1 7   A Ñ O S
1987 / 2004
Los estilos del delito



Por Raúl Kollmann


El delito fue subiendo, bajando y, sobre todo, cambió de forma asombrosa en los últimos 17 años. Lo que no sufrió una transformación de fondo es la colaboración y cobertura que le prestaron hombres de la policía a buena parte de los que cometían esos delitos. Durante la década de los ´90, el robo a bancos era más que habitual y el asalto a camiones de caudales casi una rutina. En decenas de casos, el dato lo pasó alguien de uniforme y las zonas liberadas a cambio de un porcentaje de lo robado fueron moneda corriente. Vino la recesión y dejó de ser negocio armar una gran banda para entrar a un banco y llevarse apenas 10.000 pesos. Entonces se impuso el “paseo” por los cajeros automáticos, otra vez en zonas liberadas. La decadencia de esa modalidad llegó con el corralito. La mafia de los taxis funcionó a pleno hasta que mataron al marido de Georgina Barbarrosa, el escándalo conmovió al país, y el fenómeno se terminó cuando asombrosamente la policía detuvo a las dos o tres organizaciones que operaban en la Capital. Después, la inmensa oleada de robo de autos, con la catarata de homicidios que produjo. Se redujo en pocos meses a la mitad al hacerse algo obvio poner la mira en los desarmaderos, protegidos por policías y políticos. La moda de la toma de rehenes, del secuestro extorsivo, el secuestro express, los asaltos a restaurantes y los robos en casa de ancianos fueron y vinieron, incluso en parte quedaron todavía hasta hoy, siempre con el termómetro oscilando de acuerdo a los niveles de la colaboración policial con cada uno de los delitos.
A lo largo de 17 años, las furias contra los uniformados tuvieron picos y momentos de tranquilidad, pero hubo tres momentos en que la complicidad se les hizo palpable a casi todos los ciudadanos del país:
n 1992-1994. Atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA. Los policías no estaban en sus puestos cuando estallaron ambas bombas. En la investigación, quedó en claro la forma en que policías bonaerenses hacían negocios con el armador de autos truchos Carlos Telleldín, a quien extorsionaban cobrándole un porcentaje de los coches con partes robadas que vendía. En las escuchas telefónicas, realizadas apenas durante quince días, se verifican acuerdos con otros 26 delincuentes.
n 1997. Asesinato de José Luis Cabezas. Un oficial de la Bonaerense, Gustavo Prellezo, contrata a cuatro ladrones para secuestrar al fotógrafo. Los lleva en su propio auto a la costa, junto con otros dos policías les alquilan una vivienda, les permiten vender droga y después todos participan en el secuestro de Cabezas, al que esposan, le pegan dos tiros en la nuca y queman el cuerpo. La Justicia sostuvo que actuaron al servicio de Alfredo Yabrán.
n 1999. Asalto con toma de rehenes del Banco Nación de Ramallo. En la banda, un policía. Los datos para dar el golpe, aportados por otro policía. La masacre posterior, que incluyó la muerte de rehenes, protagonizada por uniformados que, sospechosamente, dispararon sin control alguno, como si el objetivo hubiera sido silenciar tanto a ladrones como a rehenes. Horas más tarde, un ladrón sobreviviente aparece colgado en su celda.
Pero más allá de esos picos, en las oleadas sucesivas se vio con nitidez que las corrientes del delito se movían en consonancia con el acompañamiento policial. Hasta la banda del Gordo Valor robaba bancos en complicidad con uniformados que llegaron a proveer las armas. Hubo pueblos de 700 habitantes en los que se encontraron desarmaderos de 5000 coches, muchos de ellos con manchas rojas de policías a los que les robaron el auto para venderlo a esos antros protegidos por otros policías y sus padrinos políticos. En la industria del secuestro el Negro Sombra no sólo se hizo famoso porque mantuvo cautivo al padre del Negro Astrada, sino también porque resultó ser un conocido confidente policial. A Axel Blumberg lo mató una banda de ladrones de autos devenidos en secuestradores que actuaban con impunidad garantizada en la zona donde lo tenían escondido y en el mundo del negocio de los coches. Aquella noche nadie contestó los llamados en la comisaría, igual que la madrugada en que mataron a Cabezas.
Comisarios que se retiran millonarios, suboficiales que andan en 4x4 y una mayoría de la población que se pregunta si esta vez van a cambiar las cosas o habrá que esperar el próximo estallido de la mezcla de delito con uniforme.