VERANO12 • SUBNOTA
“¡Oh tú, dulce regicida, amable agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro lecho de Himeneo! ¡Marte valiente! ¡Galán siempre joven, fresco, amado y delicado, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa sobre el seno de Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra de toque de los corazones, piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside, haz que nazcan entre ellos las querellas que los destruyan, a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo!”
Shakespeare describe muy acertadamente la esencia del dinero. Para entenderlo, empecemos primero con la interpretación del pasaje de Goethe.
Lo que es mío a través del dinero, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Tan grande es la fuerza del dinero, tan grande es mi fuerza. Las propiedades del dinero son propiedades y capacidades esenciales mías –que soy su poseedor–. Eso que soy y puedo no está determinado de ninguna manera por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprar a la mujer más bella. Por consiguiente, no soy feo, ya que el efecto de la fealdad, su capacidad atemorizante, es aniquilado por el dinero. Yo –según mi individualidad– soy inválido, pero el dinero me proporciona veinticuatro pies; por lo tanto, no soy inválido; soy un hombre malo, deshonesto, inconsciente, carente de espíritu, pero el dinero es honrado, por ende, su poseedor también. El dinero es el sumo bien, entonces también lo es su dueño; el dinero me libra del esfuerzo de ser deshonesto; entonces, presumiré de honesto; carezco de espíritu, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas; entonces, ¿cómo podría su dueño carecer de espíritu? Para eso puede comprarse gente de espíritu ingenioso, y lo que es poder sobre los espíritus ingeniosos, ¿no es más que el ingenioso? Yo, que poseo por medio del dinero todo lo que un corazón humano anhela, ¿no poseo todas las capacidades humanas? ¿Mi dinero no transforma, entonces, todas mis incapacidades en su contrario?
Si el dinero es el lazo que me une a la vida humana, con la sociedad, con la naturaleza y los hombres, ¿no es el dinero el lazo de todos los lazos? ¿No puede desatar y atar todos los lazos? ¿No es por eso también el medio de separación universal? Es la verdadera moneda fraccionaria, como el verdadero medio de unión, la fuerza galvano-química de la sociedad.
Shakespeare subraya especialmente dos propiedades del dinero:
1. es el dios visible, la transformación de todas las propiedades humanas y naturales en su contrario, la confusión y la inversión universales de las cosas; hermana todo lo imposible;
2. es la puta universal, el alcahuete universal de los hombres y los pueblos.
La inversión y la confusión de todas las cualidades humanas y naturales, la hermandad de todo lo imposible –la fuerza divina– del dinero, residen en su esencia, como la esencia genérica alienada, enajenada y exteriorizada de los hombres. Es la capacidad enajenada de la humanidad.
Lo que no puedo en cuanto hombre, lo que, por ende, todas mis capacidades esenciales individuales no pueden, lo puedo conseguir mediante el dinero. El dinero convierte a cada una de esas capacidades esenciales en algo que ella en sí misma no es, o sea, en su contrario.
Cuando anhelo un plato de comida o quiero usar el coche de posta, porque no soy suficientemente fuerte para hacer el camino a pie, el dinero me procura, entonces, el plato de comida y el coche de posta, o sea, convierte mis deseos a partir de la esencia de la representación, los traduce de su existencia pensada, imaginada y querida en su existencia sensorial, real; los traduce de la representación a la vida, del ser representado al ser real. Como tal mediación es el [dinero] la fuerza verdaderamente creadora.
La demande existe ciertamente también para aquel que no tiene dinero, pero su demanda es un mero ser de la representación, que no tiene ningún efecto sobre mí, sobre un tercero, sobre los [otros]; no tiene ninguna existencia, por lo tanto, es para mí mismo irreal, carente de objeto. La diferencia entre la demanda efectiva, basada en el dinero, y la no efectiva, basada en mi necesidad, mi pasión, mi deseo, etc., es la diferencia entre ser y pensar, entre la mera representación existente en mí y la representación como objeto real, que existe para mí fuera de mí.
Si no tengo dinero para viajar, no tengo ninguna necesidad de viajar real que pueda realizarse. Si tengo una vocación para estudiar, pero no tengo dinero para eso, no tengo ninguna vocación para estudiar, o sea, ninguna vocación efectiva, real. Por el contrario, si no tengo verdaderamente ninguna vocación para estudiar, pero tengo la voluntad y el dinero, tengo una vocación efectiva para eso. El dinero como medio y capacidad para convertir la representación en realidad y la realidad en la mera representación –medio y capacidad externa, universal y que no proviene del hombre como hombre, ni de la sociedad humana como sociedad–, transforma tanto las efectivas capacidades esenciales humanas y naturales en representaciones meramente abstractas y por eso en imperfecciones, quimeras angustiosas, como convierte, por otro lado, las imperfecciones y las quimeras efectivas, las capacidades esenciales efectivamente impotentes, que existen sólo en la imaginación del individuo, en capacidades esenciales y facultades efectivas. Ya según esta determinación, el dinero es la inversión universal de las individualidades, que se transforma en su contrario y añade, a sus propiedades, propiedades contradictorias.
El dinero aparece como ese poder que todo lo invierte, frente al individuo y frente a los lazos sociales, etc., que se afirman para sí como esencia. Transforma la fidelidad en infidelidad; el amor, en odio; el odio, en amor; la virtud, en vicio; el vicio, en virtud; el siervo, en señor; el señor, en siervo; la tontería, en inteligencia; la inteligencia, en tontería.
Dado que el dinero como concepto de valor, existente y activo, confunde y mezcla todas las cosas, así es también la confusión y la mezcla universal de todas las cosas; por ende, el mundo del revés, la confusión y la mezcla de todas las cualidades naturales y humanas.
El que puede comprar la valentía, ése es valiente, aunque sea cobarde. Ya que el dinero se intercambia no por una determinada cualidad, por una determinada cosa, por capacidades esenciales humanas, sino por todo el mundo objetivo humano y natural, de ese modo, intercambia, entonces, desde la perspectiva de su poseedor –cada propiedad por otra–, también la propiedad y el objeto que se le opone; es la hermandad de lo imposible; obliga a que las cosas contrarias se abracen.
Si presupones al hombre como hombre y su relación con el mundo como una relación humana, puedes intercambiar amor sólo por amor, confianza sólo por confianza, etcétera. Si quieres disfrutar el arte, debes ser un hombre formado en el arte; si quieres influir sobre otros hombres, debes ser un hombre que efectivamente estimula y produce un efecto alentador sobre otros hombres. Cada una de tus relaciones con el hombre –y con la naturaleza– debe ser una determinada expresión de tu vida efectiva e individual, correspondiente al objeto de tu voluntad. Si amas sin causar el amor recíproco, o sea, si tu amor no produce como amor el amor recíproco, si no te haces, mediante tu expresión de vida como hombre que ama, hombre amado, entonces tu amor es impotente, es una desgracia.
Este retrato está incluido en Escritos sobre literatura
de Karl Marx y Friedrich Engels.
Se reproduce por gentileza de la Editorial Colihue.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux