VERANO12 • SUBNOTA
Toda entrevista, toda declaración y toda fotografía de Charly García parecen funcionar como una nota al pie de su convulsionada coyuntura, como esas películas que no se pueden dejar de ver, pero algunos prefieren que se las cuenten en voz baja y con las luces encendidas. En estas páginas, Charly García cambia las reglas del juego y propone nuevas reglas. Por qué no hablar de lo que nunca le preguntan, se pregunta. Y, enseguida, se contesta.
Para Charly García, ese súbito pasaje del blanco y del negro al arcoiris –que tan bien funciona desde un punto narrativo y dramático en films como El mago de Oz o, mejor todavía, en El submarino amarillo– fue el perfecto y largamente esperado invento de cuatro individuos conocidos como The Beatles.
“Escuché dos notas y listo. Alcanzó y sobró. ‘There’s a Place’, la canción que después grabé en Cassandra Lange, fue lo primero que escuché de ellos, y es como si todavía lo estuviera escuchando por primera vez. Fue la primera canción que escuché que tenía una novena. Me emocionó. Cuando dice mind –mente–, la nota es un Fa sostenido. Mi nota. Una nota muy filosa. Es mi nota porque me toca acá, en el pecho. Yo estoy compuesto y afinado en Fa sostenido y eso, milagrosamente, no cambia nunca, por más que estés más gordo o más flaco. Es tu sonido. Todo el mundo tiene su propio sonido, pero muy pocos se toman el trabajo de buscarlo y encontrarlo. Si te buscás el tiempo o un afinador, escuchá y mirá en qué tono resuenan tu aire acondicionado, tu aspiradora, tu heladera... Seguramente van a sonar en un tono que tiene que ver con el tuyo. Así, uno siempre acaba rodeándose de cosas, consciente o inconscientemente, que vibran a determinado ciclaje. Yo no sé muy bien qué quiere decir esto. Pero lo que sí sé es que uno se pasa la vida buscando ese sitio donde todo suene como uno.”
Enseguida, García se lanza a un complejo análisis que, incluso para quien no sabe nada de leer música, suena fascinante. Mueve las manos y explica la uniformidad de “la música prehistórica donde, seguro, todos cantaban al mismo tiempo”; de la prohibición de la flauta en cierto período de la humanidad; del descubrimiento de la octava y el advenimiento de la novena y la insoportable molestia –“lo más molesto que hay”– de una segunda y de tocar “sacando todas las redes”. Algo que García viene haciendo desde hace ya un tiempo sin importarle las categorías o las críticas.
“Pregunta: ¿por qué lo hago? Respuesta: porque, si no, me aburro. Los Beatles tocaban siempre igual, como en los discos. Pero eran cuatro. Y resulta que yo ahora los discos los hago casi solo. Con instrumentistas, sí, pero casi solo. Desde que dejé Seru Giran. Entonces, lo que algunos no entienden, es que tocar eso en vivo... no es tan fácil. Yo podría armar todo como para que suene bárbaro en el escenario... pero siempre con ese tufillo a músico profesional. Y no me interesa, no tiene por qué interesarme. Yo suplo eso con el riesgo. A la gente que me sigue le gusta eso. Es lo que más le gusta, por ahí: que me salga un poco del libreto. A veces sale bien, a veces quedás como un papafrita.”
¿Quiénes son los otros: la gente “que me sigue” o la gente que lo persigue? ¿Cuál es la percepción que tiene García de esa gente que le grita ¡Aguante, Charly! o le exige la catástrofe? Una cosa es clara: los conoce desde hace tiempo, desde el principio, desde que los oyó absolutamente por primera vez.
