por Raúl Dellatorre
En San Pablo, una impresionante ola de violencia desatada como reacción a una no menos impresionante cantidad de irregularidades en las cárceles es reprimida mientras “la gente de bien” pide mano dura. En Buenos Aires, cuando los titulares de los diarios se regodeaban con la “ola de secuestros” –hoy desaparecidos de las páginas policiales pero no de la realidad diaria–, el padre de una víctima se erige en paladín de las clases medias altas. Desesperadas por la falta de seguridad, claman por mano dura, vía libre para el gatillo fácil y represión al sospechoso, por las dudas. En medio de la batalla, en la que la pobreza pasó a ser el mayor delito, un condenado que acumuló quince años de prisión por diversas causas acumuladas libra, en solitario, la pelea más difícil, más desigual, más solitaria: rehabilitarse, reinsertarse en la sociedad, “recuperar la vida plena en comunidad”, dirá él mismo. Y ayudar a otros “a salir”. El arte, la pintura y la actuación son su instrumento. Fabián Henry, así se llama, ya puso en marcha la fantástica maquinaria que se engrana en su cabeza. Mientras otros claman por penas de muerte, él busca devolverles la vida a miles de prisioneros que hoy sienten que enfrentan una opción única y urgente: matar o morir.
Artistas entre Rejas es un proyecto que nació por iniciativa de Henry cuando cumplía condena en la Unidad Penal 4, de Concepción del Uruguay. Su acercamiento a la pintura apareció como tercera opción cuando su destino se jugaba entre el suicidio y la fuga, quizá con el mismo final. De la mano del taller de pintura, de sus cuadros, de un pasaje más llevadero hasta su actual libertad, literalmente se rescató. Y hoy intenta hacer lo mismo con otros. Ya incorporó a unos 35 reclusos a su programa AER, que del 22 al 30 de junio expondrán sus obras en el Salón José Luis Cabezas del Congreso de la Nación. Los coordinadores de la muestra, tres detenidos: Moira Gutiérrez (Unidad Penal 3 de Ezeiza), Roberto Carlos Ortiz (cumpliendo condena de 11 años) y el “más famoso”, Daniel Alberto Cabrera, alias “Tractorcito”, protagonista de una cinematográfica fuga del Departamento Central de Policía y varios delitos “pesados”, con una condena de 33 años.
Fabián Henry no proviene de una familia pobre, pero pasó a ser “víctima” a los 14 o 15 años, con el consumo de drogas que lo llevó de adicto a ser condenado por “tenencia con fines de comercialización”, sólo como el comienzo de un penoso tránsito al infierno. Cuando al fin logró emerger, empezó a ver a los habitantes de los pabellones carcelarios con otros ojos. “Cuando caés, el Estado te da las consignas para vivir en la cárcel: Matás o morís, Sometés o sos un sometido. Nadie ya a hacer nada por tu rehabilitación. En vez de correccionales son campos de concentración. ¿Y qué concentran? Desocupados, drogadictos. Si sos pobre, si sos cartonero, ya sos un delincuente. El delincuente de hoy no es el de hace 50 años, y los factores por los que delinque, tampoco.” El otro factor de sometimiento carcelario, asegura Henry, es la droga. “Las pastillas, los psicotrópicos, son moneda corriente en las cárceles. Y el ‘paco’, que es más destructiva, más adictiva y más barata. Una porquería”, se indigna.
Con trabajo de hormiga, individuo por individuo, Fabián recorre los penales y matea con los presos que ayer eran sus compañeros para integrarlos a sus programas de rehabilitación. “Es un proyecto hecho desde la necesidad. ¿Quién no necesita ser acompañado? ¿Sabés por qué el que sale reincide? Porque no tiene proyecto de vida, porque cuando salís necesitás un ámbito sano. Si el sistema carcelario no se ocupa, entonces se convierte en una fábrica de delincuentes. El nuestro es un proyecto para llegar a las causas de la inseguridad y combatirlas desde ahí, atendiendo las necesidades del delincuente que primero es víctima. ¿Sabés cuáles son las causas principales de la delincuencia? La ignorancia, la desocupación y el hambre. Pretendemos combatir el delito con educación y trabajo, empezando por los que ya cayeron, los que están presos, viendo cada caso, cada historia y hacer el diagnóstico, sin importar hasta dónde llegó. El coraje está en meterse con todos los casos, sin distinción”, dispara así, casi de corrido, Fabián Henry, hoy asesor de Rafael Bielsa en Diputados. Con un discurso urgente, apasionado, reteniendo las lágrimas y esquivando el quiebre de voz.
Al programa Artistas entre Rejas, ya en marcha, le seguirá el Plan Hombre, implementado a partir de la idea de comunidades terapéuticas que en Europa funcionan para adictos. Las casas-talleres pretenderán ser el ámbito de resocialización para quienes empiecen con las salidas provisorias mientras cumplen la condena. Rehabilitación y reinserción a partir del trabajo y la educación. El proyecto está. Falta que “los encargados de velar por la seguridad lo tengan en cuenta”.
“El punto inicial es que el preso sienta espiritualmente la necesidad de ser una persona mejor, que acepte la ayuda. Y que tenga el deseo de devolverle a la sociedad una contribución positiva, no simplemente pagar su deuda con la condena. Ese aporte es disminuir la inseguridad, lograr que los presos no salgan de la cárcel para volver a robar, y contagiar a otros con esa misma inquietud. Si no lo hacemos hoy, intentando con todos, en unos años acá tenemos otro San Pablo”, avisa Henry. Con quince años “adentro” y muchos más de estudio del tema, siente que tiene más autoridad que nadie para saber de qué habla. Y sigue adelante, con una voluntad de hierro. Mañana lo espera en Ezeiza, para compartir unos mates, “Tractorcito” Cabrera, a quien le seguirá contando este sueño que le quiere hacer compartir.