Los momentos clave

Graciela Rosenblum *

Un nacimiento pese al dolor y la incertidumbre

Hace un poco más de 30 años nació mi primera hija; la alegría de ese acontecimiento se mezclaba con el dolor y la incertidumbre de las detenciones de los compañeros, el descubrir sus cuerpos lacerados por los golpes y la tortura.

Era sumamente difícil poder disfrutar plenamente sus primeros pasos, sus travesuras, cuando cotidianamente escuchaba en las oficinas de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, institución primera y por mucho tiempo única con puertas abiertas a todos, a las madres y los familiares, repetir: “Anoche unos hombres vestidos de civil se llevaron a mi hijo/a, destrozaron mi casa y cuando fui a denunciar a la comisaría me dicen que se fue de la casa” o que se fue con otra si era una esposa, con sus niños que todavía lloraban aterrorizados preguntando por la mamá y su papá.

Casi sin darnos cuenta, junto a mis compañeros de la Liga fuimos armando el rompecabezas, comenzamos a entender el plan sistemático que se estaba realizando, organizando a los familiares, tratando de que ellos comprendieran que solos no podrían resolverlo, que el reclamo debía realizarse en todas las instancias, que debíamos encontrar a sus amigos, hablar con los vecinos, denunciar ante organismos judiciales y organismos internacionales.

Aprendimos y enseñamos a escribir los hábeas corpus, miles de ellos inundaron los juzgados y cientos de cartas por cada uno de los secuestrados eran enviadas.

Se mezclaban en esos días el dolor y la alegría de recuperar a un compañero o saber que estaba detenido en una cárcel legal.

Y así construimos la primera solicitada y el primer hábeas corpus colectivo. Así nos comunicamos con los grupos de exiliados y con otras organizaciones solidarias del mundo. Cientos de hombres y mujeres y jóvenes conformaron un solo puño y construimos la voluntad y la conciencia de que no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.

Muchas fueron las discusiones, muchos fueron los debates, pero había y hay un punto en donde estábamos de acuerdo, no estábamos solos.

La dictadura nos intentaba acorralar con el terror y la muerte y nosotros construíamos una pared de voluntades de diferentes ideologías, religiones.

Hoy, 30 años después, algunos suponen que pueden destruir esa voluntad, intentan decirnos que ya no se violan los derechos humanos y que debemos subordinarnos al gobierno de turno. (¡Oh! casualidad, los mismos que nos decían lo mismo de Alfonsín y de De la Rúa.)

Se olvidan de que aprendimos a ver nuestra realidad como pueblo, que no hubo ni hay “excesos”, cuando con esa palabra nos intentan explicar el “gatillo fácil”, los niños que diariamente se mueren por causas evitables, cuando nuestros salarios son miserables y nuestros reclamos reprimidos con gases, balas y cárcel, cuando la educación es un lujo y la salud también.

Se olvidan de que los sueños y la lucha de nuestros 30.000 compañeros son nuestros y que jamás dejaremos de levantar sus banderas.

Que la lucha contra la impunidad de ayer y de hoy no se negocia, tampoco tiene precio y que como ayer seguimos organizando voluntades para impedir cualquier intento de “reconciliación”. Cuando este 24 de marzo, a treinta años del que instaló el terrorismo de Estado, nuevamente colmemos las calles y junto a miles de hombres y mujeres pertenecientes a distintas organizaciones de DD.HH., sociales, políticas, estudiantiles, junto con todo nuestro pueblo y en todos los rincones del país, diremos:

30.000 compañeros detenidos-desaparecidos presentes, aquí estamos para llevar sus ideales a la victoria creando poder popular
No a la impunidad de ayer y de hoy,
No al imperialismo

* Liga Argentina por los Derechos del Hombre.

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