

El 30 aniversario del golpe nos encuentra superando nuestros 10 años de lucha. En este tiempo hemos vivido muchos momentos importantes. Momentos colectivos, de los personales han sido los otros 20 anteriores. Ser hijos de la misma historia, ser víctimas de la dictadura nos ha unido. Y esto no es argumento sectario de afectados directos, porque compañeros que no han sufrido en carne propia la violencia física y/o psicológica son parte de la agrupación. Somos una de las tantas manifestaciones que prueba que el terrorismo de Estado apuntó a todos y todas, somos la consecuencia. Venimos después del horror y del dolor, vivimos un presente que se bate entre las secuelas de aquel modelo económico impuesto y nuevas fuerzas. Nuestras vidas llevan consigo las marcas indelebles del dolor, pero también sentidos valores que nos dan esperanza. Estamos cruzados, atravesados por esas sensaciones. Recordamos el horror, pero más fuerte retomamos aquellos valores que nuestros viejos y sus compañeros sostuvieron, a pesar de la persecución, a pesar de la violencia de Estado. Todo esto ha hecho que la entrada en 2004 a la ESMA, ese monstruo al que daban nefasta vida los milicos para quitársela a los desaparecidos, fuera uno de los momentos más fuertes que hemos vivido como agrupación. Una mezcla indescriptible de emociones nos atravesaron. Se intensificaron aquellos sentimientos de dolor y esperanza. La bronca y el odio nos tironeaban de una punta, de la otra el amor y los sueños pendientes. Sentimos que esa puerta que se abría cerraba la del centro clandestino de detención. Esa puerta nos dividía del adentro y el afuera. Esa puerta que supo ser el límite entre estar vivo y estar desaparecido. Abrir esa puerta fue una fantasía loca de abrírselas a nuestros desaparecidos.
Tenemos que decir que a pesar de acordar con los organismos de no entrar, no pudimos con todas esas sensaciones. No pudimos contener ninguna. Y allí fuimos con todas a cuestas. Y vimos detrás nuestro que todos nos siguieron. Y nos abrazamos, y lloramos mucho. Y vimos de adentro cuán cerca estaba el afuera. Y vimos cuán cerca estuvimos del adentro.
Y volvimos, al año volvimos y visitamos el casino de oficiales. Lugar extremo, de tortura, de encierro denso. Nos acompañaron ex detenidos, compañeros de nuestros viejos, de militancia y de celda. Tanta fuerza, tanto valor hay en estos seres. Sus relatos nos iban dibujando aquello que estaba bañado de sombras. Dónde tenían a los detenidos, dónde a las embarazadas, por dónde los bajaban de los vehículos después de haberlos arrancado del afuera. Y sensaciones que recordaban los ruidos de las cadenas en las escaleras, los gritos, los gemidos de dolor. Los olores.
Y también en esa descripción apareció la esperanza. Los chistes que se hacían, la solidaridad, la contención. Aquel rayito de sol que esperaban todos los días. En esos relatos también apareció, como revancha, como testimonio anticipado de que los milicos no iban a poder, la esperanza, el valor, la resistencia, la organización. Ahí nos mostraron por dónde hicieron un boquete, a pesar de estar tabicados, en condiciones infrahumanas, para robar y esconder armas para una inminente pero finalmente frustrada fuga.
Así es como los recordamos. Así es como los rescatamos de ese lugar. Porque lo que sí escapó del exterminio fueron sus valores. Sólo los tenemos que mostrar. Exponerlos vivos, para moldearlos a este presente, para modificar este presente. Eso es memoria para nosotros. Una memoria incómoda que nos haga sentir, como sociedad, la ausencia, no sólo de ellos sino del rol como sujetos activos. Para comprender a los que resisten, para sumarnos a ellos. A los que luchan contra las injusticias, por un mundo mejor. Sí, los valores están ahí, la solidaridad está ahí, el amor, la sensibilidad por los desprotegidos está ahí, al alcance de nuestras manos. De aquellas manos. Esa puerta no se volverá a cerrar. Esos valores están libres, dispuesto a ser tomados nuevamente. Eso es lo que sentimos después de aquellas visitas a la ESMA. Eso es lo que revivimos hoy en este aniversario. El juicio y castigo. La siempre vigente y posible solidaridad, un mundo mejor.
* Hijos por la Verdad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.