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Los estilos del delito |
Por Raúl Kollmann
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El delito fue
subiendo, bajando y, sobre todo, cambió de forma asombrosa
en los últimos 17 años. Lo que no sufrió
una transformación de fondo es la colaboración
y cobertura que le prestaron hombres de la policía a
buena parte de los que cometían esos delitos. Durante
la década de los ´90, el robo a bancos era más
que habitual y el asalto a camiones de caudales casi una rutina.
En decenas de casos, el dato lo pasó alguien de uniforme
y las zonas liberadas a cambio de un porcentaje de lo robado
fueron moneda corriente. Vino la recesión y dejó
de ser negocio armar una gran banda para entrar a un banco y
llevarse apenas 10.000 pesos. Entonces se impuso el “paseo”
por los cajeros automáticos, otra vez en zonas liberadas.
La decadencia de esa modalidad llegó con el corralito.
La mafia de los taxis funcionó a pleno hasta que mataron
al marido de Georgina Barbarrosa, el escándalo conmovió
al país, y el fenómeno se terminó cuando
asombrosamente la policía detuvo a las dos o tres organizaciones
que operaban en la Capital. Después, la inmensa oleada
de robo de autos, con la catarata de homicidios que produjo.
Se redujo en pocos meses a la mitad al hacerse algo obvio poner
la mira en los desarmaderos, protegidos por policías
y políticos. La moda de la toma de rehenes, del secuestro
extorsivo, el secuestro express, los asaltos a restaurantes
y los robos en casa de ancianos fueron y vinieron, incluso en
parte quedaron todavía hasta hoy, siempre con el termómetro
oscilando de acuerdo a los niveles de la colaboración
policial con cada uno de los delitos.
A lo largo de 17 años, las furias contra los uniformados
tuvieron picos y momentos de tranquilidad, pero hubo tres momentos
en que la complicidad se les hizo palpable a casi todos los
ciudadanos del país:
n 1992-1994. Atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA.
Los policías no estaban en sus puestos cuando estallaron
ambas bombas. En la investigación, quedó en claro
la forma en que policías bonaerenses hacían negocios
con el armador de autos truchos Carlos Telleldín, a quien
extorsionaban cobrándole un porcentaje de los coches
con partes robadas que vendía. En las escuchas telefónicas,
realizadas apenas durante quince días, se verifican acuerdos
con otros 26 delincuentes.
n 1997. Asesinato de José Luis Cabezas. Un oficial de
la Bonaerense, Gustavo Prellezo, contrata a cuatro ladrones
para secuestrar al fotógrafo. Los lleva en su propio
auto a la costa, junto con otros dos policías les alquilan
una vivienda, les permiten vender droga y después todos
participan en el secuestro de Cabezas, al que esposan, le pegan
dos tiros en la nuca y queman el cuerpo. La Justicia sostuvo
que actuaron al servicio de Alfredo Yabrán.
n 1999. Asalto con toma de rehenes del Banco Nación de
Ramallo. En la banda, un policía. Los datos para dar
el golpe, aportados por otro policía. La masacre posterior,
que incluyó la muerte de rehenes, protagonizada por uniformados
que, sospechosamente, dispararon sin control alguno, como si
el objetivo hubiera sido silenciar tanto a ladrones como a rehenes.
Horas más tarde, un ladrón sobreviviente aparece
colgado en su celda.
Pero más allá de esos picos, en las oleadas sucesivas
se vio con nitidez que las corrientes del delito se movían
en consonancia con el acompañamiento policial. Hasta
la banda del Gordo Valor robaba bancos en complicidad con uniformados
que llegaron a proveer las armas. Hubo pueblos de 700 habitantes
en los que se encontraron desarmaderos de 5000 coches, muchos
de ellos con manchas rojas de policías a los que les
robaron el auto para venderlo a esos antros protegidos por otros
policías y sus padrinos políticos. En la industria
del secuestro el Negro Sombra no sólo se hizo famoso
porque mantuvo cautivo al padre del Negro Astrada, sino también
porque resultó ser un conocido confidente policial. A
Axel Blumberg lo mató una banda de ladrones de autos
devenidos en secuestradores que actuaban con impunidad garantizada
en la zona donde lo tenían escondido y en el mundo del
negocio de los coches. Aquella noche nadie contestó los
llamados en la comisaría, igual que la madrugada en que
mataron a Cabezas.
Comisarios que se retiran millonarios, suboficiales que andan
en 4x4 y una mayoría de la población que se pregunta
si esta vez van a cambiar las cosas o habrá que esperar
el próximo estallido de la mezcla de delito con uniforme.
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