“A mis señoras fans del conservatorio, a las gordas que me llevaban flores, ya les gustaba mi faceta sin red. En mis últimos conciertos yo ya funcionaba en technicolor, pero no se lo había dicho a nadie. Era un secreto. Yo ya andaba con ganas de componer y me cansaba tener que estudiar varias horas por día para los conciertos. Entonces, para divertirme, empecé a estudiar nada más que el principio y el final de la cosa. Y, en el medio, el famoso Kataplín-Lataplón García. Yo ya tengo y tenía tan incorporada la forma del piano que me sale y me salía así. Las gordas lo adoraban. La que se daba cuenta era mi maestra, a quien la situación no le causaba demasiado gracia que digamos. Una especie de orgullo y bronca al mismo tiempo. Pero se acabaron los helados. Hace un rato me preguntabas en qué me habría convertido de seguir ahí. Ahora se me ocurre que hoy bien podría, y estoy casi seguro de que alguna vez seré, un hombre piano bar. Pianista de lobby de hotel, por ejemplo. Me encanta. A mí me gusta tocar y que la gente hable mientras toco. Piano de reunión. Contrapunto. Ruido de fondo. Yo siempre fui un ruido de fondo. O al revés. Depende de dónde la veas...”
“... y en el medio están los medios, que no hacen mucho ruido.” ¿Charly García usa a los medios o los medios usan a Charly García? Hace ya un tiempo que –para buena parte de la prensa– Charly García es una de esas leyendas urbanas tan respetables e inasibles como la de la mucama que cocina al bebé de sus patrones o los huesos de rata en el chop-suey de tu restaurante chino favorito. Charly García dice usar los diarios “para enviar mensajes a la gente que me interesa. A Mercedes, por ejemplo. O a mi vecina, que lee La Nación. Así que de vez en cuando les doy una nota para que mi vecina se entere un poco en qué ando”. Aunque por momentos, a la hora del Disparen Sobre El Pianista, la situación parece superarlo, por lo menos un poco.
“Pero al final los medios son bla-bla-blá, y eso lo sabés vos y lo sabe el mundo. Y yo, como protagonista de cierta escena y de cierta realidad, lo he visto con mis propios ojos. Decís una cosa y sale otra. O no sale. Como cuando yo llamé a los medios para opinar sobre lo que Méndez dijo sobre Astiz en Francia. O lo que pasó en el avión de vuelta de Cosquín, el escándalo que armé porque me pusieron a una especie de escolta parapolicial a la que yo le grité de todo. Y estaban todos los medios. Y nadie sacó nada. Es como si, a mí, los medios me prefirieran a la hora del tema drugs. Vamos a escribir cosas raras que queda más lindo. O hacer esas críticas de mis discos, tipo análisis psicológico con mucho de las tormentas del pasado o los fantasmas de la pesadilla o la presencia del abismo. Pero de música mejor no hablar. Como de política. Yo leo sobre los políticos y lo que hacen y, ¿qué voy a pensar? Es evidente que es todo mentira. Siempre lo dije: a mí la política no me interesa. Ser político no va con mi estilo, que no tiene que ver con la mentira como forma de actuación y de vida. Tengo mis reglas y mi idea de la moral y una serie de movimientos por los cuales me rijo. Pero no creo en el peronismo, ni en el radicalismo, ni en ninguno de sus derivados. Si la gran utopía del comunismo no funcionó, imaginate qué tendrá para ofrecer un subpartido como el que está en el gobierno. La política en la Argentina está muy sobrevalorada. La gente acá no entiende que la política es apenas el manual para que suene el instrumento, y no el sonido del instrumento.”
