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OPINION
Defensa
de la grieta
Por
Sandra Russo
La idea es
del filósofo esloveno Slavoj Zizek, y es, digamos, moral. Sostiene
Zizek, comentando el thriller Gattaca, que en él Ethan Hawke y
Uma Thurman intercambian, enamorados, sus respectivos mechones de pelo,
y que esa ofrenda, en la sociedad imaginaria del futuro que las noticias
de los diarios hacen prever, no es inocente. Se dan el uno al otro sus
mechones de pelo para que cada uno pueda realizar del otro el análisis
genético correspondiente. Es que en la sociedad futura ya prevista,
toda ella determinada por saberes biológicos, puede instalarse
una noción de elite basada en los diseños genéticos
de los mejores individuos. Se pregunta Zizek: ¿Puede
existir algún modo de escapar a este destino? (no precisa
si al de esa sociedad prevista o al de los genes, pero sería lo
mismo). Y este esloveno pródigo en teoría lacaniana pero
también ávido de práctica política se responde
con otra pregunta, que aparece como el esbozo de su idea: ¿Qué
ocurriría si adoptáramos una estrategia consistente en la
resistencia deliberada a conocer demasiado acerca de nuestros genes?.
En el texto Cerrando la brecha, Zizek observa que vivimos en un mundo
tensionado entre dos corrientes que suelen convivir en un mismo individuo:
la que tiende a explicar al hombre o la mujer de acuerdo con su naturaleza
biológica y genética, y por lo tanto los reduce a códigos
ya inscriptos en las células, es decir en lo más parecido
al destino que pueda concebirse, y la que hace florecer las nuevas espiritualidades
y los pensamientos mágicos, y que en el fondo, en forma casi de
sospecha defensiva, levanta la bandera de la libertad humana.
Según Zizek, la mejor idea de todas sería encontrar alguna
manera de vincular estas corrientes. De no cegarse frente al alud de información
científica cuyo velo empieza a descorrerse, pero también
de que las ciencias duras admitan que hay al menos algunos aspectos de
la naturaleza humana que seguirán siendo incognoscibles, misteriosos
y antojadizos. En esa grieta de lo no revelado y lo no revelable el
inconsciente, por decirlo así es por donde se cuela la libertad.
En 1936 Francis Scott Fitzgerald expresó esto mismo de una manera
muy poética. Según él, la verdadera inteligencia
es aquella que se pone a prueba cuando es capaz de sostener dos ideas
opuestas y seguir funcionando a pesar de todo. Por ejemplo, y no es cualquier
ejemplo, la idea de que las cosas son irremediables, y al mismo tiempo
la idea de que es necesario esforzarse para que sean de otro modo. La
historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros está hecha
de esfuerzos aparentemente inútiles. Esfuerzos morales.
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