Sáb 05.02.2005

VIDEOS  › ELLA ME ODIA, LO ULTIMO DE SPIKE LEE

Una sobredosis de relaciones ambiguas

El film navega entre el alegato contra las corporaciones y una farsa sexual.

› Por Horacio Bernades

“En la Argentina, las películas de negros no las va a ver nadie.” Así reza el adagio que circula entre los distribuidores de cine desde el momento mismo (fines de los ’80, principios de los ’90) en que el cine afroamericano salió del gueto y se hizo universal. A pesar del éxito local de Haz lo correcto, Fiebre de amor y locura, Los dueños de la calle, Malcolm X y otras, eso es lo que siempre pensaron los representantes de las majors estadounidenses en la Argentina. Lo siguen pensando. La prueba es que la subsidiaria cinematográfica local rechazó el estreno de dos de las más importantes películas recientes de realizadores afroamericanos, por lo cual éstas siguieron su ruta hacia el video. El mes pasado se editó La venganza de Sweetback, en la que Mario Van Peebles (realizador de New Jack City) rinde homenaje al género conocido como blaxplotation movies, y en estos días ocurre lo propio nada menos que con la última de Spike Lee, estrenada en Estados Unidos a mediados del año pasado.
Se trata de She Hate Me (así, con un deliberado error gramatical, ya que en correcto inglés debió haberse llamado She Hates Me), que el sello LK-Tel lanza con la traducción (casi) literal de Ella me odia. En verdad, en este caso la decisión de la distribuidora puede entenderse, ya que no le fue precisamente bien a este último Spike Lee en su país, tanto en términos de público como de crítica. Viendo la película, tampoco resulta difícil comprender esas reacciones. Con un elenco que es como un catálogo de famosos (John Turturro, Ellen Barkin, Woody Harrelson, Jim Brown, Brian Dennehy y hasta Monica Bellucci y David Bennent, el ex chico de El tambor) y música del exquisito jazzman Terence Blanchard, Ella me odia intenta una fórmula matemática probablemente imposible. La idea es sumarle, a un alegato anticorporativo al estilo de El informante, una farsa sobre política sexual, multiplicando luego la ecuación con un drama posmatrimonial y potenciándola a la enésima, apelando a la crispación política y racial que es proverbial al creador de Do the Right Thing. El resultado podría expresarse así: * # + x = ¡¡¡ - ¿?, pudiendo leerse estos signos como símbolos matemáticos, como interrogantes sin respuesta o como insultos impublicables, según se prefiera.
La cuestión es más o menos así: cuando el investigador en jefe de Progeia, gigantesca empresa farmacéutica (Bennent) se tira por la ventana, el vicepresidente de la compañía, Jack Armstrong (el morocho Anthony Mackie), inicia una investigación personal. Oh sorpresa, descubre que la corporación es una colección de negociados, chanchullos y negligencias graves. Hace una denuncia anónima a las autoridades, la psicosis domina a directivos y personal de Progeia y llega del exterior un superejecutivo, que es por supuesto el más canalla de los canallas (Woody Harrelson, en papel absolutamente atípico). Los directivos de Progeia le dan a Armstrong una buena patada en el traste y unos días más tarde éste recibe una noticia peor aún. Tras haberlo dejado tiempo atrás por una chica, su ex esposa Fátima (Kerry Washington, la mujer de Ray Charles en Ray) viene a proponerle un negocio.
Lesbiana asumida (aunque más tarde preferirá la condición de bisexual), Fátima y su pareja quieren tener sendos hijos, y Jack deberá oficiar como semental. La paga lo convence: para un desempleado, 5000 dólares no son una cifra para despreciar. De allí en más el negocio se amplía, Jack recibe en su cama delegaciones enteras de lesbianas, una de ellas es Monica Bellucci, el padre de Bellucci (¡John Turturro!) resulta ser un mafioso italiano y Armstrong termina prestando testimonio en Washington, frente a una comisión del Senado integrada por blancos respetables y racistas. Entre una cosa y otra deben contabilizarse fragmentos de animación en los que los espermatozoides de Armstrong navegan rumbo aúteros varios, relaciones paterno-filiales (el padre de Armstrong es Jim Brown, leyenda afroamericana de la actuación), diálogos inverosímiles, escenas presuntamente graciosas, lesbianas súbitamente heterosexualizadas...
...Y más: dosis de resentimiento masculino, morochos superpotentes, toda clase de estereotipos raciales (el mafioso de Turturro hace una imitación de Corleone que pone los pelos de punta), personajes inauditos (cierto conserje francés que no se sabe para qué está), una duración increíble (casi dos horas y media) y una permanente oscilación entre el drama gravísimo, la sátira fallida y el más ingenuo de los alegatos. Como en una película de Frank Capra, todo termina con un speech final del protagonista en Washington, sobre las lacras de la nación y la necesidad de curar del sida a 50 millones de personas. Todo eso, sí.

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