VIDEOS
› “¿Y ALLI QUE HORA ES?”
Los fantasmas de la incomunicación
Tsai Ming-liang vuelve a seguir los pasos de Hsiao Kang, su personaje fetiche.
› Por Horacio Bernades
¿Tsai Ming-liang en video? No es tan raro, porque los directos a video ya no son lo que eran. Ahora son mucho mejores. Hasta hace un tiempo, el material que llegaba a este mercado sin pasar antes por los cines solía ser la morralla, los peores subproductos. Esto fue así hasta fines del 2001. Allí, junto con el 1 a 1 se cayó buena parte del negocio cinematográfico, y las compañías empezaron a pensarlo dos veces antes de estrenar. Así estamos hoy: lo que no viene con garantía de éxito no se estrena, y lo que no se estrena va a parar al video. Incluido mucho del llamado “cine de arte”. Ese que, de tan artístico, el público masivo puede llegar a rechazar.
Es así como ¿Y allí qué hora es? llega al video, editada por AVH. Presentado en competencia en Cannes 2001, el opus 7 del director de El río formó parte de la programación del Bafici 2002 y después no se supo más de él. Después de eso se estrenó (en muy malas condiciones de video ampliado) la anterior The Hole y pudo verse (Bafici 2004) el siguiente, maravilloso largometraje del realizador malayo, Goodbye Dragon Inn. Manteniendo la tradición –es de esperar que ésa sea la política general, a corto y largo plazo, de la nueva dirección del festival porteño– se sabe ya que en la próxima edición del festival que ahora dirige Fernando Martín Peña se verá la última de Tsai, Una nube al borde del cielo, que viene de presentarse en la última Berlinale. Mientras tanto llega ahora a todos los videoclubes ¿Y allí qué hora es?. Por lo cual, aunque no siempre por las vías más ortodoxas, la obra del cineasta malayo –radicado en Taiwan– se va conociendo en la Argentina.
Buena parte de la obra de Tsai Ming-liang (lo que podría considerarse la columna vertebral de su obra) está protagonizada por el mismo personaje, encarnado siempre por el mismo actor. El personaje se llama Hsiao Kang, el actor que lo interpreta es Lee Kang-sheng y hasta ahora sus pasos han podido seguirse desde la adolescencia, huyendo de su familia y juntándose con una pequeña barrita de amigos (en Rebeldes del dios Neón, opera prima de Tsai, de 1992), intentando iniciar su vida adulta (en Vive l’amour, 1994), volviendo al seno familiar y siendo abusado por su padre (El río, 1997). En Una nube al borde del cielo se lo verá incursionar como actor de cine porno, y seguramente, en el futuro Hsiao Kang seguirá buscando su lugar en el mundo, cosa que no le resulta nada sencilla. La dificultad para hallar una identidad, el descentramiento, el estado de descolocación en el mundo son los temas que Tsai despliega a lo largo de esta saga y que explican que se haya visto en él al más fiel discípulo de Michelangelo Antonioni con que cuenta el cine contemporáneo.
En ¿Y allí qué hora es?, Hsiao Kang entierra al padre (mejor dicho, esparce sus cenizas), vende relojes en las calles de Taipei, soporta la locura de la madre (convencida de que su esposo ha reaparecido, bajo la forma de una cucaracha o un pescado) y conoce a una chica, interpretada por Chen Shiang-chyi (que aparece, con ese nombre, en muchas de estas películas). En otras palabras, el héroe sigue a medio camino entre la casa de sus padres y la vida adulta, sin trabajo estable ni muchas perspectivas de futuro (vendiendo relojes no se llega muy lejos) y estableciendo con los demás relaciones que oscilan entre el sometimiento (el padre, la madre) y la fugacidad. En efecto, cuando conoce a Shiang-chyi la chica ya se está yendo a París. A partir de entonces Tsai narrará, en paralelo, las circunstancias de ambos, entre la capital de Taiwan y la de Francia. Ninguno de los dos socializará demasiado.
El vacío, la soledad y la incomunicación atraviesan toda la película. El primero se hace ver sobre todo en esos pasillos larguísimos y desolados, esos no-lugares (un aeropuerto, calles anónimas, una sala de máquinas, un cine semivacío) que ya son característicos de la obra del autor. Que a Hsiao Kang “le pegó” la chica es algo que más que verse se induce, a partir del momento en que, con una obsesión loca, comienza a cambiarle la hora a los relojes, para ponerles la de París. La mayor diferencia entre Tsai y Antonioni es el sentido del humor, del absurdo sobre todo, que suele pincelar sus películas y aquí se ve desencadenado por la muerte del padre y su presunta condición de fantasma. Por otra parte, el hecho de que el muchacho se la pase viendo Los 400 golpes (y, sobre todo, que el mismísimo Jean-Pierre Leáud se le aparezca, como un fantasma también, a Shiang-chyi) explicita de dónde sacó Tsai la idea de seguir a un muchacho a través de una serie de películas sucesivas. Para expresarlo en términos matemáticos: Antonioni + Truffaut = Tsai Ming-liang.