“En lo personal, yo no me resigno a ser una figurita para los medios. Me molesta. Pone paranoico a cualquiera. Es un poco horrible y deviene en un clima horrible y en un dolor. La semana anterior a la nota de Soriano, yo no era ni Mozart, ni Beethoven, ni artista, ni tenía el oído absoluto. Yo, para los medios, me estaba muriendo. O estaba muerto. Entonces entrás a un lugar y la gente que consume medios te mira como si viera a un muerto, no lo puede creer. Y lo terrible es que empezás a creértelo vos. Leés una de esas notas con encuestas y redondelitos donde hablan un montón de músicos sobre el momento difícil que está pasando y muy pocos de ellos me conocen o saben lo que me pasa. El otro día hablaba en una nota para la televisión sobre el célebre take care de los norteamericanos. Una expresión muy común. Te la dicen todo el tiempo, como si te dijeran hasta luego. En la Argentina, en cambio, te dicen cuidate y te da un poco de cosa descubrir que esa persona que te lo dice no tiene la menor intención de cuidarte, y que ni siquiera sabe cuidarse a sí misma. Entonces yo empiezo a funcionar como un frasco donde el inconsciente colectivo deposita los dolores que no quiere o no se atreve a ver como propios. Y duele. Y cansa. Y entonces vamos a darle consejos a Charly, ¿no? Empiezan a darte comida todo el tiempo, por ejemplo. A cualquier hora del día. Si yo comiera todo lo que me dan... O esa gente que te dice Ay, cómo me gusta verte comer... A partir de eso descubrí la excusa perfecta. Si no quiero atender el teléfono o que me jodan, digo que estoy comiendo. O durmiendo. Palabra santa. No te molestan más. En cambio, si estás cogiendo, o componiendo, cualquiera se siente con derecho a tirarte la puerta abajo.”
“Ultimamente todas las críticas califican lo que hago como regular. Regular es otra expresión muy norteamericana. Como los cigarrillos o las hamburguesas. Regular como normal, standard. Porque, ya sabés, si la pedís de luxe, es la misma mierda con una banderita. Y una de las ideas de Say No More es que sea así: accesible y complejo al mismo tiempo. Yo no sé muy bien cómo es eso de componer canciones. Sé que lo hago casi siempre desde el placer y desde una gran felicidad, y que en el subconsciente o en el inconsciente o en alguno de esos barrios ya está todo. Pero yo, además, estudié mucha música. Y muchas de mis canciones salen de una. Y se graban de una. Y eso puede llegar a inspirar cierta desconfianza en los que después te aconsejan que Ay, si te esmeraras... No es que les angustie, no. Pero prefieren creer que no es cierto, o que no puede ser bueno, porque no me pasé tres meses transpirando. Y, de nuevo, lo de antes: La lucha interior de un atormentado. La Odisea. Cuando en realidad lo mío no es más que agarrar un poco de instinto y un poco de disciplina, a ver qué pasa y a oír cómo suena.”
Charly García se cansa de su casa y del balcón de su casa, desde donde contempla una ciudad de la que no sabe demasiado, ni le interesa saber, porque “mis trayectorias son muy claras. De acá a la sala y de la sala a acá, con paradas intermedias. Me muevo por el barrio y miro mucho desde acá. Desde acá se ve todo”, sonríe señalando el domo acrílico del shopping Alto Palermo. Pero ahora, a las cuatro de la tarde, Charly García manotea una cámara de video y una guitarra eléctrica del tamaño de un ukelele y decide salir con las dos cosas bajo el brazo. En la calle la gente lo saluda y le ofrece papeles para que autografíe. Solícito, él estampa una S y una N y una M superpuestas. Las siglas de su Say No More, estadio que alguna vez definió como “un espacio democrático, libre, peligroso, donde hay que rebuscárselas para salir”. Mientras tanto y hasta entonces, García camina a zancadas largas, cruza la calle y “¿qué se puede hacer salvo filmar películas?”, bromea, con el dedo en el ON de la filmadora.
“Cada persona es una película y a veces se te aparecen películas muy locas. Me acuerdo de una chica en Boston, debía ser argentina, que me dijo: ¿Por qué no te sacás una foto conmigo, la revelás, la firmás y después me la mandás por correo? Y de algún modo ese comportamiento no me indigna. El rock es así. Sería grave que no lo fuera. Yo siempre supe que iba a ser así, desde que vi por primera vez la primera escena de la primera película de Los Beatles. Perseguidos. Yo siempre quise que fuera y que sea así. Está bien. Lo que me indigna es eso que yo llamo el Público Público. Los que son público de cualquiera y público de nadie. Es un poco el enemigo. A esa gente no le importa nada. Habla u opina sobre mí sin tener la menor idea. Los que no van a ver nada. Los que piensan que lo máximo es algún multicine donde dan una película de Demi Moore y después un Big Mac a la salida. Mocasín Guido, Belgrano, medio gorditos... los que se fuman un joint y no les hace nada. Después están los Fans, que son los que te siguen. Y los Aliados, que son los que te siguen y te cuidan, los destinatarios perfectos y naturales de Say No More. Y después está el Pueblo, que es la señora que te saluda camino al mercado y el tipo que baldea la vereda. Así estamos.”
