Por R. L.
“El Gobierno fomenta el olvido, nosotras defendemos la memoria y queremos la justicia.” La que habla es Renée Epelbaum, dirigente de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo, madre de tres adolescentes secuestrados durante la última dictadura. Simbólicamente rodeada por tres mesitas ratonas donde las fotos en blanco y negro de sus hijos contrastan con el color de las flores que los acompañan, Yoyi Epelbaum dialogó con Página/12 sobre un nuevo aniversario del golpe del 24 de marzo de 1976.
–Cada 24 de marzo no es que no tengamos presente lo que pasó, porque nosotros tenemos la herida abierta, pero cada 24 de marzo es como si nos echaran un poco de sal en la herida. Sobre todo en esta oportunidad, por las declaraciones de Scilingo y Vergez, con esa propuesta disparatada de reunirse con nosotros para hablar de listas.
–¿Qué importancia política tiene esta fecha para usted?
–Creo que es un motivo para que se avive la memoria de la gente, para que todos asuman sus responsabilidades.
–¿Qué responsabilidades?
–Por ejemplo, la Cámara Federal acaba de solicitar al Presidente, al ministro de Defensa y al jefe de la Marina, Molina Pico, que den a conocer las listas. Y todos dicen que no hubo listas, que se quemaron, que no hay nada que hacer. Nadie se hace responsable.
–Entonces, ¿es el Gobierno el que tiene que asumir responsabilidades?
–El Presidente es el jefe máximo de las Fuerzas Armadas. Lo que pasa es que él todavía tiene miedo, parece que cree que para estar tranquilo tiene que andar en muy buenos términos con los militares. Eso se vio desde el primer momento, cuando empezó a hablar de reconciliación y dio el indulto.
–¿Las Madres no hablan de reconciliación?
–Para que haya reconciliación, tiene que haber confesión amplia, plena, contrición, porque estos que han confesado no se arrepienten de nada. ¿Cómo vamos a reconciliarnos con asesinos, con torturadores que ni siquiera se arrepienten de las monstruosidades que hicieron?
–Después de estos 19 años, ¿alcanza con que se conozca el destino de los desaparecidos?
–No alcanza. Cuando nosotros pedimos saber el destino de nuestros hijos eso implica saber cómo ocurrió la muerte, si es que murieron, quiénes fueron los ejecutores y los responsables que dieron la orden. No es sólo saber si a cinco mil los echaron al mar y a los demás los enterraron en fosas comunes como NN.
–¿Cuándo desaparecieron sus hijos?
–El primero, Luis Marcelo, fue secuestrado el 10 de agosto de 1976. A los dos más chicos, Claudio y Lila, se los llevaron el 4 de noviembre en el Uruguay, en una de esas operaciones que hacían los comandos. Lila era una tímida paloma. Claudio era el bohemio, el cantor, el poeta, el músico. Pero cantar podía ser subversivo para los militares.
–En esa época todavía había expectativas de recuperarlos...
–Las Madres teníamos muchas esperanzas de recuperar a nuestros hijos. Claro que con el correr de los años y ciertas evidencias las fuimos perdiendo. Pero el corazón de la madre siempre espera un milagro. Ya no sé si creer en milagros. Cuando pienso todo lo que pudieron haber hecho, tanta capacidad, tanta inteligencia, tanta nobleza que tenían...
–¿Qué pasaría si mañana aparecieran las listas de los desaparecidos?
–Seguiríamos pidiendo justicia. Justicia significa que sean juzgados los criminales. Ellos pretenden todo lo contrario, quieren reivindicación. Quieren medallas, medallas al coraje, al coraje de secuestrar chicos indefensos en la calle, en la casa.
–¿Cuál es el rol que hoy asumen las Madres?
–Ahora tenemos que ser la memoria. Recuerdo las palabras de Ellie Wiesel, un escritor, sobreviviente de Auschwitz y premio Nobel de la Paz. El perdió la madre y la hermana en el campo de concentración. El dijo, frente a lo que fuera Auschwitz: “Cierren los ojos y escucharán los gritos, los alaridos de los que estaban aquí, los que sufrían torturas, los que iban a morir. Verán las lágrimas silenciosas de los niños corriendo sobre sus mejillas, sentirán la angustia de los ancianos y las ancianas”.