OPINION Los espías no tosen Por Juan Sasturain Secretamente y a oscuras,
sin publicidad, como se producen y desarrollan las grandes cosas los
embriones de elefante, la Etica de Spinoza, la maduración del hermano
menor de Riquelme así se viene, por fin, la vacuna contra
la tos. Una pavada, una frivolidad, se me dirá. Quién sabe.
Como muchas otras veces, la energía atómica sin ir más
lejos, el miserable punto de partida de la investigación urgencias
de la Defensa y de la Guerra: dotar de un reaseguro a los proverbiales
silentes espías, en este caso no impide suponer que los beneficios
de la vacuna contra la tos han de ir mucho más lejos que preservar
a los agentes secretos escondidos detrás de las cortinas en la
sala del Estado mayor enemigo. Sin ir más lejos, equilibristas,
talladores de diamantes, cirujanos oculares y amantes jugados en el trance
definitivo de la culminación amorosa (ése y no la tuberculosis
era el verdadero problema de Margarita Gauthier...) se verán libres
de accidentes o interrupciones fatales. Se acabó la tos. Es una
buena noticia, de las mejores.
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