Charly García no vio el documental sobre los treinta años de rock argentino. Hace cinco años que cortó el cable y no mira tele y no sabe qué es eso, aunque sabe que existe.
“La verdad, eso que se llama rock nacional... nombre bastante feo pero, bueh, es lo que hay. Lo que inventó Litto, o Tanguito, o Moris. Cuando yo escuché ‘La balsa’ por la tele dije yeah y compré. ¡Qué temazo! Después, Almendra y Manal refinaron todo en cuanto a la palabra: que sonara bien, que funcionara como un sonido, que no molestara... Y después aparecí yo.”
La vida en discos, o la percepción de Charly García a través de etapas en canciones –en lugar de la percepción de Charly García a través de titulares o actitudes–, puede llegar a ser una buena costumbre. No caer en clásicos periodísticos de dudoso estilo, donde Charly García funciona como frontón contra el cual arrojar la pelota de otros nombres a ver qué pasa. “¿Cuál es tu relación con Fito?”, es el clásico de clásicos. Pero, en la pantalla del televisor, Charly García no deja de contestar, como si le pidieran que contara siempre la misma historia. García contesta: “Mi relación es buena, supongo. Hace mucho que no lo veo a Fito y, no, no le di nada en especial a Fito. Fito es un tipo inteligente”.
Optar, en cambio, por la idea de García mirándose a sí mismo antes que mirando a los otros. “Si yo tuviera que buscar un equivalente a mi persona en el rock universal, me quedo con John Lennon. Que se entienda bien: es con el que más me identifico. Y Pete Townshend. Yo empecé siendo muy mod. Bandita en inglés y muchos botones en el impermeable. Hacía canciones tipo Dylan y Byrds y Vanilla Fudge. El García Sui Generis es un tipo que fue un par de veces al Instituto Di Tella y eso fue lo más transgresor que hizo. Después era medio hippie, pero sin muchas ganas. Uno de esos hippies a los que no les gusta mucho que la gente fume porro, ja. Ahí empecé a hacer giras por pueblitos, con Pedro y Pablo, y la gente fumaba y yo me la tuve que bancar. Entonces, un día, los del grupo escaparon. Eramos seis, teníamos hasta el bombo de la batería pintado, y un día quedamos Nito y yo. Y la gente murió. Pero no era lo que yo quería hacer. La Máquina ya se parece un poco más a Vanilla Fudge, pero nada que ver con Rick Wakeman. Yo no era fan de Wakeman, medio Liberace todo eso. Pero sí me gustaba mucho Tony Banks en Genesis. Seru Giran ya era un grupo, no sé si Los Beatles argentinos, como decían por ahí, pero una banda sí. Y la banda es tu familia. Después tuve bandas fantasmas, pero bandas al fin, como Las Ligas o Los Enfermeros. El conjunto, como se decía antes. Mi problema ahora es no encontrar instrumentistas que superen al instrumento y que toquen el concepto que les propongo. No me gusta cualquiera, me gusta que cada uno de los músicos tenga su propio look y su credo; por eso personajes como Hilda y Fabiana son bárbaros. A mí me gusta salir en banda y no tipo cantor melódico, con smoking y los músicos bien atrás. No sé, yo ahora estoy esperando leer una muy pero muy buena biografía no autorizada de Charly García, a ver si entiendo un poco la historia. A ver qué me cuentan y cómo me cuentan.”
La hipótesis es que en algún lugar y de algún modo Charly García siempre quiso ser underground y le viene escapando al éxito masivo casi desde el vamos. Charly García escucha educadamente, pero no demora en estallar una carcajada.
