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Un festival de seis horas con un lunático destructor llamado Bean
Al fin, Rowan Atkinson llega al video de modo ordenado: “Diez años” integra todos los excesos del inglés mudo que descontrola todo.
› Por Horacio Bernades
Después de haber provocado un pequeño desastre en el estacionamiento, el hombre llega a la guardia del hospital para que le extirpen la tetera que se le quedó atorada en su mano. Para adelantar en la cola, hace llorar a un chico y pelear a dos adultos. Saca turno, pero le faltan un montón de números para que lo atiendan. Intenta robarle el ticket a uno que se quedó dormido, le arranca el suyo de la mano a una pobre mujer inmovilizada de pies a cabeza, finalmente pone patas arriba el numerador digital del hospital para que el “29” se lea como “65”, que es el número que le tocó. La treta es desbaratada, el inadaptado se enfurece y tira su número en un papelero. Pero lo hace con tanta mala suerte que la mano le queda trabada, por lo cual termina yéndose de la guardia con la mano izquierda embutida en una pava y la derecha en el cenicero.
Terriblemente torpe, ligeramente idiota, infantil en el peor de los sentidos –pero también en el más divertido y desacomodador–. Mr. Bean es seguramente el gran personaje cómico de los ‘90 para acá. Máxima creación del humorista inglés Rowan Atkinson, Bean empezó en la tele, de ahí saltó al video y del video a los aviones. Dado que su humor es enteramente mudo (las pocas veces que habla, se limita a farfullar dos o tres gruñidos guturales), rápidamente Bean se convirtió en favorito de las líneas aéreas: no hay mejor remedio que sus monigotadas para toda clase de ansiedades o temores de vuelo. En la Argentina, Canal 13 aprovechó, años atrás, la brevedad de sus sketches para rellenar agujeros de la programación, en cualquier día y hora, y sin previo aviso. Ahora, en lo que debe considerarse un verdadero acontecimiento, el sello AVH acaba de editar, en tres casetes, sus obras completas, con el título Mr. Bean - 10 años. A razón de casi dos horas por casete, son casi seis del más desternillante ataque contra las rutinas y rituales de la cotidianidad, desde Clouseau en adelante.
Nacido en 1956, Rowan Atkinson venía haciendo reír a sus compatriotas desde fines de los ‘70, cuando apareció por primera vez en televisión como co-conductor de una parodia de noticiero llamada “Not the Nine O’Clock News”. Inmensamente popular a partir de ese momento, apareció luego en un breve papelito de villano en una de Bond (Nunca digas nunca jamás) y como cura turbado en Cuatro bodas y un funeral, además de oírselo como la voz del pajarraco Zazu en El rey León. Sin ir más lejos, la semana próxima podrá vérselo, en medio de un inmenso elenco y junto a John Cleese, en la farsa El mundo está loco, loco. Pero el reino de Atkinson fue siempre la tele, donde pegó fuerte con la parodia histórica de “The Black Adder” (cuatro temporadas entre 1983 y 1989) y más tarde con la tomadura de pelo a la policía británica de “The Thin Blue Line” (1995).
Si ambas series fueron grandes opus cómicos (sobre todo “The Black Adder”, donde Atkinson tuvo a su cargo un personaje formidable) no hay duda de que la máxima creación de este hombre de aspecto común y rostro de goma sigue siendo “Mr. Bean”, que se presentó por primera vez el 1º de enero de 1990 y de allí en más apareció de forma irregular hasta mediados de la década siguiente. Escritos por el propio Atkinson en compañía del guionista de comedia Richard Curtis (el mismo de Cuatro bodas y un funeral, Un lugar llamado Notting Hill y El diario de Bridget Jones), se trataba de sketches unitarios de alrededor de 10 minutos cada uno, agrupados de a tres bajo un título unificador (“Mr. Bean”, “El regreso de Mr. Bean”, “La maldición de Mr. Bean” y así). Se emitieron once en total, hasta 1994. Esos son los que componen esta edición completa en video, la mayoría de ellos encabezados por un Bean que, como si fuera un extraterrestre (eso es lo que es, probablemente), cae de cabeza sobre el asfalto y después cruza desorientado de un lado al otro de la pantalla, igual que el falso De la Rúa de “Videomatch”. Cada fan tendrá sus favoritos, pero no pueden dejar de mencionarse el sketch donde desmaya a la reina Isabel de un cabezazo, ese otro en el que se duerme y cae al piso durante una misa, aquel en que vuelve loco a un compañero de banco durante un examen, o ese en el que le pasa de todo en un natatorio público. Siempre vestido como un típico inglés de clase media (tweed, corbatita roja y pantalón demasiado corto) y practicante de un humor físico en estado puro, en todos ellos Bean se comporta como un chico tímido y desubicado, a veces caprichoso, un poco piel de Judas y bastante perverso polimorfo, que destruye irremediablemente el orden y la tranquilidad de sus congéneres para felicidad de quien lo mira. Bienvenido a la Argentina, después de tanto tiempo.