De Niro vino a verme y empezamos a hablar de nuestros amigos comunes. Habíamos frecuentado la misma sala de baile, el Webster Hall, en los años cincuenta (mis padres iban allí en los años veinte), y es allí donde rodé la escena de Toro salvaje en la que se ve a Vickie bailar con unos gangsters. Organicé para él una proyección de ¿Quién llama a mi puerta? (1969). Pensaba que el papel de Johnny Boy [en Calles salvajes] era perfecto para él. Un día, lo vi en la calle, vestido como en los buenos viejos tiempos, con un sombrero; me pareció que el sombrero encajaba totalmente con el personaje. ¡Supe que sería él!
Calles salvajes
Habíamos ensayado la escena de la sala de billares. Pero Bob saltó sobre la mesa con el comportamiento de un animal acorralado. No recuerdo si eso es lo que habíamos ensayado, pero creo que habíamos previsto algo al estilo de: “La última llama de una vela, antes de apagarse, es la más brillante”... y eso es lo que él hizo allí. Ya no sé si fue improvisación, pero formaba parte de un largo plano-secuencia. Si uno vive en la calle, es preciso saber dar patadas, te puede salvar la vida si tus puñetazos no son muy potentes... Bob lo sabía perfectamente, y eso es lo que da autenticidad a la escena. Yo era asmático, y por lo tanto incapaz de pelear; no sólo me faltaba valor, sino que además, por culpa del asma, difícilmente podía huir corriendo. Habría sido ridículo pegar una patada y luego permanecer allí quieto como un idiota.
Al final de Calles salvajes –todo estaba escrito, por supuesto–, las cosas se intensifican, se aceleran: hay una serie de tres escenas. De entrada, Michael, el prestamista, le dice a Charlie [Harvey Keitel] que Johnny [Robert De Niro] no ha pagado su deuda. Y luego Charlie se lo dice a Johnny, quien afirma que lo siente mucho y promete pagarle la próxima vez. Finalmente, Charlie va a decirle a Michael que cobrará. Habíamos ensayado estas tres escenas, y cada vez se convertían en algo más violento y complejo. Al final, como no hay ya alternativa, son los revólveres los que hablan. Recuerdo que mi padre decía: “Si hablas demasiado, al final no queda ninguna palabra disponible. ¡Lo único que puedes hacer es ir a buscar un bate de béisbol y golpear!” Se va más allá de las palabras. No olvidéis que no son gangsters, sino críos. Al sacar un revólver, Johnny rompe por completo el código de conducta de la calle. Los tipos con los que yo pasé mi juventud –algo que es muy importante en esta escena– se parecían a Michael: en el fondo, eran tipos muy amables. Charlie ha de vivir en ese barrio, y Johnny sabe lo que ocurrirá. Michael se comporta tal vez como si fuera un verdadero gangster, como si hubiera prestado juramento con su sangre y todo ese folklore, pero todo el mundo sabe que no ha sido escogido y que probablemente nunca lo será: no tiene ni tripas ni cerebro para eso. Pero, ¿por qué hacérselo notar? Si Michael me falta el respeto, puedo arreglar el asunto de alguna manera; pero él no le falta el respeto a nadie, entonces ¿por qué hacerlo pasar por un idiota? Johnny, al sacar un revólver, lo obliga a actuar, Michael ya no tiene elección. Reforcé este sentimiento por medio de los diálogos, que me parecían al mismo tiempo histéricos y extraños: “Todo el mundo en el barrio sabe que no se me puede prestar dinero. Entonces fui a ver al único imbécil que no estaba al corriente: ¡tú!”. Michael es un muchacho amable, pero no pertenece a este mundo; se comporta como un truhán, pero todo el mundo sabe que no lo es. Johnny lo obliga pues a utilizar la violencia. Johnny dice la verdad, pero algunas veces no es muy inteligente decir la verdad.
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