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Los únicos privilegiados
La
diputada Elisa Carrió elaboró con otros legisladores un
proyecto para el ingreso ciudadano de todos los niños
del país: una cuota de unos 50 pesos que el Estado les pagaría
a los padres. La idea de base es romper, alguna vez, con la desigualdad
hereditaria.
Por
Luis Bruschtein
Para la diputada chaqueña
Elisa Carrió una buena idea es dejar de construir una República
de exclusión y empezar a construir otra con la idea de la inclusión,
empezando con los niños. Desde 1994 tiene un proyecto concreto
que apunta a garantizar a todos los niños su alimentación
básica y su mantenimiento en el sistema educativo. Se financiaría
a partir de la reestructuración del sistema de asignaciones familiares
y de la reorientación de otros fondos ya contemplados en el presupuesto,
a través de un mecanismo que ahorraría burocracia y evitaría
el clientelismo político.
¿Cómo es su propuesta de ingreso ciudadano?
Es un proyecto que presentamos con Elisa Carca y lo trabajamos
con Rubén Lovuolo y Alberto Barbeito. Nosotros queríamos
abrir en la Argentina el debate alrededor de lo que se llama el ingreso
ciudadano. Se trata de la posibilidad de que haya un ingreso que
sea independiente del trabajo. En la sociedad salarial, el ingreso depende
exclusivamente del trabajo. Quisimos empezar a debatir el tema del ingreso
ciudadano y lo hicimos a partir de la niñez porque era imposible
hacerlo para todos, aunque ésta es nuestra concepción original,
porque nos tenemos que atener al presupuesto. Además tomamos a
los niños como una universalidad porque pensamos que en algún
punto la injusticia de la herencia se debe cortar, ningún chico
es responsable de la herencia que recibe. En segundo lugar porque la mayoría
de los chicos son pobres...
¿Se trata de empezar a legislar con la idea de la inclusión
y no de la exclusión?
Cierto, sería como decir: fundemos una sociedad de inclusión
a partir del ingreso ciudadano para la niñez. Yo no
sé si voy a poder construir una sociedad de inclusión para
todos en esta coyuntura, pero sí voy a empezar a construir una
sociedad de inclusión de aquí para el futuro, cortando desde
la niñez, diciendo: todos los chicos, independientemente de la
situación social o económica de sus padres podrán
tener un ingreso de ciudadanía que les posibilite alimentarse,
y su mantenimiento en el sistema escolar.
¿De cuánto sería concretamente ese ingreso?
Bueno, nosotros lo habíamos pensado en 60 pesos mensuales
por chico, pero pueden ser 50 pesos o menos. Cuando nosotros hicimos este
proyecto en el año 94, las posibilidades económicas
y el déficit fiscal eran otros. Las consecuencias del proyecto
serían enormes. Nosotros decimos que es necesario volver a construir
políticas de ciudadanía igualitaria por oposición
a las políticas de equidad que se basan en decir: atendamos
a los indigentes. Además cambiaría absolutamente el
mapa de la pobreza y la indigencia en la Argentina porque la mayoría
de los chicos pertenecen a familias pobres. Hay familias con menos de
cien pesos mensuales de ingreso, que por el número de hijos pasarían
a tener un ingreso sustentable de ciudadanía. La observación
que nos hicieron desde algunos sectores es que altera el mercado laboral
y yo digo que no es que lo altere sino que lo hace justo. Es decir, el
padre ya no va a tener que trabajar por 70 pesos y en negro 16 horas diarias,
porque tendrá la dignidad de su familia garantizada.
¿Entre qué edades se otorgaría este ingreso
y cómo se financiaría?
Sería desde el nacimiento hasta los 18 años.
Esto supone reformar el régimen de asignaciones familiares de la
Argentina. Porque sustituiríamos eso, que serían unos 2500
millones de dólares al año, más una sustitución
de programas sociales, así como una reducción de las pensiones
existentes. El proyecto es de un gran costo, porque sobre eso habría
que cubrir unos tres mil millones de dólares. Esa cifra se puede
limitar porque podríamos pasar de un esquema donde sobre la política
igualitaria aplicaríamos la política de discriminación
inversa. Por ejemplo, todos los chicos cobran 30 pesos. Pero los chicos
con necesidades básicas insatisfechas cobrarían 60, con
lo cual estaríamos reduciendo enormemente en el primer tiempo el
monto global. En principio hablamos de unos ocho mil millones anuales,
que podrían bajar a seis mil. Con la sustitución de partidas
para proyectos, programas y políticas sociales, estaríamos
en los cinco mil millones más o menos. Quedarían unos tres
mil millones, según la idea inicial.
¿La idea es que ese ingreso lo recibirían también
los chicos de familias pudientes?
Cobraría tanto el chico que tiene como el que no tiene
porque se trata de ciudadanía y es tan ciudadano uno como otro.
Queremos desprender de alguna manera a la niñez para construir
la ciudadanía sin que esté atada a la suerte de los padres.
En realidad esto es neutral, porque los padres que cobrarían 20
o 30 pesos, o sea los de mayores recursos, a su vez pagan más impuestos.
En general todos los programas sociales tienen además
una importante infraestructura burocrática...
Bueno, otro beneficio de este proyecto es que permite una mejor
organización administrativa. Esto quiere decir que no puede haber
distribución selectiva y por lo tanto no puede haber clientelismo
político porque se hace sobre el padrón de los chicos. La
otra ventaja es la posibilidad de activación económica del
medio donde vive el chico. No es lo mismo que los chicos pobres reciban
el alimento comprado en licitaciones que se hacen en Buenos Aires, que
al pueblo llegue ese ingreso de ciudadanía que va a consumo. O
sea que además, parte de eso vuelve al Estado en concepto de impuestos.
¿Ustedes han consultado con los principales beneficiarios
de este proyecto, que en este momento están incluidos en otros
programas sociales que desaparecerían si se instala el ingreso
ciudadano?
Hemos llevado esta idea por todo el país. Esta idea
también permite reconstruir la familia. Hoy la madre pobre tiene
que mandar su hijo al comedor escolar y los chicos le traen del comedor
la comida a la madre, lo cual significa la ruptura de la base del vínculo.
Porque el vínculo principal se da alrededor de la comida: quien
puede mandar es quien puede proteger y la protección está
en el ritual de la mesa. Además los recursos también habría
que contemplarlos en lo que se ahorrarían todos en cuestiones de
seguridad porque la contención de la familia, el sostenimiento
en el sistema escolar y la integración social producen una disminución
de la violencia doméstica, de la violencia social, a partir de
la integración familiar. Creo que sería una de las respuestas
más eficaces contra la violencia social y la violencia delictiva.
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