“¡Estás loco! Lo más cerca que yo pude haber estado del underground es no haber sido un producto ensamblado por una discográfica y punto. Empecé desde bien abajo y recorrí todo el caminito. Pero desde el minuto cero yo quería ser como Los Beatles... y Los Beatles no eran underground, ¿no? Lo underground, como causa, resulta muy cómodo para un montón de gente que sospecho que le falta el talento necesario para no ser underground. Como que van a estar filmando mediometrajes toda su vida. Yo soy profesionalmente de los ’70. Es mi década. También soy de los ’80 y de los ’90, claro, pero lo que yo recuerdo es que a mitad de los ’70 empezó a aparecer el dinero en todo eso. Mucho dinero. Yo no agarré ahí, pero ahí estaba la idea. Jets privados, los Elton John y cierta forma de vida como la mía ahora. Una forma de vida de la que mucha gente vive. Yo soy una estrella de rock. Lo único que me diferencia de las grandes estrellas de rock mundiales es el dinero. Todo lo demás lo tengo. La actitud, la parada en el escenario, los televisores por la ventana. Y me pagan por eso. El rock te paga por portarte mal. Y llega un punto en que te rebelás contra portarte mal. Si yo no fuera estrella de rock, ya estaría muerto y tirado en la calle. Pero no. Porque ser estrella de rock es la pretensión máxima y es lo más que hay. Es muy divertido, y es así, y acá hay muy pocas estrellas de rock. Es mejor que vender papas.”
El hombre invisible. El Fantasma del Paraíso. El vampiro bajo el sol. El largo y sinuoso camino que va de un niño prodigio con oído absoluto a un hombre de piano bar con oído absoluto. No va a ser fácil. Una supuesta entrada modelo García, Charly en una supuesta enciclopedia va a plantear problemas y necesitar de buen espacio, y está bien que así sea. ¿Cómo resumir a alguien, cómo precisarlo? Ante la propuesta y el desafío, Charly García vuelve al principio de la conversación y al principio de todas las cosas. Está sentado en la terraza de un bar que, en los últimos días, le funciona como un satélite de su estudio de grabación, y pide que le pasen por los altoparlantes una cinta con sus teclados, y rasguea encima una guitarra acústica y canta una canción nueva: “One to One”. Una muy buena canción que compuso “en muy poco tiempo”. Instinto y disciplina y a ver qué pasa, a oír cómo suena y a postergar la respuesta, porque ahora está cantando.
Al final contesta. Habla de la diferencia entre el disco y el compact disc, entre las elegantes curvas de la onda sonora y la precisa frialdad del número, entre la válvula y el láser, y lo analógico y lo digital.
“El problema de lo digital es que no distorsiona. Y la distorsión es parte de lo que escuchamos y de nuestra vida. Lo digital es muy limpio. Se pasaron de revoluciones a la hora de pasar la escoba. Es como un cuadro que no tiene límites y entonces al artista se le hace muy difícil ubicar los colores: no hay marco. Por eso yo trato de evitar todo lo que sea digital per se. Lo digital es muy democrático, pero no es la posta. Por eso hay mucha gente que te dice que los discos suenan mejor que los CD y, cuando les preguntás por qué, no saben explicártelo. Lo que pasa es que no se dan cuenta, pero extrañan la distorsión, el ruido de fondo. En realidad, si lo pienso un poco, toda mi historia se limita a los problemas y las alegrías de alguien cada vez más analógico en un mundo cada vez más digital, ¿se entiende?”
Se entiende y es la hora en que alguien empieza a encender los neones de la noche, uno por uno y sin apuro. Hay una vibración eléctrica en el aire de esta ciudad que alguna vez Charly García pidió que no bombardearan, y hasta es posible que todos los semáforos y los electrodomésticos y las bocinas de los automóviles de Buenos Aires suenen en la misma frecuencia. El sonido de Charly García dando en el clavo y en la nota. Ruido de fondo en Fa sostenido.
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