1 7   A Ñ O S
1987 / 2004
Rockeros por naturaleza


Por Eduardo Fabregat

 

Arriba, abajo, a los golpes, tac tac tac como pelotita de pinball o de metegol. ¿Y por qué debería ser de otra manera? El porteño medio es un maniático que vive en la montaña rusa y a los gritos y en pelotas como los indios, un psicópata de temporada alta que se va de vacaciones a algún paraíso del interior –digamos Tilcara, digamos El Bolsón– y sueña con una nueva vida y hace planes de mudanza sólo para volver a la ciudad de los aires dudosos y olvidarlo todo, someterse con una sonrisa a la rutina del delirio y dar por bueno que la existencia es este devenir entre la esperanza más irracional, el optimismo más idiota, y la depresión típica de un domingo a la tarde sin fútbol y con cielo encapotado. Sin escalas, como los vuelos que tomábamos cuando el 1 a 1.
¿La historia reciente es lo que produce semejante ciclotimia, o porque somos como somos no podemos escribir otra historia que no sea ésta, orgullosos campeones del mundo en un momento y al momento siguiente tangueros bluseros darkosos de piernas cortadas?
Diecisiete años son mucho y son nada, pero dejan su enseñanza. Ah, sí, aprendimos a tomar con naturalidad que en sólo un par de meses actuaran en Aires Dudosos los Rolling Stones, U2, Oasis, el Circo de Moscú y el hombre más pequeño del mundo –gracias, Su–, para después arreglarnos con unos Bee Gees pelados y Creedence Clearwater Revival, y después resignarse a que se podía vivir sin shows internacionales, aunque era un poco más aburrido, y finalmente poner el pecho a que Metallica nos desprecie porque las pampas no pagan como Japón y asistir al triste espectáculo de Lemmy de Motörhead quedándose sin oxígeno como Sandro o el Diego. Y mañana quién sabe, mañana nunca se sabe.
Eso: porque mañana nunca se sabe, la Argentina es un país tan rockero. Rockero en el sentido más confuso del término, en la falta de certezas y en ese salir adelante apoyándose en pequeños milagros (¿y si McCartney no hubiera ido a esa kermesse de iglesia donde estaba Lennon a fines de los ‘50?), en el autodidactismo para superar los escollos más bizarros. Rockero por su inevitable dependencia del azar, del golpe afortunado o desafortunado (Esto ya no es rock, es pura suerte, escribió un tal Solari hace más de 17 años). Rockero por desaliñado y desalineado, por desafinado sonando todo mal y otras veces desafinado con estilo y con encanto. Un día el Grammy, otro día el puesto 250 del ranking con un disco que espanta a los perros. Y así, tac tac tac como el pinball o el metegol, vivimos la gloria y buscamos la salida de Devoto, nos miramos al espejo y ponemos cara de Aquiles sin talón débil y salimos a la calle y ponemos el pecho, arriba y abajo, éxitos y fracasos en todas las esquinas. Rockeros de ley, aun aquellos que no tienen la más mínima idea de qué canciones grabó Charly García en los ‘70 y los ‘80. Headbangers en la anteúltima fila del concierto de las naciones, guitarreros viejos, payadores incurables, amantes del estribillo heroico y el compás más arrastrado, desesperadamente felices y viceversa, campeones y suspendidos por doping, acostumbrados al dolor y con el alma llena de curitas, argentinos al palo.
República Argentina. Territorio: 3.761.274 kilómetros cuadrados. Población: 36.223.947 habitantes. Idioma oficial: rock and roll.