235 meses
Por Alfredo
Zaiat
No conocen
el sonido de la máquina de escribir. Puede que nunca hayan visto
Plaza Sésamo, El Zorro, Robotech
y, si son hombres, no entenderán que Marcelo Tinelli y Mauro Viale
son en realidad relatores de fútbol de Canal 9.
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Será
que los números redondos convocan a la nostalgia, al recuerdo melancólico
de lo que fue o no pudo ser. De lo bueno y lo malo que pasó o hubiera
pasado en ese período que termina en cero. Como en muchos de esos
consensos inexplicables, diez, veinte y ni decir de cien años se
presentan como más importantes que cualquiera de los otros años
que va de un cero a otro. Lo que se dice, una injusticia. La democracia
cumple 20 años, en realidad va por los 19 años y 7 meses.
O sea, que cumple 235 meses. ¿A quién seduce, a quién
conmueve el número 235? Y ni qué hablar de que esos meses,
días más días menos, equivalen a 7191 días,
calculando los de 31 días y sin olvidar los febreros de año
bisiesto. Cada una de esas jornadas sumadas totaliza 172.584 horas. En
lugar del número que conmueve terminado en cero, ¿cómo
sería la convocatoria a recordar las 172.584 horas de democracia?
Un mail, de esos que circulan por cadena sin saber el origen, enviado
por un compañero de la secundaria recuerda que muchos de los jóvenes,
camino ya a la adultez, sólo vivieron en democracia. Y se pregunta
¿será que nos estamos poniendo viejos? Para luego enumerar
todo lo que se perdieron o ignoran esos pibes por tener la suerte
de vivir en esas 172 mil y algunas horas más sólo en democracia.
Para ellos, por ejemplo, ha existido el mismo Papa que ha durado toda
la vida. Nunca cantaron We Are the World, We Are the Children
y cuando García Márquez ganó el Nobel ni siquiera
sabían leer. Tenían ocho años cuando la Unión
Soviética se desintegró. No se acuerdan de la Guerra Fría
y conocen una sola Alemania, aunque en el colegio les hayan contado que
hubo dos. Y son demasiado jóvenes para acordarse de la explosión
del transbordador espacial Challenger.
No alcanzaron a jugar con el Atari y ni idea qué era la Comodore
64. No conocen qué significa grabar un cassette de lentos. Star-Wars
se les hace bastante falso, y los efectos especiales les parecen patéticos.
Muchos de ellos no saben, o no recuerdan, que los televisores sólo
tenían 12 canales y una U de metal arriba, y se cambiaban
con perilla; más aún, incluso algunos no han visto nunca
un televisor en blanco y negro, no pueden explicarse siquiera lo que es
ver la tele sin un control remoto.
No conocen el sonido de la máquina de escribir. Puede que nunca
hayan visto Plaza Sésamo, El Zorro, Robotech
y, si son hombres, no entenderán que Marcelo Tinelli y Mauro Viale
son en realidad relatores de fútbol de Canal 9. Jamás bailaron
Technotronic y Locomía. Están seguros de que Michael Jackson
siempre ha sido blanco... y cómo van a creer que Travolta pudo
bailar con esa panza.
Nunca oyeron hablar del fenómeno de Tatú o escucharon Abuelito
dime tú de Heidi. No recuerdan quién era la Mujer
Maravilla y no entienden que el verdadero Batman tenía un
traje gris supergay y que no mataba ni una mosca. Tampoco recuerdan quién
era KIT, el auto fantástico o el General Lee
de los Dukes de Hazard y creen que El crucero del amor
sale de Miami cargado de lunamieleros, que los Angeles de Charlie
es un estreno cinematográfico y cuando se les habla
de CHIPs pensarán en las papas para acompañar
el almuerzo en lugar del capo de Poncharello.
Aquellos que no tienen ni idea de todo lo anterior mencionado vivieron
172.584 horas en democracia, varios entraron a la universidad hace dos
años y son el símbolo de una generación record por
el prolongado período sin botas en la Casa Rosada.
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