El ombliguismo de la dirigencia agropecuaria es uno de sus rasgos distintivos. En sus repetidos discursos sostiene que su sector es el eje del desarrollo productivo argentino. En medio del conflicto del a帽o pasado, la revista Barcelona titul贸 que en realidad las entidades rurales no quer铆an retrotraer las cosas al momento anterior al dictado de la Resoluci贸n 125, sino a 1880.
Durante el auge del modelo agroexportador, el sector agropecuario lleg贸 a representar m谩s del 30 por ciento del PIB. En esos tiempos, una mala cosecha significaba un profundo retroceso para la econom铆a nacional. Si bien el sector conserva una presencia significativa, la estructura productiva actual no es asimilable a ese pasado remoto. Hoy el sector agropecuario representa apenas un 8 por ciento del PIB o un 5 por ciento seg煤n el criterio de medici贸n elegido: precios corrientes en el primer caso y precios constantes en el segundo. Aun sum谩ndole la producci贸n proveniente del complejo agroindustrial, la participaci贸n en el PIB no llega al 20 por ciento.
Con respecto al trabajo generado por el sector ocurre algo similar. En 1947, el campo empleaba al 24 por ciento de la poblaci贸n. Actualmente, el empleo rural directo no supera el 8 por ciento. En su trabajo 鈥淟os complejos agrolimentarios y el empleo: una controversia te贸rica y emp铆rica鈥 (Revista Realidad Econ贸mica 206), el economista de Cenda Javier Rodr铆guez sostiene que 鈥渆l sistema agroalimentario ampliado, que incluye toda la producci贸n agraria y pesquera, las etapas de industrializaci贸n y terciarias (comercio mayorista y minorista, transporte de todo tipo) abarca el 18,1 por ciento de los puestos de trabajo de toda la econom铆a鈥.
En la 煤ltima Expoagro, el presidente de la C谩mara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) exhort贸 a construir un pa铆s que produzca 150 millones de toneladas al a帽o. Para eso pidi贸 reglas de juego claras, justas y previsibles y fuerte respeto por el derecho de propiedad.
El discurso retoma un viejo t贸pico: un incremento en el volumen cosechado redunda en un mayor bienestar para toda la sociedad. Esa premisa tiene un pecado original: oculta qui茅nes son los beneficiarios de esas mayores cosechas en el caso de que se dejen las cosas libradas a las fuerzas de mercado. Al igual que lo ocurrido con la teor铆a del derrame, esa repetida idea no tiene corroboraci贸n emp铆rica. Por ejemplo, la producci贸n de cereales y oleaginosas se increment贸 un 70 por ciento durante la d茅cada del 鈥90 (se pas贸 de 38 a 64 millones de toneladas). Ese espectacular incremento productivo coexisti贸 con declinantes indicadores econ贸micos y sociales. En otras palabras, las mayores cosechas no detuvieron el derrumbe social y econ贸mico.
Otra de las muletillas de los dirigentes agrarios es que la recuperaci贸n econ贸mica posconvertibilidad fue motorizada por el aporte realizado por el sector agropecuario. La Cepal, en su trabajo 鈥淐risis, recuperaci贸n y Nuevos Dilemas: la econom铆a argentina 2002-2007鈥, sostiene que la mayor contribuci贸n al crecimiento del PIB en esos a帽os fue la proveniente del sector industrial (+22,6 por ciento), seguida por el comercio con el 17,1 y el campo (3,5). Por eso, mientras el PIB global creci贸 un 8,8 por ciento, el PBI industrial lo hizo un 10 y el agropecuario menos del 6 por ciento. Esto no significa menospreciar el importante aporte del sector agropecuario (sobre todo en lo que hace a la generaci贸n de divisas) para la econom铆a argentina. El an谩lisis de los datos simplemente pone las cosas en su justo lugar desmintiendo rotundamente la veracidad de afirmaciones tales como 鈥渢odos vivimos del campo鈥.
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